Por otra parte, el Partido por la Democracia, en declaración oficial, valora al presidente de la Asamblea Parlamentaria en la medida que se oriente su actuación hacia una salida democrática mediante elecciones libres, secretas e informadas. Asimismo, liderazgos tan importantes como el expresidente Ricardo Lagos y la senadora Isabel Allende del Partido Socialista -esta última en su reciente intervención en la Asamblea de la Internacional Socialista ocurrida en la República Dominicana- han asumido la misma orientación.
Para poder tomar una decisión desde la izquierda, con sus múltiples expresiones políticas y culturales, es fundamental analizar y contextualizar el proceso político venezolano en las últimas décadas. Venezuela también tuvo su Pinochet, el dictador Pérez Jiménez destituido en 1958. A partir de ese hecho se inició un proceso democrático, con sus fortalezas y debilidades, a partir del denominado pacto de punto fijo que le entregó la conducción del país a dos grandes fuerzas políticas que se alternaron en el poder durante 40 años.
Una de ellas era el Copei (centroderecha) y la otra fuerza era Acción Democrática (centroizquierda). Fue esta Venezuela, junto con Colombia, las lagunas democráticas dentro de un subcontinente asolado por las dictaduras militares en la década del 80. Este acuerdo político colapsó en los 90 producto de que no pudo resolver la crisis social, política y económica derivada de la corrupción y de un porcentaje de la población bajo la línea de la pobreza que superó el 50%, no obstante ser un país riquísimo en recursos naturales, particularmente el petróleo, y que recibió por esta vía, al ser miembro OPEP, los beneficios de este cartel durante los 70 y los 80.
La crisis de este sistema político vía golpe de Estado fue la ascensión al mando del comandante Chávez. Este liderazgo, apoyado en una fortaleza carismática y una retórica revolucionaria, condujo al país por la vía del socialismo del siglo XXI y de una identidad propia, como fue la revolución bolivariana. Este proyecto, por razones obvias, fue rechazado por la derecha venezolana y, particularmente, por los Estados Unidos desde el inicio.
A su vez, esto condujo a Chávez a acercarse a los regímenes más comprometidos en la región por esta vía, como Nicaragua, Cuba; Ecuador, en su momento, y Bolivia, concretando junto a otros países menores el denominado ALBA. El proyecto chavista, por su orientación y en el marco de un muy buen precio del petróleo, logró enormes avances sociales que percibieron los sectores populares de la sociedad venezolana vía asistencialismo y múltiples subsidios. Esto, a su vez, permitió durante largo tiempo que el chavismo ganara 18 de las 19 elecciones de todo tipo efectuadas en dicho país. No obstante su orientación, a Chávez se le reconoció su legitimidad democrática, tanto así que en su funeral, varios mandatarios latinoamericanos, entre ellos el Presidente de Chile en ese minuto, Sebastián Piñera, concurrió a sus exequias.
El liderazgo sustituto -Maduro- no tenía ni tiene el carisma y la fortaleza de Chávez, su política social entró en crisis producto de la baja en el precio del petróleo y de una gestión en la empresa estatal que lo produce absolutamente ineficaz. A partir de ahí se inicia la crisis política, social y humanitaria que envuelve a Venezuela. Sucesivas medidas de Maduro, en mi opinión, rompieron la cualidad democrática de Venezuela expresada a través de la concentración del poder en el Ejecutivo no respetando la separación de poderes, la libertad de expresión y de prensa, y el pluralismo político.
La crisis de esta democracia, en todos sus planos, ha derivado en el escenario actual donde nos encontramos en una situación límite, enfrentadas dos fuerzas cuyo dirimente lo constituyen las fuerzas armadas venezolanas, el peor escenario para una salida democrática. Por todo lo anterior, es que pertenezco a una fuerza política que reconociendo la historia, no desconoce bajo ningún contexto ni circunstancia el valor de la democracia, y la respuesta -en nuestra opinión- a la crisis venezolana es más y no menos democracia, es más y no menos separación de poderes, es más y no menos libertad de expresión. De la manera que para una parte importante de la izquierda chilena, el no reconocimiento a Maduro en la actual coyuntura no es comprarse el discurso de la derecha mundial, latinoamericana y venezolana, no es ser aliado de Trump y Bolsonaro, es ser coherente con los principios de la izquierda democrática, sobre todo a partir de la lección que nos dejó el golpe del 73 y los 17 años de dictadura.
Para la izquierda siempre la resolución de los problemas políticos, económicos y sociales es más democracia y jamás la dictadura en ninguna de sus orientaciones. Ojalá las fuerzas en pugna en Venezuela encuentren un punto que permita a los venezolanos, en elecciones libres, democráticas e informadas, con la supervisión internacional, reencontrarse en la paz cívica y en la superación de la crisis económica y humanitaria en que viven. (El Mercurio)