El virus en campaña

El virus en campaña

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La tentación de hacer recaer en el Gobierno el desastre de la pandemia con su multitud de ahogos y de muertes es muy alta.

Pero desgraciadamente algunos candidatos y algunas candidatas de la oposición acaban de ceder irreflexivamente a ella.

Este viernes han firmado una carta abierta en la que denuncian una “irresponsable inacción” del Gobierno y exigen medidas “inmediatas” para poner atajo a la pandemia. Al leer la carta da la impresión de que sería tan obvio frenar la pandemia que solo un instinto genocida inconfesado explicaría que hasta ahora el Gobierno no lo hubiera hecho.

Es incomprensible que espíritus reflexivos, como H. Muñoz o Paula Narváez, hayan cedido a esa tentación.

Por supuesto, es parte de la tarea de la oposición hacer el escrutinio de los actos del Gobierno y formular críticas allí donde este último las merezca (y no cabe duda de que el gobierno de Piñera merece más de las que cabrían en una carta, incluso si la escribiera un grafomaníaco); también es propio de quienes no están en el gobierno hacer presente ante la opinión pública la tardanza en el actuar gubernamental si la hubiera (y no hay duda de que la ha habido); era previsible que alguien necesitado de visibilidad solicitara, frente a los números de este viernes, la renuncia del ministro de Salud (aunque lo más probable, habría que advertir a quien la solicitó, que es probable que ni el virus se detenga porque Paris renuncie o que quienes ya están enfermos mejoren), e incluso es comprensible que la oposición guarde silencio frente a los éxitos relativos que el Gobierno alcanza o que los relativice como una cosa menor, o que diga, como lo ha hecho un precandidato, que el ministro Paris carece de logros, porque los que exhibe se habían logrado antes que él asumiera (motivo por el cual el precandidato debió en su momento, cosa que no hizo, elogiar a J. Mañalich).

Todo eso es comprensible y forma parte del juego democrático que, como todo el mundo sabe, está tapizado de ese tipo de actitudes.

Todo eso es perfectamente comprensible.

Lo que no es comprensible es que un conjunto de políticos y políticas, todos autónomos e inteligentes, mal escriban una carta pública del tenor de la que han firmado y arriesguen así transformar la pandemia y su conjunto de ahogos y de muertes en un tema de la campaña presidencial, creando la oportunidad para que mañana la cifra de muertes se exhiba como una muestra de lo acertado de la crítica (“¿Ven?”, dirán. “Lo afirmamos en nuestra declaración del día nueve de abril, pero el Gobierno no nos hizo caso, y ahí están los muertos y ahí, los responsables”) o que, al revés, se subraye su disminución como un resultado de la alarma desatada por esta misma declaración (“¿Ven?”, dirán entonces. “Gracias a la alarma que subrayamos, el Gobierno aceleró sus medidas y la población tomó cautelas”). No es comprensible un oportunismo tan obvio y tan sin riesgos solo semejante al que la derecha tuvo en su momento con la presidenta Bachelet y el tsunami. Pero un oportunismo sin riesgos es lo que configura la decisión de esos candidatos y candidatas de unirse en torno a la pandemia, usando el miedo y el dolor que causa en la población como amalgama.

¿Acaso no salta a la vista que esa forma de hacer campaña presidencial —sirviéndose de la peor pandemia de que se tenga recuerdo y donde todos hasta ahora han fracasado— terminará dañando a la política y, lo que es peor, desalentando los esfuerzos que se han hecho para controlarla?

Es demasiado obvio que esta declaración emplea la pandemia y los dramáticos resultados de este viernes como una oportunidad para que el colapso sanitario que se teme permita alcanzar la unión que las ideas, los programas y la visión del pasado reciente hasta ahora no han logrado. Allí donde el cemento de las ideas no existe —parecieron pensar los ideólogos de esta declaración— está a disposición la amalgama de una pandemia incontrolable.

Entre quienes firman esa declaración hay pocas cosas en común —desde luego, algunos miran con verdadero asco el desempeño político de algunos otros—, salvo haber avistado este viernes una oportunidad de jugar a ganador a costa de la pandemia. A ganador, porque, como ya se dijo, sea cual fuere el resultado, podrán exhibirlo de su lado: la demasía de muertos si los hay se deberá a que el Gobierno no los escuchó; la disminución y la mejora. a la alarma que su carta desató.

Demasiado obvio y seguro para ser considerada una acción política provista de la integridad que la democracia y los días que corren reclaman. (El Mercurio)

Carlos Peña

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