Una izquierda sin reflexión- Ernesto Silva

Una izquierda sin reflexión- Ernesto Silva

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Ya van algo más de cinco meses de gobierno del Presidente Piñera. A lo largo de este tiempo se observan comportamientos muy diferentes en uno y otro lado del espectro político. La coalición oficialista han logrado acompañar su acción política de una reflexión y autocrítica permanente; eso le ha permitido aprender y mejorar. De hecho, no todo ha sido aciertos. Se han cometido errores, pero ha existido la capacidad de repensar para dimensionar dichos desaciertos, se han corregido los errores, se han asumido los costos, y se ha seguido adelante con la agenda de gobierno.

En este mismo período, la oposición de izquierda no puede decir lo mismo. Pareciera que no ha logrado instalar una capacidad de reflexión que le permita entender su derrota -y el triunfo de la centroderecha-, ni sintonizar con el Chile del futuro. La radicalidad, la dureza y las frases fuertes han primado por sobre el sentido común, la sensatez y la capacidad reflexiva de las coaliciones de izquierda. Sin esta capacidad de reflexión, es muy difícil pensar en una centroizquierda que construya una alternativa de futuro.

¿En qué se manifiesta esta falta de reflexión? Veamos algunos ejemplos. En primer término, en no tener un diagnóstico de su profunda derrota electoral de noviembre y diciembre pasados. Por la forma en que se conduce, pareciera no haber reflexionado sobre ésta ni sobre el fracaso del experimento radical de la retroexcavadora. La desconexión del gobierno de Michelle Bachelet con las prioridades y el sentido común de los chilenos de clase media, la falta de calidad en la ejecución de sus medidas y la opción de la radicalidad por sobre la gradualidad, no encajaron con una ciudadanía que tiene problemas concretos que necesitan solución, y que sabe que todo proyecto modernizador requiere como base del crecimiento económico. Esa reflexión no parece haber tenido espacio hasta ahora en la coalición opositora.

En segundo lugar, los resultados de la encuesta CASEN presentados la semana pasada dan cuenta que Chile no progresó en materia de reducción de la pobreza multidimensional ni en la reducción de la desigualdad de ingresos. La apuesta igualitarista de la ex Nueva Mayoría no logró avanzar en sus propias metas.No logró ni lo uno ni lo otro: el país creció muy poco y la desigualdad se mantuvo sin mejorar. La izquierda quedó en el aire, desconcertada y sin banderas. ¿Qué explica que sus principales objetivos no lograran materializarse a pesar de haber ejecutado literalmente su programa de gobierno? ¿Cuál es la reflexión que realiza a la luz del fracaso de su apuesta programática? ¿Cuál es el camino para revisar y reformular su propuesta hacia el futuro? Nada de eso aparece hoy a la vista de los observadores de la opinión pública.

En tercer lugar, y a falta de una reflexión sobre sus propios fracasos, la izquierda parece intentar revivir la polarización y la confrontación como elementos aglutinadores del sector, sin someter dicha estrategia al cedazo o escrutinio de la pausada reflexión. Esta estrategia ha funcionado parcialmente, pero centrada en rememorar el pasado, no en articular el futuro. En efecto, a raíz de la polémica sobre el Museo de la Memoria, la izquierda se reagrupó, se aglutinó y se unió. Pero sólo respecto al pasado. Sí, porque al profundizar su estrategia de confrontación en el presente y el futuro, sólo han obtenido fracasos. La acusación constitucional contra el ministro de Salud fracasó, en parte porque el sentido común de varios en la propia coalición de izquierda les hacía ver que ésta no tenía méritos ni fundamentos suficientes. A ella se suman la actual solicitud de remoción del Fiscal Nacional del Ministerio Público y la acusación constitucional de tres ministros de la Corte Suprema. Incluso en la propia centroizquierda hay quienes manifiestan su preocupación por el camino utilizado. Una cosa es discrepar legítimamente de las decisiones adoptadas por las autoridades, pero otra cosa distinta es pretender remover a quienes tomen decisiones que no me gustan. Esto último puede llevar a abusar de la institucionalidad y pretender someter a poderes independientes a actuar según le parezca al poder político. Avanzar en esta línea de acción puede conducir a un deterioro institucional severo, que -de existir mayor reflexión interna en la izquierda chilena- probablemente no habría sido adoptado.

Por último, y tal vez como una posible explicación de lo anterior, pareciera que la izquierda ha perdido a líderes que elaboren y conduzcan a la reflexión sensata y abierta, siendo reemplazados por intelectuales radicalizados que activan a las huestes pero que miran el país en blanco y negro, en una separación total entre buenos y malos, sin matices ni sutilezas, y sin conectar sus palabras con acciones que ellos mismos lideren e implementen. Personas como Agustín Squella, Ricardo Lagos Escobar, Eduardo Boeninger, José Joaquín Brunner, por mencionar algunos ejemplos, dotaron durante mucho tiempo a la centro izquierda de una reflexión pausada, con mirada de largo plazo, y capaz de ofrecer una alternativa para Chile. Hoy, esa capacidad de reflexión parece no estar, y algunos de sus antiguos exponentes han tenido incluso que cambiar de audiencias para mantener vivas sus reflexiones.

Hoy la izquierda no muestra capacidad de reflexión y, de mantener dicha incapacidad, arriesga mantenerse en la batalla de la polarización y carente de constituirse en una alternativa de futuro. (El Líbero)

Ernesto Silva

 

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