A estas alturas está claro que toda la agenda de la semana girará en torno a la cuenta pública. Y como era obvio, el discurso generó el efecto político esperado: críticas y alabanzas. Es así que, para quienes no existen puntos medios, toda latitud de opiniones puede ser sospechosa, pues de una u otra forma está abriendo espacios en una u otra dirección.
Una cosa es si algunas críticas estaban predefinidas, y por lo tanto se anunciara lo que se anunciara igualmente se habrían producido, pues obedecen a un formalismo político de quien se define de oposición. Desde la “cárcel” opositora no se puede hacer otra cosa. El contenido de la Cuenta es una oportunidad para ponerle un envoltorio “razonable” a la crítica. A esto lo podríamos denominar crítica de “mala fe”. En definitiva, más que de una evaluación racional se trata de una actitud en la que a priori se definen juicios e incluso interpretaciones “torcidas” de lo que se dice.
No obstante, es evidente que otras críticas pueden tener un sustento ideológico, pues responden a ciertas convicciones arraigadas que les permiten a los individuos reaccionar a un discurso. Si bien estas también responden a cierto apriorismo, la diferencia con el apriorismo actitudinal es que el juicio no se encuentra anticipado, sino que se requiere cierta reflexión y descubrimiento de las contradicciones entre lo que se propone (lo anunciado) y la ideología. El problema se sitúa en que el conjunto de creencias ideológicas a veces es ciego a una reflexión compleja, y anticipa juicios coherentes con dichas creencias, pero no necesariamente con la realidad ni lo “correcto”. Y esto que decimos de las críticas predefinidas e ideológicas, también es válido respecto de quienes no admiten más que la alabanza.
Más allá de la polémica, la Cuenta tuvo elementos cuyo sentido aún es poco claro, y otros en que claramente se evidenciaron una clara dirección. En el primer caso, encontramos el anuncio de reforma constitucional para reducir el número de parlamentarios, de 155 a 120, y limitar el número de reelecciones en las que puede incurrir una autoridad. Si bien puede ser discutible el tamaño actual del Congreso, como asimismo la reelección, lo cierto es que ello no necesariamente resuelve los problemas que hoy tiene la política.
Por su parte, las medidas en materia de infraestructura son una buena noticia para generar mayor actividad económica. Asimismo, el sinceramiento respecto de la situación económica, especialmente en materia de crecimiento, introducen realismo y un intento por acotar las expectativas, y sobre todo, dejar en claro lo que significa haber crecido al 4% respecto de un 1%, como lo fue en el período anterior. Por último, lo mismo puede decirse al dejar en claro que las principales reformas hoy están en el Congreso y que depende de los legisladores lo que de ellas se derive. (La Tercera)
Eugenio Guzmán


