Este contraste es fruto de la celeridad en que vivimos, sin muchos cuestionamientos de opinión, donde se entremezclan héroes y demonios.
Escuchamos sospechas chillonas que se capturan y escurren como chismes por las redes, que son imposibles de disipar o controvertir.
La saltarina realidad va modelándose según los objetivos de alguna parte interesada y se repite como verdad para la audiencia, aunque los hechos en los que se funde sean falsos pero «construidos» como verdaderos.
Se alza así una nueva forma de cultura, gestionada por la repetición constante e inveterada de noticias -fundamentalmente en las redes digitales- que requieren renovarse de modo cotidiano para entretener al público, facilitando el quiebre de la confianza con que algunas plataformas manipulan la realidad a través de mensajes teñidos de acusaciones desconsoladas que van configurando una atmósfera moral contaminada.
Se hace necesario mantener nuestras habilidades para desafiar esta corriente, con independencia del espectáculo que ellas exhiben, de los embustes que en ella circulan y que, lamentablemente -en forma cada vez más frecuente-, germinan con ropaje de verdad.
Asimismo, se hace necesario identificar los conductos por los que fluyen estas noticias, que constantemente informan, orientan, pero también transforman, exageran y desinforman, como un torbellino que deambula entre un estado de lacerantes falsedades o de divinas imposturas, conforme a la realidad paralela que pretenden construir. (El Mercurio Cartas)
Abogado