¿Era Stalin feminista?-Carlos Larraín

¿Era Stalin feminista?-Carlos Larraín

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José Stalin, cariñosamente apodado Koba, era un tipo poco atractivo, feo, chico, con marcas de viruela que disimulaba con afeites, y con un brazo tanto más corto que el otro, que no podía rodear la cintura de su pareja en los bailes “lentos”. De ahí que cultivara los bailes caucasianos, que se traducían en muchos brincos y gritos estentóreos. Como si todo eso fuera poco, Koba era palmípedo, tenía los dedos de los pies pegados por membranas. Por eso no le gustaba sacarse los calcetines. En suma, era muy matapasiones.

Así y todo, tuvo muchas mujeres, casado con al menos algunas (la primera por la Iglesia Ortodoxa), arrejuntado con otras, Yekaterina, Tatiana, Stefanía. El matrimonio con Nadia Alliluyeva, esta vez por el civil soviético, fue complicado. Koba, siendo ella niña, la rescató de una ola en el Mar Negro, donde veraneaban.

Años después se reencontró con ella, la colocó de secretaria de Lenin, para saber lo que este se traía entre manos (trató de bloquear a Stalin, de quien desconfiaba, pero fracasó). Stalin, en la cúspide, la llevó a vivir al Kremlin, ciudad-fortaleza. Pero Nadia se puso melancólica, a pesar de que Koba la sacaba a pasear en su Rolls Royce descapotable. La convivencia en el Kremlin era bastante promiscua y el Gran Arador era también un gran picaflor, hasta que una noche Nadia se mató por celos con una pistola Mauser. Dejó una niña, Svetlana, que ya de mayor emigró a América del Norte.

Pero los atractivos de Koba eran inagotables, y pudo mantener muchas relaciones en simultáneo. Cabe preguntarse, ¿serían todas ellas víctimas o las movería el atractivo del peligro y de lo desconocido para las primeras, y más adelante, acercarse a la encarnación del poder sin límites. ¿Quién utilizó a quién: el sátrapa instalado o las mujeres respingonas que le gustaban a Koba?

Además del magnetismo del poder, Koba cultivaba la poesía para encantar. Él mismo recitaba y todos debían aplaudir o incluso echar un lagrimón al escuchar tal despliegue de sensibilidad: “Cuando la luna llena y luminosa deriva por la bóveda celestial, y que su luz nos irradia, jugando sobre el horizonte azul. Cuando la canción del ruiseñor se desgrana en el éter… A esa hora yo también, deprimido, me encuentro con la bruma de la tristeza”.

Hoy en día no es necesario volar a tales alturas poéticas para persuadir a las seguidoras de Las Tesis, pero este breve desvío ilustra que incluso el más implacable de los tiranos del siglo XX rendía pleitesía a la delicadeza y sensibilidad femeninas ahora tan despreciadas.

La vida de Stalin siguió en el curso destructivo que ha sido descrito con las limitaciones de lo ajeno y la distancia. En materia amatoria también batió todas las marcas. Lo que aquí se relata es extractado de un libro llamado “Femmes de Dictateur” por Diane Ducret, para quien desee conocer más. (El Mercurio)

Carlos Larraín Peña

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