Robert Mugabe dijo una vez que iba a gobernar Zimbabwe hasta los 100 años, llevando al extremo la caricatura del déspota africano dispuesto a todo para mantenerse en el poder.
Aplaudido en 1980 como héroe de la independencia, el jefe de Estado en actividad más anciano del planeta, 93 años, fue retenido en su domicilio este miércoles por las fuerzas armadas, tras mantenerse 37 años en el poder.
«Fue un dirigente formidable pero el poder terminó degenerándolo al punto de que puso a Zimbabwe de rodillas», resumió Shadrack Gutto, profesor de la Universidad de Sudáfrica.
Pero cuando en 1980 Mugabe tomó el mando del país, recién surgido de la antigua Rodesia, una colonia británica donde gobernaba una minoría blanca, su discurso sobre la reconciliación y la unidad le valió elogios a nivel internacional.
El ex prisionero político convertido en un líder de la guerrilla llegó al poder después de que el gobierno de la minoría blanca se viera obligado a negociar, ahogado por las sanciones económicas y la amenaza creciente de la insurgencia. Pero su brillo inicial no tardó en desvanecerse.
En las últimas décadas de su mandato, Mugabe, siempre con sus gafas de sol, se recreó en un papel de antagonista de Occidente. Valiéndose de una retórica virulenta, responsabilizó en sus discursos a las sanciones occidentales de la aguda crisis económica que sufrió el país, aunque estas sólo lo afectaban a él y a sus colaboradores y no a toda la economía.
«Si la gente dice que eres un dictador (…) entonces uno sabe que están diciendo eso simplemente para manchar y socavar tu estatus, así que uno no debería prestarle mucha atención», afirmó en 2013, en un documental.
«Su verdadera obsesión nunca fue la riqueza personal sino el poder», dijo el biógrafo Martin Meredith. «Año tras año Mugabe se mantuvo al mando mediante la violencia y la represión, cargando contra los opositores políticos, transgrediendo a los tribunales, pisoteando los derechos de propiedad, suprimiendo a la prensa independiente y amañando las elecciones», describió.
SITUACIÓN POLÍTICO ECONÓMICA
Tanques bloqueando las calles y los ingresos a la sede del Gobierno; el Presidente, Robert Mugabe, y al menos tres de sus ministros siendo detenidos; y un militar dando un discurso ante las pantallas del principal canal de televisión local.
Así han sido las últimas 24 horas en Zimbabwe, país africano que se encuentra en medio de una crisis política y económica, y que desde la tarde de este martes vive uno de los momentos más caóticos de su corta historia.
El lunes, el jefe de las Fuerzas Armadas, Constantine Chiwenga, había asegurado que se tomarían «medidas correctivas» si se continuaba en la situación política actual.
La advertencia se hizo realidad la noche del martes, cuando el Ejército se tomó las principales calles e instituciones de la ciudad de Harare, la capital del país, y se confirmó una vez que durante la madrugada, un uniformado dijo que se había emprendido una operación contra los «criminales» del entorno del Presidente.
El complejo escenario en la nación africana provocó que los ojos de la comunidad internacional se viraran directo hacia ella y que autoridades de, por ejemplo, Sudáfrica, la Unión Europea o el Reino Unido, llamaran a una solución política.
Pero la tensión tiene un origen: ¿qué está pasando en Zimbabwe y cómo llegó hasta dicha situación?
Zimbabwe es un país joven. En 1972, grupos insurgentes liderados por Robert Mugabe se alzaron contra el régimen racista de la minoría blanca y en 1980 lograron que el territorio colonial hasta entonces llamado Rodesia, se independizara bajo el nombre de Zimbabwe.
Siete años más tarde, Mugabe se consagraría como jefe de Estado junto a su formación política, el Partido Unión Nacional de Zimbabwe (ZANU-FP).
Como máxima autoridad, el líder más longevo del mundo – hoy con 93 años – basó su política en la eliminación de la legislación racista y en la reconstrucción de la economía.
Precisamente, algunas de sus medidas para mejorar las finanzas terminaron siendo clave para que se desarrollara la compleja situación actual. Entre éstas figura una reforma agraria que permitió la ocupación de cientos de granjas, tras autorizarse su expropiación sin indemnización, y que provocó consecuencias negativas para el sector.
A ello se suma una política de control de precios y del cambio de divisas extranjeras. Todo, finalmente, confluyó en un gran problema que hizo conocido al país en sociedades de todo el mundo: la hiperinflación superó un 5.000% y generó que en 2009 la moneda fuera eliminada, comenzando a utilizarse otras divisas.
Esta crisis económica, que generó altos índices de pobreza, vino de la mano con una grave inestabilidad política, que durante el último tiempo se ha visto marcada por las disputas entre la oposición y el Ejecutivo; la esposa del Presidente y el vicepresidente; y ahora entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas.
LUCHA INTERNA
Durante años, el partido gobernante, al igual que Mugabe, se ha visto envuelto en acusaciones de corrupción y de violación a los derechos humanos.
A pesar de que ha sido reelecto y sigue gobernando por las últimas tres décadas, en innumerables ocasiones el partido opositor, el Movimiento por el Cambio Democrático (MCD), y la sociedad internacional, lo ha acusado de fraude electoral.
En 2008, sin embargo, la oposición y el oficialismo lograron una coalición de Gobierno tras meses de negociaciones y protestas.
Pero el principal de los problemas que sufre el Gobierno de Mugabe es la batalla interna entre la primera dama, Grace Mugabe (52), y el ahora ex vicepresidente Emmerson Mnangagwa (75).
Ambos han desatado una crisis política, al disputarse el puesto de sucesor del actual nonagenario Presidente. Mnangagwa, apodado «cocodrilo» debido a su longevidad política, era el más coherente sucesor, considerando que estuvo con Mugabe desde el principio, sirviendo como su asistente durante la lucha de liberación y más tarde como su jefe de inteligencia y ministro de gabinete.
La primera dama, en cambio, ha adquirido notoriedad como una aspirante al cargo, tras convertirse en la líder de la liga de mujeres del partido gobernante.
Pero todo el caos llegó a su punto de máxima tensión el 6 de noviembre pasado, cuando Mnangagwa fue destituido. Fue acusado de «deslealtad y escasa honradez en la ejecución de sus deberes» y cesado de sus funciones.
Esta decisión, para algunos, estaría relacionada directamente con las intenciones de la esposa de Mugabe de llegar al poder. El despido del vicepresidente provocó el enojo de parte de las Fuerzas Armadas, que suelen defender a los ex combatientes de la guerra.
Ante ello, el jefe de la institución, Constantine Chiwenga, advirtió el lunes se tomarían «medidas correctivas» si continúa la purga de veteranos en el partido del Mandatario.
Mientras, Mnangagwa huyó a Sudáfrica y, en un comunicado, sostuvo: «Pronto controlaremos los resortes del poder en nuestro bello partido y país». Sólo un día después, la acción se concretó. Los tanques salieron a la calle, el Ejército se tomó el canal estatal y detuvo a la familia del Presidente Mugabe, quien, según se especula, podría dimitir en las próximas horas. (Emol Agencias)



