El crecimiento ya no es el mismo-Claudio Hohmann

El crecimiento ya no es el mismo-Claudio Hohmann

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De pronto, después de años de postergación, cuando no de abierta impugnación, el crecimiento económico se está transformado en una política pública que goza ahora de amplio consenso entre los actores políticos, o eso parece. Quién iba a decir que esto ocurriría en un gobierno de una nueva izquierda a la que nunca ha entusiasmado la economía o la inversión, ni siquiera el emprendimiento.

El Presidente Boric no vaciló en la Enade para concordar con Ricardo Mewes, presidente de la CPC -quizás el único momento en que lo hicieron- “que el crecimiento es lo más importante del desarrollo y para tener una distribución más justa y más rica”. La semana pasada en una entrevista radial de amplia difusión el gobernante dijo rebelarse de nuestro pobre crecimiento tendencial de 2% en la próxima década. “Estoy seguro que podemos recuperar crecimientos de 5%”, aseguró sin ambages. A su vez, en el desayuno anual de la Cámara Chilena de la Construcción, esta semana, fue elocuente: “Estoy convencidísimo que Chile puede más -aseveró-, el crecimiento es una gran oportunidad”.

No es poca cosa tratándose de representantes de una generación que, una de dos: consideraba al crecimiento como parte del paisaje, es decir, que no se requería mayor esfuerzo para disponer con suficiencia de él; o, derechamente, le negaba prioridad en el marco de las políticas públicas que un gobierno de izquierda debía implementar si se hacía del poder (lo que, como todos sabemos, ocurrió en marzo de 2022). Lo cierto es que el crecimiento económico casi no figuraba como una aspiración o meta en el programa gubernamental. Fueron dos años perdidos que, a fuerza de la dura realidad económica que se desplegó rápidamente en el país, el Presidente parece querer subsanar en los dos que le quedan.

El movimiento estudiantil de 2011 puso en la escena pública al lucro. Fue uno de sus mayores logros mediáticos -y quién sabe cuánto incidió esa noción en el posterior estallido social. Esta palabra se volvió rápidamente en la más políticamente incorrecta durante la década pasada. Y sólo bastaron unas simples asociaciones para vincular su peor cara con el crecimiento económico. Las empresas chilenas son organizaciones extractivas, se decía urbi et orbi. Sus utilidades eran “excesivas” se repetía. Las AFP practicaban el “robo legalizado” de las cuentas de sus afiliados. Y para colmo, las empresas pagaban pocos impuestos -aunque pronto se supo que pagaban más que los países de la OCDE. Finalmente, se afirmaba sin ruborizarse que el crecimiento se lo quedaban los ricos, por más esfuerzo que hiciera el exministro de Hacienda Rodrigo Valdés -con cálculos en mano- para mostrar que en los mejores años de la economía chilena sus beneficiados fueron los grupos medios y los pobres de nuestro país.

Todo eso parece ir quedando atrás, almacenado en la arqueología tuitera -como se le ha dado en llamar a los registros de las furibundas opiniones que publicaron no hace tanto quienes hoy nos gobiernan. Cuando el gobernante expone cuidadamente ante las audiencias empresariales, todavía escépticas, acerca de las bondades del crecimiento económico, esgrimiendo el proyecto de ley para reducir la permisología y la ambiciosa iniciativa del pacto fiscal, se produce un cierto espacio de convergencia -fue la palabra que más repitió Boric en el desayuno de la CChC-, entre esos antiguos «enemigos» que se vieron las caras en el estallido social y luego en el plebiscito de 2022, donde el proyecto de la nueva izquierda se quedó sin piso político.

Puede que sea demasiado pronto para confiar en una mutación (en palabras de Pepe Auth) de tal magnitud y profundidad, pero nunca es tarde para intentarlo. Los dos años que restan de la actual administración son relevantes para el futuro del país; importan y mucho. Quizás la extraordinaria frase de José Mujica “uno no tiene derecho a sacrificar la vida de una generación en nombre de una utopía” (en una entrevista en El Mercurio en 2014) pudo hacer mella en Gabriel Boric y en quienes lo acompañan en el gobierno. Si así fuera una tenue esperanza se dejaría sentir más temprano que tarde entre nosotros. (El Líbero)

Claudio Hohmann