Relato del primer viaje en torno del globo

Relato del primer viaje en torno del globo

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Luego que el florentino Américo Vespucio recorriera la costa sudeste del nuevo continente, que llevaría su nombre, y siguiendo el camino trazado por el genovés Cristóbal Colón, sería Magallanes, portugués al servicio de la corona de España, quien descubriera, un 21 de octubre de 1520, el Chile austral y el estrecho de su nombre.

“El Capitán General, Fernando de Magallanes, había resuelto emprender un largo viaje por la Mar Océano, donde los vientos soplan con furor y donde las tempestades son muy frecuentes. Había resuelto también abrirse un camino que ningún navegante había conocido hasta entonces (…)”. Y luego, ya descubierto, Antonio Pigafetta, el cronista del primer viaje en torno del globo, lo describe diciendo: “No creo que haya en el mundo un Estrecho (de Magallanes) más hermoso, ni mejor que este…”.

Y no es una simple coincidencia que estos ilustres navegantes abrieran un camino hacia nuevas tierras, y que Antonio Pigafetta, cronista de Vicenza, compañero de Magallanes embarcado como supernumerario, recibiera el encargo de contar cuanto sucediera en aquel memorable viaje que iniciaran un 10 de agosto de 1519.

Hoy, Chile y el mundo se aprestan a conmemorar, el año que viene, los 500 años del descubrimiento del estrecho que uniría los dos grandes océanos: Atlántico y Pacífico.

La versión original del relato de Pigafetta, que encontráramos en Milán, fue sintetizada para ser muy pronto entregada con buenas nuevas al emperador Carlos V. Una segunda versión, posiblemente copia modificada o reducida de la primera, fue entregada en 1523 a la reina regente de Francia, M. Luisa de Saboya, y otra de similar tenor, al maestro de la Orden de Rodas, entidad de la que A. Pigafetta formaba parte como caballero.

Las Crónicas fueron originalmente escritas en bizarro-veneciano y luego traducidas al español y al francés. El cronista Pigafetta probablemente nunca habría pensado que su histórico relato iniciaría la historia de un mundo globalizado y dinámico, como el que hoy conocemos. Tampoco debiera ser una especial coincidencia que la tripulación que acompañaba a Magallanes en sus cinco naves fuera un variopinto de nacionalidades diversas: alemanes, flamencos, franceses, griegos, indios, británicos, africanos y moriscos, portugueses y veintisiete italianos. Por supuesto que la gran mayoría eran españoles.

En la celebración de estos 500 años del descubrimiento del Estrecho de Magallanes debemos rescatar esta hazaña como propia de los ciudadanos del mundo, que ya desde aquellas épocas pretéritas deseaban interconectarse y conocerse. Fue el inicio de una globalización que nos permitimos llamar del “Espíritu de Ítaca”. Son intrépidos navegantes reunidos por Magallanes, de una auténtica naturaleza humana a recuperar y que el poeta Constantino Cavafis describe magistralmente como si fueran los navegantes de Homero:

“Mantén siempre Ítaca en tu mente, llegar allí es tu destino. Pero no tengas la menor prisa en tu viaje. Es mejor que dure muchos años y que viejo al fin arribes a la isla, rico por todas las ganancias de tu viaje, sin esperar que Ítaca te vaya a ofrecer riquezas”.

Magallanes, descrito por Antonio Pigafetta, es sin duda el Ulises de su época, que pensó más en la riqueza que le ofrecía el viaje y no en el destino trágico de quien sin buscar riquezas materiales abrió la ruta de los dos grandes océanos.

Rescatar esta hazaña y su magistral relato es el desafío que debemos asumir, también mirando las estrellas.

Sergio Romero
Embajador de Chile en Italia

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