Con la nominación del futuro gabinete se inició el próximo gobierno. Verlo mal o escandalizarse es no querer entender. Su lógica es coherente con aquella de campaña. Entra a la cancha sin el complejo de querer “caer bien” a su oposición. Apuesta a conseguir esta vez un respaldo estable de mayorías, con sus ideas y gestión. Refleja también la fuerza alcanzada por el liderazgo del Presidente Piñera.
Hasta se puede considerar premeditado que designe figuras provocativas en áreas sensibles a la oposición, como educación o “valóricas”. Todos saben que ni la gratuidad, ni el aborto volverán atrás. Pero la futura oposición puede distraerse en eso y así, dejar todo el espacio para que el gobierno luzca ante la ciudadanía con obras que ya anuncia.
Reactivación económica, favorecida por la situación internacional y el mejor clima de consumidores y empresarios. Acciones diversas en políticas sociales, abandonadas por la obsesión en estos años de tener una sola, acotada e inacabada política social. Cual fue, concentrar discusión, leyes y recursos en la gratuidad de la educación universitaria (ni siquiera en toda la superior, tampoco en su calidad, menos aún en la preescolar, básica y secundaria); y en favorecer las universidades estatales (ni siquiera aquellas donde estudia el grueso de los hijos de la clase media emergente). Todo el resto de la demanda social ciudadana está a disposición del nuevo gobierno y da muestras de entenderlo.
La ex Nueva Mayoría y sus jirones, viven aún en la inercia de tiempos que ya no son. Se obsesionan con un “legado” que tampoco es. Lo bueno ya es de todos, nadie lo discute ni amenaza. El legado político real, aquel que se obstinan en negar, se llama Sebastián Piñera, desaparición de la Nueva Mayoría, nacimiento del Frente Amplio, sobrevivencia de la centroizquierda solo en discursos cada vez más extravagantes, crisis partidarias tan profundas como subestimadas, desaceleración económica y pérdida de empleos dignos, quiebre entre las reformas ofrecidas y las queridas por la ciudadanía, realidades que cambian y no aciertan a interpretar. Los náufragos de la Nueva Mayoría no tienen futuro si siguen ensimismados en el rescate de un pasado caracterizado por obras mal evaluadas y orfandad de ideas vigentes.
En tanto el Frente Amplio, ahora es parte de la institucionalidad. No le basta ser calle, asamblea y rechazo a lo existente. Deberá pronunciarse sobre propuestas sociales concretas, distintas a sus muy abstractas banderas; y asimilar que su buen resultado no desdice que la derecha interpretó más ciudadanía que ellos. En como ejerza las responsabilidades que la ciudadanía le entregó, se jugará mucho de su futuro.
La oposición puede sin duda complicarle la vida al futuro gobierno. Pero la derecha “social”, por primera vez, tiene la iniciativa, y un espacio ciudadano bastante despejado para avanzar. (La Tercera)
Oscar Guillermo Garretón


