En un seminario de Clapes UC la semana pasada el ex Presidente de Colombia Juan Manuel Santos se refirió en varias ocasiones al “espíritu de la Concertación”, el de la coalición política que dio a Chile “su época de oro”, en palabras del ex gobernante colombiano. El Presidente Boric, invitado a ese encuentro, lo escuchaba con visible atención.
Al Mandatario chileno no le debió parecer del todo fuera de lugar esa referencia y puede que incluso le haya hecho sentido. Y es que, mirado desde la distancia -por ejemplo, la de un ex gobernante que nos visita desde Colombia-, su gobierno es lo más parecido a uno de la Concertación que nadie haya podido imaginar desde que esa coalición terminó de gobernar el país hace más de 14 años. De habérselo propuesto, Santos habría podido constatar que buena parte del gabinete se compone de experimentados políticos concertacionistas, encabezando las carteras más importantes, entre ellas, Interior, Hacienda, Defensa, Relaciones Exteriores, secretaría de la Presidencia, Vivienda, Obras Públicas y Corfo. Si se agregan a este elenco los ministros mejor evaluados del gobierno -de las carteras de Deportes y Transportes y Telecomunicaciones-, y a Salud por su innegable gravitación en cualquier administración -mucho más en ésta como sabemos-, se comprueba que el núcleo central del gobierno ha adquirido un intenso tinte socialdemócrata, que en Chile tiene un solo nombre: concertacionista. Tohá, Marcel, Elizalde, Van Klaveren, Montes, Maya Fernández, Jessica López, José Miguel Benavente, Jaime Pizarro, Juan Carlos Muñoz o Ximena Aguilera, cualquiera de ellos o todos, pudieron ser directivos destacados en los gobiernos de la Concertación. De hecho, algunos de ellos, más jóvenes, lo fueron.
La diferencia con esos cuatro mandatos concertacionistas, que rigieron entre los años noventa y los dos mil, y el actual de Apruebo Dignidad y el Socialismo Democrático, es la presencia del Partido Comunista en la coalición de gobierno, más que la del propio Frente Amplio -que inició una forzosa retirada desde que se perdió el plebiscito de la Convención Constitucional en septiembre de 2022-. Allí están Camila Vallejo, Jeanette Jara y Nicolás Cataldo para atestiguarlo. Se bastarían ellos tres para alejar al gobierno del “espíritu de la Concertación” invocado por Santos. ¿Sera cierto?
Alberto Mayol, resultados en mano de su reciente encuesta nacional, afirma que hemos vuelto “a las dinámicas donde la forma de vida política que marcó la Concertación es parte importante del aire que respiramos”. Esto es, un regreso a la preferencia por la gobernabilidad, el orden y el reformismo. De hecho, Mayol mide el nivel de “concertacionismo” de los personajes políticos: el ex Presidente Aylwin resulta ser el más concertacionista de los gobernantes que ha tenido el país desde 1990, mientras que Boric el que menos. Pero, ¿cuál sería el nivel concertacionista de un gobierno, cuyo gabinete se compone por una mayoría de dirigentes y militantes del socialismo democrático, que ha impulsado iniciativas que van desde un largo estado de excepción en La Araucanía hasta un amplísimo paquete de leyes en materia de seguridad, pasando por un manejo económico que no habría despintado en un mandato concertacionista?
Quién lo iba a decir en marzo de 2021, cuando asumió el gobierno de la nación la primera coalición política distinta a las dos de centroizquierda y centroderecha que habían gobernado ininterrumpidamente hasta ahí. No estaba en los cálculos ni del más agudo analista político que la nueva izquierda triunfante, rebelde y refractaria de los “30 años”, se iba a terminar pareciendo -mortalmente dirán algunos-, aunque sea más por la fuerza de los acontecimientos que por sus convicciones políticas, a esa mítica Concertación que de pronto se ha vuelto parte importante del «aire que respiramos» (Mayol dixit). De hecho, el poco más de año y medio que le resta a la actual administración podría ser una suerte de reedición -mal que le pese a sus fieles adherentes y al PC- de esos años cuando el país progresaba sin pausa brillando en el firmamento latinoamericano. La ley corta impulsada por la ministra Aguilera, un proyecto de ley que como ninguno de los que se ha aprobado durante este mandato, lleva el sello indeleble de «la medida de lo posible», podría haber sido la puesta en escena del espíritu de la Concertación al que se refirió el ex Presidente Santos. Como la necesidad tiene cara de hereje, no es improbable que se repita en el futuro próximo. (El Líbero)
Claudio Hohmann



