En los últimos años, Chile ha experimentado un aumento alarmante de los llamados narco
funerales o funerales de alto riesgo. De acuerdo a los datos que consiguió la Unidad de Análisis de Insigth Security, se está registrando, en promedio, un evento de este estilo, cada día, desde 2019 a la fecha, es decir, poco más de 2000 en total en ese lapso.
Sabemos que estas prácticas no son nuevas, pero lo que sí debe alertarnos es la recurrencia. ¿Por qué?, porque esta frecuencia denota que la cultura criminal que trajeron las bandas trasnacionales comienza a consolidarse. El mensaje es claro: ostentación de poder y desafío ante la sociedad y el Estado. Es un espectáculo de intimidación y alarde de impunidad. La repetición de estos actos, sin sanciones firmes, envía un mensaje de permisividad que refuerza la presencia del Crimen Organizado.
Estos eventos no solo marcan la pérdida de un individuo en el contexto del crimen,
sino que envían un claro mensaje a las comunidades y al Estado: “Nosotros controlamos el territorio”. Este es, a su vez, un testamento de la vulnerabilidad de las autoridades para hacer frente al fenómeno, generando en los ciudadanos una sensación de abandono e indefensión. Es, además, un espejo claro del problema de dotación que viven nuestras policías. Recordemos, que, en promedio, Carabineros de Chile tiene un déficit de al menos 30 mil funcionarios y la PDI de otros 7 mil para funciones operativas, esto según los estándares internacionales que criminólogos advierten, de acuerdo a la realidad delictual que está viviendo América Latina.
Además, la proliferación de estos narco funerales nos demuestra que cada vez estamos más cerca de la normalización del ambiente criminal que estamos padeciendo en Chile. Los niños de los sectores más vulnerables crecen viendo que el poder y el respeto se consiguen a través de la violencia, la intimidación y el dinero rápido, una narrativa que resulta particularmente seductora en contextos de pobreza y falta de oportunidades. La violencia se convierte en un espectáculo, en una realidad cotidiana que pasa a formar parte de la identidad del barrio. Y muchas veces, esa cultura trasciende a otros estratos. En Venezuela, por ejemplo, existieron bandas de secuestradores comandadas por jóvenes de clase media alta.
Hoy día, en nuestro país convivimos en una realidad delictiva preocupante que intentan dirigirla hacia la normalización y eso no lo podemos permitir. Recordemos que, según cifras del STOP de Carabineros, estamos registrando un promedio de un homicidio cada 12 horas y 13 robos con violencia cada hora. Entendamos que las cifras hay que leerlas, e interpretarlas, desde nuestra propia realidad y no comparándolas con las de otros países.
Para nosotros, estos son número verdaderamente alarmantes, porque nos demuestran que, cada vez, estamos más cerca del radar de estos delincuentes. Somos vulnerables y debemos, como ciudadanos, ponernos manos a la obra, ¿cómo?, preocupándonos por autogestionar nuestra seguridad.
Esta tarea pasa por capacitarnos con expertos en el tema, no por ir a lo loco a comprar armas o autos blindados. Esa no es la solución y no lo es si no entendemos, primero, el contexto, no conocemos a quiénes nos estamos enfrentando y no sabemos cómo podemos ser proactivos más que reactivos.
Parte de la solución está en nuestras manos, no la desaprovechemos. La proliferación de los narco funerales, y la consecuente consolidación de la cultura criminal, nos está hondeando en la cara una bandera roja potente. No nos hagamos de la vista gorda. (Red NP)
Gonzalo Cornejo
CEO de Insight Security



