Michelle Bachelet tiene la razón-Claudio Hohmann

Michelle Bachelet tiene la razón-Claudio Hohmann

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La ex Presidenta Michelle Bachelet ha dicho repetidamente, a quien quiera oírla, que no participará en una tercera campaña presidencial. “Yo ando en otra en la vida” afirmó hace poco, para remachar esta semana sin vacilación que “yo no soy candidata”. En enero pasado había expuesto sus razones: “Hacer el servicio militar obligatorio por tercera vez es un poquito mucho”, añadiendo que “la democracia no merece que la gente se repita”. Poco antes, en diciembre de 2023, había anticipado ese razonamiento declarando que “yo creo en la diversidad de buscar nuevos liderazgos; es un fracaso de la política cuando eso no sucede”.

Pocos le creyeron entonces y aún después de sus recientes dichos se mantiene el escepticismo en cuanto a que esa sea la genuina voluntad de la ex Mandataria. Ascanio Cavallo lo expresó bien en una entrevista del último fin de semana: “Cuando Michelle Bachelet dice que no, ya sabemos que eso no significa no”. Pero hay poderosas razones, más allá de sus declaraciones en ese sentido, que sugieren la inconveniencia de una tercera postulación suya a la más alta magistratura de la nación.

En un hecho inédito desde la recuperación de la democracia en 1990, cuando faltan 15 meses para la primera vuelta de la elección presidencial, el oficialismo puro -el de Apruebo Dignidad- carece hoy de un candidato competitivo capaz de asegurar el paso a la segunda vuelta, para no hablar de en un eventual triunfo en el balotaje, que asoma a estas alturas casi imposible para la izquierda. La alianza política del Frente Amplio con el Partido Comunista, que en su primer intento logró destronar a la centroizquierda y a la centroderecha de la Presidencia, llevando a un improbable candidato a La Moneda que resultó ganador, no tiene esta vez a nadie entre los suyos para competir con mínimas posibilidades en la contienda presidencial.

En ese páramo desolado, Bachelet parecía de pronto estar llenando el vacío. Ella, como ningún otro militante de izquierda, asomaba con la capacidad para asegurar el paso a la segunda vuelta, ahuyentando así el fantasma -improbable pero no imposible- de un pleno de la derecha en la papeleta del balotaje. La casi segura derrota suya en la elección final era lo de menos, si el progresismo -y sobre todo la nueva izquierda- podía librarse de la indignidad de una segunda vuelta sin el nombre de uno de los suyos en el voto final de diciembre de 2025.

Pero el costo para la imagen de la ex Presidenta, un ícono de la izquierda regional -y hasta mundial si se atiende a las destacadas posiciones que ha ocupado, o podría ocupar, en organismos de la envergadura de las Naciones Unidas-, habría sido insoportablemente alto para alguien que ganó dos elecciones y gobernó la nación durante ocho años, más de lo que lo hicieron Aylwin, Frei y Lagos. Ir al sacrificio para lo que se perfila que podría ser una derrota histórica del progresismo, es pedirle mucho a la ex Mandataria. Por lo demás, ella no tiene mayor responsabilidad -no es que ninguna- en el fracaso político del sector que se ha venido fraguando en esta vuelta. En todo caso, tendría mucho que perder y poco que ganar una figura política que aún concita la simpatía de una cantidad apreciable de chilenos.

“Yo no soy candidata”, ha dicho la ex Presidenta, y tiene toda la razón para no someterse por tercera vez a los rigores de una campaña presidencial en la que la izquierda enfrentará el mismo viento en contra que ya asomó con intensidad en septiembre de 2022. (El Líbero)

Claudio Hohmann