Aunque el gobierno del Presidente Gabriel Boric lleva varios meses buscando distanciarse del origen radical, contestatario y fundacional de la coalición del Frente Amplio/Partido Comunista que lo llevó al poder, la crisis de inseguridad por la que atraviesa el país nos recuerda cotidianamente que este gobierno llegó al poder prometiendo refundar Carabineros y sugiriendo que el problema más importante que tenía Chile para combatir la inseguridad era que los funcionarios de Carabineros abusaban de su poder.
Por más que ahora busque endurecer sus declaraciones contra los delincuentes, los años de injustificadas acusaciones sobre supuestas violaciones sistemáticas a los derechos humanos cometidas por Carabineros no se pueden borrar de la noche a la mañana. Al contrario, aunque el mono se vista de seda, mono se queda. Por eso, esta nueva voltereta del gobierno sólo debilita todavía más su ya profundamente dañada credibilidad.
En octubre de 2022, Boric acusó directamente a Carabineros de haber cometidos abusos a los derechos humanos y abusos sexuales durante el estallido social. En diciembre de ese mismo año, decidió otorgar indultos a delincuentes con amplio prontuario, algunos de los cuales habían sido condenados por agredir a Carabineros. A casi un año de haber asumido el poder, todavía abusaba de ese discurso que convertía a los Carabineros en los victimarios y a los supuestos luchadores por los derechos sociales -que en realidad eran simples delincuentes- en víctimas de ese abuso. El gobierno de Boric, hasta el primer trimestre de 2024, apoyaba la causa judicial que llevaba la Fiscalía contra el General Director de Carabineros, Ricardo Yáñez. Es más, el gobierno presionaba a Yáñez para que renunciara. Luego, el apoyo que ahora brinda el gobierno a Carabineros tiene tanta validez y credibilidad como el apoyo que terminó brindando el gobierno, y toda la coalición oficialista, a la Constitución de Pinochet en el plebiscito de 2023.
La voltereta ideológica que implica apoyar aquello a lo que antes te opusiste no pasa desapercibida para la población. Si el apoyo de Boric a la Constitución de 1980 -después de haber dicho que cualquier cosa era mejor que la constitución de los cuatro generales- reflejó la aplastante derrota del proceso fundacional que Boric siempre apoyó, la decisión del gobierno de comenzar a apoyar con fuerza a Carabineros después de haber prometido refundar la institución refleja la inapelable derrota oficialista en seguridad ciudadana. Después de haber redactado un programa de gobierno que presentaba infantil e idealistamente a todos los inmigrantes como víctimas de un sistema cruel, el oficialismo ahora recién empieza a entender que los inmigrantes, al igual que los nacionales, incluyen a personas buenas y trabajadoras y también a delincuentes, asesinos y abusadores.
Siempre es mejor corregir rumbo cuando uno se da cuenta de que está equivocado. Pero darse una voltereta sin siquiera reconocer los errores resulta poco creíble y además daña la reputación del gobierno.
Si Boric es capaz de comenzar a hacer exactamente lo opuesto de aquello que prometió en campaña, ¿cómo se diferencia el Frente Amplio de lo que hizo la misma Concertación cuando -de acuerdo con lo que siempre reclamó el Frente Amplio- al llegar al poder comenzó a gobernar con el modelo económico que siempre había condenado? Si Boric hoy empieza a adoptar las políticas de seguridad que estaban plasmadas en el programa de gobierno de José Antonio Kast, ¿qué diferencia a Boric de lo que hizo Alberto Fujimori cuando, después de asumir el poder en el Perú en 1990, adoptó el modelo económico propuesto por el candidato derechista Mario Vargas Llosa contra el que Fujimori había hecho campaña?
La conversión de Boric al modelo de mano dura no es sólo poco creíble, sino que, para el infortunio de los chilenos, también está siendo poco efectiva. Boric se ha quedado sin metáforas para explicar su supuesto compromiso con el combate a la delincuencia. Las declaraciones del Presidente, cada vez más fuertes y taxativas, generan cada vez menos impacto. Esto porque además de que nadie le cree a Boric que realmente está a favor de las políticas de mano dura, sus repetidas volteretas en asuntos importantes han erosionado la confianza en la propia institución presidencial. Aunque Boric diga lo contrario, la percepción creciente es que el gobierno está perdiendo esta batalla.
Cuando Boric torpe e intempestivamente decidió indultar en diciembre de 2022 a un grupo de delincuentes comunes so pretexto de que eran luchadores sociales, el exsenador Guido Girardi advirtió que el gobierno se convertiría en la Lista del Indulto para las elecciones del Consejo Constitucional que se realizarían en unos meses. Girardi subestimó el efecto devastador que tendría esa decisión que personificó de qué lado estaba el gobierno en la lucha entre delincuentes y carabineros. Al indultar a delincuentes y perseguir a carabineros, el gobierno de Boric nos volvió a recordar ese pecado original del que ahora nadie se puede olvidar y que, además de hundir al gobierno en una crisis, comienza a amenazar también la propia estabilidad de la democracia chilena. (El Líbero)
Patricio Navia



