Chile no se ha jodido

Chile no se ha jodido

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¿En qué momento se había jodido Chile? Eso parecen interrogarse hoy políticos y columnistas de la plaza, parafraseando el comienzo del libro “Conversación en La Catedral” de Mario Vargas Llosa. Lo cierto, es que nuestro país no se ha jodido. Aunque en medio de toda la vorágine de estos días cueste un poco, los invito a reflexionar en la enorme oportunidad (y gran desafío) que nos ofrece este verdadero despertar chileno para poder construir un mejor país.

Lo vivido estos días se trata, sin duda alguna, de una coyuntura crítica que debemos convertir en la base para erigir un país de iguales. Una patria sin abusos y donde las enormes brechas de desigualdades que existen hoy comiencen a dar paso a puentes de oportunidades (que no pueden ser de cartón) para los chilenos.

Este transversal despertar de la ciudadanía exige un esfuerzo de todos. En la actualidad, hay camarógrafos que ganan una miseria en comparación con los “rostros” de los canales; contribuyentes de altos ingresos que deberán aportar más y también autoridades que parecen insensibles ante las angustias de la población (¡no más frases para el bronce!).

Hasta hace poco, creíamos que lo estábamos haciendo muy bien como país. La justificación era que Chile tenía crecimiento económico y estabilidad fiscal. Parecía que estábamos bien porque el Excel cuadraba en cada ejercicio presupuestario.

Lo que esta primavera donde se manifestó la ciudadanía nos demostró, es que eso no era así. Todo Chile se levantó para enrostrar responsabilidad al empresariado, a los políticos, instituciones y también a los mismos ciudadanos que no hemos sido suficientemente empáticos para ponernos en el lugar de los jubilados, los que han sido víctimas de abusos, colusiones, los endeudados, los niños del Sename, los que sufren la violencia del narcotráfico y la ausencia del Estado. Tenemos que crecer, pero sin perder de vista el principio de justicia subyacente a los ejemplos anteriores.

Las demandas y manifestaciones de estos días no le pertenecen al Partido Comunista ni al Frente Amplio. Son de los chilenos de a pie. Por eso, los tímidos intentos de algunos por subirse al carro que puso en marcha la ciudadanía (como diputados increpando militares en Plaza Italia o alcaldes incitando a la violencia en las marchas) no dieron resultado. Para ser más directos, esos que han intentado erigirse como adalides de las manifestaciones terminaron dando la hora.

Este proceso de cambio no quedará en la historia como una transformación “desde arriba”, digitada por elites iluminadas, sino que será recordada como un cambio “desde abajo”, desde la ciudadanía. No es una revuelta de los chilenos más desfavorecidos exclusivamente: es una demanda masiva y transversal que abarca desde La Pintana, pasando por Ñuñoa y llegando al barrio alto.

La gran mayoría de quienes se han manifestado condenan el vandalismo. Con ello en mente, es necesario que el humo de los neumáticos quemados no nos impida de alzar la mirada para ver la gran masa de ciudadanos que se ha manifestado transversalmente por un país más justo.

Desde la política se debe responder con sentido de urgencia, con humildad y sin populismo. Demostrar que todos creemos que no deben existir chilenos de primera clase y otros de segunda. La toma de decisiones y la comunicación política deben nutrirse de mayor empatía. En simple, no solo escuchar a los economistas que estudiaron en Estados Unidos, sino que también, y más, a los alcaldes (de todos los colores), a los ciudadanos de a pie y a las organizaciones sociales de distinto signo. El crecimiento y el mérito son fundamentales para el progreso, pero ese discurso (y las políticas asociadas) sólo harán sentido si va acompañado de mayor justicia y solidaridad.

En medio de la grave crisis social y de representación que vive nuestro país actualmente, requerimos reformas urgentes que asuman con honestidad (y mucha humildad) que nuestro país cambió. Ello no implica hacer reformas a matacaballo. Pero tampoco, quedarnos inmóviles.

Raya para la suma, Chile no se ha jodido. Muy por el contrario, ante nosotros tenemos una oportunidad histórica de avanzar hacia una mejor sociedad donde junto al mérito individual y el progreso, sumemos la solidaridad y la justicia. De esta crisis o salimos todos juntos o nos quedaremos estancados en un proceso de modernización trunco, pensando con nostalgia en lo que pudo llegar a ser… (La Tercera)

Tomás Fuentes

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