¿Un gobierno con el PC en la primera línea?-Isabel Plá

¿Un gobierno con el PC en la primera línea?-Isabel Plá

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Más que un ritual entre el candidato ganador y el perdedor de una primaria, el café que se tomaron Gabriel Boric y Daniel Jadue esta semana deja una estela de confirmaciones.

La foto simboliza la presencia constante y sonante del Partido Comunista en la campaña del candidato de la izquierda, con figuras tan emblemáticas como las diputadas Vallejo y Cariola, la alcaldesa Irací Hassler, entre ideólogos, activistas, etc. No es que esté “detrás”, como suele decirse de quienes hacen que las cosas pasen sin hacerse notar, el PC está en la primera línea. Y los posteriores mensajes del alcalde de Recoleta reafirman su influencia en las definiciones políticas, desde “tenemos mucha esperanza, porque vamos a transformar Chile…”, hasta “el día que Gabriel se tuerza un milímetro de la línea del programa, me van a tener a mí primero en la línea de denuncia…”.

Todas las candidaturas surgidas de primarias enfrentan el dilema de conquistar al costado derrotado. Acá hay bastante más que una exigencia táctica, por varias razones. Es evidente el parentesco ideológico entre el PC y el Frente Amplio en general, y Boric en particular. Aun cuando sus estilos son diferentes, el del frenteamplista más estético para adelantarse a temores, el de Jadue confrontacional, sus programas de gobierno coinciden en materias esenciales (economía, pensiones, propiedad privada, libertad de expresión, etc.).

Luego, el PC no es cualquier aliado: es el partido eje de Apruebo Dignidad, por su tamaño, despliegue territorial, experiencia y carácter y, sobre todo, por su ADN inclaudicable, persistente, inflexible. Y, tal vez lo más importante para imaginarse un futuro gobierno encabezado por él, el diputado Boric suele comportarse frente a sus socios políticos como conquistado, no como conquistador, y hasta ahora ninguno de sus intentos de moderación ha logrado superar la prueba, siempre termina persuadido.

Hay preocupación en el ambiente, y es justificada. No es la simple marca comunista lo que genera temor. Es su historia, con un legado de miseria, represión y muerte. Es su presente, con dolorosas huellas en toda América Latina. Es su esencia, que no ha variado en un siglo, y en Chile se siente hoy con mucha fuerza: alteración de las reglas, hasta dar con la que se acomode a sus propósitos (violación de los dos tercios y plebiscitos dirimentes en la Convención); la incitación al odio (expertos en funas), la violencia como motor primordial de cambio social (amnistía a los imputados del estallido); la anulación progresiva de las libertades para opinar, deliberar, disentir. Más que un partido, el PC es una cultura que ha permeado organizaciones sociales, gremios, federaciones estudiantiles y redes sociales, apropiándose de causas legítimas, para imponer su visión única y excluyente.

No es ciencia ficción imaginar que el PC ocuparía un lugar estratégico en un eventual gobierno de Boric. Probablemente no sea casual que, días antes del famoso café, el candidato bajara su programa de gobierno de la web. ¿Con qué cambios será repuesto? ¿Qué exigencias está haciéndole el PC para seguir adelante en las próximas seis semanas?

Para quienes están optando por José Antonio Kast, es la oportunidad de mostrar que ese costado de la derecha tiene fuerza electoral, aun con una probable derrota. Otros estamos convencidos de que Sebastián Sichel tiene no solo la oportunidad de liderar con Chile Vamos un nuevo ciclo político, de progreso con sensibilidad social y recuperación de la estabilidad, sino también la capacidad de construir una mayoría, desde la derecha al centro, imprescindible para ganar.

Chile podría enfrentarse a cuatro años de retroceso, en el mejor de los casos. O a un camino de retorno indefinido. El Partido Comunista pisa fuerte, lo sabemos. (El Mercurio)

Isabel Plá

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