La hora del centro

La hora del centro

Compartir

En la medianía del siglo pasado se consolidó en Chile una votación de centro que no ha dejado de estar presente en los eventos electorales nacionales, siempre con un protagonismo que lo ha hecho determinante de las grandes decisiones del país.

En ese momento se terminaba de afianzar un electorado de izquierda de inspiración marxista, orientado por los partidos comunista y socialista. Esos partidos, a diferencia de la experiencia de Frente Popular que llevó a la presidencia de la República a Pedro Aguirre Cerda a fines de los años treinta, ya no aceptaban la guía de partidos reformistas sino que, aún con diferencias entre ellos, buscaban realizar su propia experiencia revolucionaria. Un estímulo determinante de esta decisión era, sin duda, la revolución cubana, a la que Fidel Castro declaró “socialista” y “comunista” en 1961 al día siguiente de la frustrada invasión de Bahía Cochinos. Fue esa presencia nueva, de carácter revolucionario, la que probablemente llevó a los partidos tradicionales de la derecha chilena, Conservador y Liberal, a superar sus diferencias y a fusionarse para enfrentar a sus nuevos adversarios.

Quedaron así constituidos dos polos de la política nacional que, con distintas denominaciones y formaciones, así como en diferentes circunstancias, habrían de caracterizar a la política nacional hasta nuestros días: la izquierda y la derecha. Sin embargo, no fueron los únicos protagonistas porque, junto con el afianzamiento de esta división polar, terminó por hacerse presente también un electorado que no se resignó a subordinarse permanentemente a esos extremos y decidió oscilar entre ellos dando muestras de una notable inteligencia colectiva.

Fue la presencia de ese electorado, respaldando a la Democracia Cristiana, el que forzó la decisión de la derecha de apoyar la candidatura reformista de Eduardo Frei Montalva ante la posibilidad de un triunfo electoral de la izquierda en 1964. La victoria electoral de Frei Montalva, consagrado así como un candidato de centro apoyado por el voto de la derecha, abrió paso a un proceso de profundas transformaciones en democracia cuyos efectos, como ocurrió con la Reforma Agraria y la “chilenización” del cobre, se experimentan positivamente hasta hoy.

Fue ese electorado también el que, coincidiendo con la derecha, rechazó darle a Salvador Allende la mayoría parlamentaria que le habría permitido una transformación socialista de la economía y la sociedad durante los mil días de su gobierno.

Fue el mismo electorado de centro el que, esta vez coincidiendo con la izquierda, rechazó en 1988 en plebiscito, la pretensión de Augusto Pinochet de prolongar su mandato por ocho años más. Un NO plebiscitario que dio lugar a elecciones libres y al proceso de reconstrucción democrática que disfrutamos ahora.

El mismo electorado de centro fue determinante, después, en los éxitos electorales de la Concertación de Partidos por la Democracia. Éxitos electorales que dieron lugar a gobiernos que proporcionaron al país los mejores años de estabilidad política y crecimiento económico de su historia.

Y más recientemente, fue ese mismo electorado el que, coincidiendo nuevamente con la derecha, derrotó en plebiscito la pretensión extremista de izquierda que en 2022 buscaba plasmarse en una Constitución que quería refundar las instituciones y la cultura del país hasta sus cimientos. Y un año más tarde ese mismo electorado, coincidiendo esta vez con la izquierda, derrotó un proyecto constitucional del que creyó que expresaba un extremismo de signo contrario.

Ha sido un comportamiento inteligente y progresista el de ese electorado de centro. Impulsó cambios necesarios y contuvo excesos. Durante un largo período tuvo partidos que lo expresaron y pudieron representarlo en las instituciones de la república. Los más importantes fueron, por lejos, el Partido Radical, primero, y luego el Partido Demócrata Cristiano. La deriva de esos partidos hacia el polo de izquierda de la sociedad -fenómeno que determinó la decadencia que ambos experimentan hoy día- dejó sin embargo a ese electorado huérfano de partidos políticos que lo representaran y expresaran.

La proliferación de partidos que, durante los últimos años, han intentado llenar ese vacío, es una buena prueba de que el vacío existe. Sin embargo, en su mayoría no han sido más que partidos de aluvión que, o han aprovechado con mucho sentido de la oportunidad la permisividad de la ley o han surgido impulsados por liderazgos individualistas o incluso al amparo de alguna iglesia.

Sólo recientemente, cuando los excesos de la Convención Constitucional se convirtieron en el revulsivo que permitió a la mayoría sacudirse del letargo al que la habían llevado la violencia callejera y las ofertas irresponsables del populismo de izquierda, surgió un movimiento que se atrevió a expresar en voz alta su rechazo a esas tendencias. Ese movimiento, que tuvo diversas vertientes que terminaron aglutinándose en el movimiento “Amarillos” y en la agrupación que terminó siendo conocida como “Centro izquierda por el rechazo”, se ha traducido hoy en dos partidos: “Amarillos por Chile” y “Demócratas”. Ambos se reconocen herederos del legado de la Concertación de Partidos por la Democracia y en su militancia, además de independientes y personas que hasta ahora no habían adscrito a partido alguno, es fácil reconocer a antiguos personeros y dirigentes de los partidos que formaron esa coalición.

Estos dos partidos son el continente de una vocación política que supera la coyuntura y pueden ser aceptados sin mayores dudas como expresión de la vocación centralizadora y reformista que ha caracterizado hasta ahora al electorado de centro. Durante el último período, desde ambos partidos se ha manifestado una clara intención de unión para enfrentar la polarización política del país. Las próximas elecciones de concejales, alcaldes, gobernadores y consejeros regionales son, sin duda, el momento en que esa intención puede manifestarse. Esas elecciones pueden ser, también, el momento en que pueda mostrarse por medio de votos populares cuál es la verdadera raigambre que estos dos partidos, unidos, han alcanzado entre el electorado de centro. (El Líbero)

Álvaro Briones