Iván Duque, Presidente de Colombia- Alejandro San Francisco

Iván Duque, Presidente de Colombia- Alejandro San Francisco

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La situación no es fácil para la nueva administración, aunque en estos tiempos -no solo en América Latina- gobernar se hace cada vez más complejo, y los gobiernos se ven enfrentados a las críticas y oposiciones más diversas, así como reciben demandas desmedidas en medio de las expectativas crecientes de la población. Para el caso colombiano es necesario agregar una pesada “herencia de Santos”, de la que habló el ex presidente Álvaro Uribe (2002-2010) en un video previo al cambio de mando: con un récord en las plantaciones de coca, crecimiento del narcotráfico y persistencia del terrorismo; el aumento de impuestos, del endeudamiento y de la burocracia; un mal manejo de las relaciones internacionales, con una comunidad internacional que ignora la gravedad de lo que sucede en Colombia.

Pese a ello, en su primer discurso al asumir el mando, Iván Duque enfatizó un mensaje de unidad: “Esta elección es la oportunidad que esperábamos para pasar la página de la polarización, la página de los agravios, la página de las ponzoñas. Yo no reconozco enemigos en Colombia. No voy a gobernar con odios, ni mantengo odios, ni tendré odios hacia ningún colombiano. No existen en mi mente ni en mi corazón venganzas ni represalias, se trata de mirar hacia el futuro por el bien de todos los colombianos”. No es la hora de “Duquismo” ni “Petrismo”, de vencedores ni vencidos, sino la hora de Colombia.

En la ocasión el nuevo gobernante aprovechó de repasar algunos aspectos centrales de su programa de gobierno, en areas como educación y salud, “la lucha frontal contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo”, la inversión, la seguridad y la justicia, la construcción de los consensos necesarios, la lucha contra la ilegalidad y contra aquellos que tienen dineros y armas escondidas: “Pueden tener la plena certeza que obraré como Comandante en Jefe de todos los colombianos para defender nuestra Constitución y que todo el territorio se protejan la vida, la honra y los bienes de los colombianos”.

También recordó a su padre para poner en el centro del discurso dos ideas centrales de su posición política: “Hoy, ustedes no saben cuánto añoro que estuviera en este escenario mi padre. Yo sé que él está desde el cielo acompañándome con sus consejos, con su influencia, con los principios. Mi padre siempre me enseñó que en política se puede tener disensos y se puede mantener diferencias profundas, pero lo que no se puede hacer jamás es fomentar el odio y lo que no se puede hacer jamás es anteponer el interés personal al interés general“.

Un tema que se ha planteado, como crítica y como prevención, es la relación de Iván Duque con Álvaro Uribe. Algunos, generalmente detractores del ex presidente de Colombia, estiman que esa relación, incluso dependencia, podría ser un lastre para Duque, y procuran encontrar en alguna frase o actitud del nuevo gobernante que podría significar un distanciamiento con Uribe, o al menos marcar desacuerdos menores o mayores. Uribe, político talentoso como pocos, lejos de ser un problema ha sido un gran activo en la carrera y campaña de Iván Duque, quien a su vez ha sido muy leal y reconocido hacia su mentor. Así lo reconoció en el discurso la noche del triunfo electoral, y también en su primer discurso como Presidente de Colombia: “Hoy, le agradezco a las personas que apostaron por esta campaña y esta coalición, y empiezo por agradecerle a Álvaro Uribe Vélez”. Entre Uribe y Duque no hay tensión sino continuidad; no hay sentimientos secundarios, sino legítimo orgullo y mutua admiración; no hay rivalidades pequeñas, sino colaboración en un proyecto común para Colombia. Se puede estar a favor o en contra de sus posiciones, pero es necesario entenderlo para una adecuada comprensión de proceso político vivido por el país en los últimos años y por el que comenzará a experimentar bajo la presidencia de Iván Duque.

Por eso, lo que corresponde ahora es ver cómo enfrenta Iván Duque la dura tarea que viene por delante, cuando él mismo señaló en su discurso inicial que “el objetivo nuestro no es llegar a la Presidencia, el objetivo nuestro es la transformación de Colombia, de ese país próspero que tanto anhelamos”. Lo primero ya ocurrió el pasado 7 de agosto: el objetivo es un sueño que se encontrará con dificultades y ciertamente es mucho más difícil y arduo, más ambicioso y lejano, aunque sin duda apasionante. Son las páginas de la historia de la Colombia de Iván Duque, que han comenzado a escribirse, y sus resultados no solo tendrán influencia en este país, sino que seguramente influirán en toda América Latina. (El Líbero)

Alejandro San Francisco

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