El voto importa, y mucho- Patricia Politzer

El voto importa, y mucho- Patricia Politzer

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No es raro escuchar que ir a votar da lo mismo, que nada cambia después de las elecciones. Al día siguiente –dicen– igual habrá que salir a trabajar, como si se tratara de ganarse el Loto.

En los últimos días las evidencias de que no da lo mismo han sido varias, y en distintos ámbitos. Partamos por el Congreso.

Después de dos días y una noche, el Senado aprobó la despenalización del aborto en tres causales (peligro para la vida de la madre, inviabilidad del feto y violación). El debate fue intenso y el resultado estrecho. ¿Sabe usted cómo votaron los senadores que eligió o los que fueron elegidos porque usted no fue a votar? La decisión que tomó hace 4 años fue determinante en lo que ocurrió esta semana.

La senadora Jacqueline Van Rysselberghe, presidenta de la UDI, y otros senadores de Chile Vamos, anunciaron que –si el proyecto es finalmente aprobado en todas las instancias legislativas– pedirán al Tribunal Constitucional (TC) que revierta tal decisión. Si usted votó por ella o algunos de los senadores de derecha que recurrirán al TC, está respaldando esta acción.

No da lo mismo que se apruebe o no la despenalización del aborto. Esto influye directamente en la vida de miles de mujeres. Dado que en Chile el aborto solo puede ser una práctica clandestina, no existen cifras precisas, pero se calcula que se producen entre 60 mil y 200 mil abortos al año. Las condiciones de dichos procedimientos son muy disímiles, y el aborto sigue siendo la tercera causa de mortalidad materna producto de las complicaciones médicas de las malas condiciones en que se practica. El riesgo de muerte por aborto se duplica en mujeres menores de 20 años, y es cinco veces superior en las menores de 15. El voto sí importa, y mucho.

En la Cámara de Diputados, por su parte, la atención estuvo puesta en la educación superior. El debate también fue intenso y finalmente se aprobó –entre otras cosas– la gratuidad para el 60% de los estudiantes más pobres a partir de 2018. ¿Usted está de acuerdo con esta medida? ¿Sabe cómo votaron los diputados por los que usted votó o los que fueron elegidos porque no fue a votar? No da lo mismo si se aprueba o no la gratuidad para las familias más pobres. Son miles de jóvenes cuyas posibilidades de convertirse en profesionales dependen de si tendrán que pagar o no por sus estudios universitarios.

Después de observar los paisajes maravillosos que produce la nieve, después de ver la alegría de los niños con los monos de nieve, vino el brusco aterrizaje a la ausencia de luz –y en algunos casos también de agua– que se prolongó de manera inexcusable durante varios días. El malestar explotó en demandas judiciales y protestas callejeras. ¿Puede el voto cambiar situaciones como esta? Por supuesto, de las autoridades que los ciudadanos elegimos dependen las normas que rigen el quehacer empresarial.

Durante años escuchamos que las empresas públicas eran ineficientes y caras. Los servicios públicos se privatizaron en ese entendido, pero lo que estamos viendo desde hace demasiado tiempo son servicios caros, que responden tarde y de manera ineficiente a las necesidades de los usuarios. Las compañías “externalizan” o “subcontratan” distintas funciones de su quehacer, pagando mal y exigiendo poco. Los controles a las grandes empresas son escasos y las multas por sus infracciones son irrisorias. ¿Sabe usted si las autoridades por las cuáles votó o las que se eligieron sin su voto creen que la autorregulación es la fórmula ideal, que la fiscalización debe ser la mínima para estimular la inversión?

La eficiencia y el costo de los servicios afecta cotidianamente nuestras vidas.  No da lo mismo votar o no votar, si existieran multas altas y dolorosas, las empresas serían rigurosas para asegurar que sus servicios no fallen más allá de accidentes reales, entre los que –por cierto– no caben temporales previsibles y anunciados.

El voto también importa frente a decisiones simbólicas. El programa presidencial de Sebastián Piñera contempla la construcción de un Museo de la Democracia para enaltecer nuestro proceso de transición a la democracia. Curioso proyecto, cuya temática sería más propia de un seminario. Cabe preguntarse cuáles serán los aspectos que se pretende destacar. ¿El tránsito pacífico de la dictadura a la democracia? ¿El aporte de lo que se llamó “democracia protegida”, con su sistema binominal único en el mundo y sus senadores designados? ¿La decisión política de no investigar el proceso de privatización de empresas que se llevó a cabo durante la dictadura? Las preguntas pueden ser infinitas.

Pero quizás lo más relevante es saber si este museo busca ser una contraparte o una suerte de empate al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Eso sería grave, porque mientras las formas y políticas que adopta la democracia deben estar siempre cuestionándose para mejorarlas, el respeto a los derechos humanos exige consenso y respeto absolutos. De esto depende que una democracia sea sólida y estable.

Más allá de lo que quieran contarnos en su propaganda electoral, será importante saber qué piensan los candidatos a la Presidencia y al Parlamento sobre temas tan diversos como los planteados en esta columna. El voto importa, y mucho. (El Mostrador)

Patricia Politzer

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