Porque el que nace chicharra, muere cantando, parece imposible que pase una semana sin que alguna autoridad del gobierno se vea involucrada en una polémica innecesaria o en alguna pelea que solo ayuda a empeorar los ánimos cuando el gobierno desesperadamente necesita de espacios de encuentro y aguas tranquilas para poder amarrar importantes acuerdos que permitan poner al país de regreso en el sendero del desarrollo. La reciente polémica que se generó cuando la combativa ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Antonia Cósmica Orellana, respondió a los dichos del cardenal Fernando Chomali sobre la decisión del gobierno de aplazar el envío del proyecto de ley sobre aborto libre es un nuevo ejemplo de que muchos de los líderes del gobierno que empezaron su carrera como vociferantes voceros de distintas acciones de protesta y descontento simplemente son incapaces de habitar adecuadamente el rol de gobierno para todos los chilenos.
Hace unos días se anunció, sin pena ni gloria, la decisión que había tomado el gobierno de retrasar el cumplimiento de esa promesa de proyecto de ley sobre el aborto libre hecha por el Presidente Gabriel Boric en su discurso anual de junio de 2024. Entonces, Boric prometió que el gobierno enviaría, antes de fin de año, un proyecto de ley para legalizar el aborto libre en Chile. En su momento, la promesa generó polémica. Algunos la celebraron como un intento de Boric de volver a sus orígenes radicales de izquierda. Otros -correctamente- la desestimaron alegando que se trataba de un compromiso más que se sumaría a los varios exabruptos de identidad izquierdizante que tiene el Presidente cuando parece darse cuenta de que se ha convertido en un Presidente que es una mala copia de los gobiernos de la Concertación.
A unos días de que acabara el año y cuando quedaba claro que esa promesa de enviar el proyecto de ley no se cumpliría, más por la incapacidad de esta administración para cumplir las cosas en la fecha en que se compromete a hacerlo, el gobierno anunció algo que no sorprendió a nadie y que generó muy pocas noticias. No habría proyecto de ley de aborto libre en 2024 y, muy posiblemente, no habrá posibilidad de que se legisle ampliar el derecho al aborto más allá de las tres causales actuales antes de que termine el gobierno de Boric.
En una actividad eclesiástica de Navidad, el arzobispo de Santiago y recientemente ascendido cardenal, Fernando Chomali, celebró esa decisión, calificando la decisión de no enviar el proyecto como “un gran regalo”. Como líder de una iglesia que se opone doctrinariamente al aborto, Chomali dijo algo que no sorprendió a nadie y que, por cierto, no ameritaba una respuesta oficial del gobierno.
Pero como muchos en el gobierno tiene mentalidad de gallo de pelea -aquí, literalmente, no corresponde usar lenguaje inclusivo de género- la ministra Orellana no desperdició la oportunidad de comprarse una polémica innecesaria. Considerando que el gobierno ha sido comprensiblemente criticado por su mal y tardío manejo del caso de violación y violencia sexual contra el exsubsecretario Manuel Monsalve, la rapidez con la que la ministra Orellana salió a polemizar con el cardenal Chomali parece especialmente inconveniente.
Como sólo quedan unos días para que termine el año 2024, esta polémica probablemente pronto pasará al olvido. Pero lo que no se olvidará tan pronto es la incapacidad que tienen varios altos funcionarios de gobierno para evitar polémicas innecesarias y la facilidad que tienen para autosabotearse precisamente en momentos en que se están generando condiciones para construir acuerdos y cerrar negociaciones.
Da lo mismo si el gobierno tomó su decisión pensando en lo que quería la iglesia o si sólo incumplió la promesa de presentar un proyecto de ley sobre el aborto libre porque es incapaz de cumplir promesas y completar a tiempo las tareas que se autoimpone. El cardenal Chomali consideró que la no presentación del proyecto era un regalo divino. En vez de salir por la puerta ancha de la amistad cívica y permitir que un hecho fortuito fuera interpretado por la iglesia católica como un regalo de navidad, la ministra Orellana no se resistió y quiso pegar un golpe.
Esa actitud beligerante hacia Chomali contrasta con su impropio y cobarde silencio sobre los errores que evidentemente cometió el Presidente y el gobierno en el manejo del caso Monsalve. Peor aún, Antonia Orellana demuestra que están profundamente equivocados aquellos que esperan que el gobierno haya aprendido a ejercer el poder en estos tres años que el Frente Amplio lleva ocupando el palacio de gobierno de La Moneda. (El Líbero)
Patricio Navia



