En las últimas semanas, el Presidente Gabriel Boric ha venido intentando presentarse como un líder moderado y dialogante. Pero sería un error para la oposición, y para la opinión pública, creer que Boric, sorpresivamente, ha decidido inspirarse en Patricio Aylwin y que buscará revivir la democracia de los acuerdos. Mientras Boric mantenga a ministros y asesores radicales y extremistas en sus cargos, su presunta conversión a la moderación y el diálogo resulta poco creíble. Porque Boric debe demostrar en hechos lo que tan fácilmente le sale decir en palabras, la oposición debe tomar la saludable y correcta actitud de ‘ver para creer’ antes de darle a Boric el beneficio de la duda.
El Presidente Boric tiene el don de la palabra. Su natural capacidad para hacer sentir a las audiencias de que habla desde el corazón y su demostrada capacidad para hacer referencias poéticas y personales cuando habla en público le ayudan a ser creíble ante aquellos que lo escuchan por primera vez. Pero ya que Boric lleva casi 15 años como líder estudiantil primero y líder político después, no es difícil evaluar si las cosas que dice Boric son las cosas que después pone en práctica su gobierno.
Como siempre ha sido muy activo en redes sociales y muy enfático en sus declaraciones en prensa, Boric tiene tweets, frases y declaraciones para todo y, lo que es más sorpresivo aun, con posiciones contradictorias e incluso diametralmente opuestas. Muchas de las cosas que ahora ha dicho y hecho como presidente son la antítesis de lo que defendía cuando era un vociferante líder estudiantil y después diputado de oposición.
Uno pudiera pensar que Boric ha aprendido lecciones y que, como el paso de los años nos ayuda a madurar a todos, el Presidente ahora cree en cosas diferentes a las que creía antes. Pero como el cambio se ha producido en un periodo reducido de tiempo—no han pasado ni tres años desde que Boric fue candidato presidencial—hay buenas razones para desconfiar.
Tal vez Boric simplemente ha crecido y ahora ha perdido la rebeldía juvenil. A Churchill se le atribuye apócrifamente esa frase de que si uno no es comunista a los 20 es porque no tiene corazón, pero si sigue siéndolo a los 40 es porque no tiene cerebro. Pudiera ser que Boric ha pasado por esa transición, por la que han pasado mucho otros, que hace que las canas y la caída del cabello hagan que la gente se ponga más dudosa de abrazas causas que llaman a la refundación en un corto plazo.
Pensar que Boric ha madurado y que se ha puesto más moderado es la expresión más ingenua de buenismo que existe en Chile hoy. Aunque la realidad lo ha obligado a moderarse y el rechazo popular a sus ideas fundacionales lo ha forzado a abandonar la causa del octubrismo de 2019, Boric sigue siendo un fiel creyente de que el sistema capitalista es inferior a uno en que el estado dirige la economía. Para Boric, reducir la desigualdad es más importante que generar más desarrollo. El Presidente cree que el país estaría mejor siendo más igualitario aunque eso signifique seamos más pobres.
Hay abundante evidencia en años recientes que muestra que Boric sigue diciendo que quiere superar el capitalismo y sigue impulsando iniciativas para hacer crecer en exceso el tamaño del Estado. Pero la prueba más concluyente de que Boric sigue siendo el irreflexivo revolucionario que cree que el estallido social fue la gran oportunidad para refundar Chile es que el Presidente ha decidido mantener en su gabinete a ministros que abiertamente siguen predicando a favor de las transformaciones estatistas profundas, que estaban claramente explicitadas en el programa de gobierno de 2021.
Desde la estatización del sistema de pensiones—que es lo que preferiría hacer la Ministra del Trabajo Jeannette Jara—hasta la creación de una entidad estatal que castigue a los medios que desafían la verdad oficial declarada por el gobierno—que es lo que haría la Ministra Camila Vallejo si tuviera suficiente poder—el gabinete del Presidente Boric está repleto de compañeros de ruta que tiene nulo interés en sumarse a la supuesta conversión a la moderación que presumiblemente ha tenido Gabriel Boric.
Si efectivamente Boric se hubiera convertido en un nuevo Patricio Aylwin, el presidente de Chile no seguiría rodeado de ministros, asesores y amigos excesivamente radicales y extremistas que siguen embriagados con la idea octubrista de refundar el país y sepultar el modelo económico de libre mercado. Como bien dice el dicho, dime con quien andas y te diré quién eres. Precisamente porque cuando la gente cambia de verdad, las palabras se ven acompañadas de hechos que confirman esa evolución, la supuesta transformación de Boric en un líder moderado y dialogante no pasa de ser un pequeño ajuste cosmético. (La Tercera)
Patricio Navia



