Un Gobierno a la deriva

Un Gobierno a la deriva

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La derrota que propinó el Senado al Presidente Gabriel Boric al rechazar la nominación de José Morales como Fiscal Nacional profundiza el complejo momento por el que atraviesa el inexperto Mandatario.

El rechazo del Senado, por primera vez desde que existe el cargo, al nominado por Boric apunta también a un problema mayor para el Gobierno. La coalición oficialista no tiene un líder que sea capaz de poner orden. El precedente que sienta esta derrota es especialmente preocupante, toda vez que La Moneda tiene la necesidad de alinear a sus legisladores en los próximos meses para lograr promulgar la reforma tributaria, la reforma de pensiones y revivir el proceso constituyente.

El proceso de nominación del nuevo Fiscal Nacional muestra la poca capacidad de conducción de Boric y la ausencia de una hoja de ruta para su Gobierno.

Entre los cinco nombres presentados por la Corte Suprema para que el Presidente escogiera uno y lo sometiera a ratificación del Senado no había ninguno que pudiera ser considerado un candidato de La Moneda. De entre los que habían postulado, la Defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, parecía ser la candidata favorecida por el Gobierno. Pero la Corte Suprema no pareció demasiado impresionada por las credenciales de esta abogada que, durante el estallido social, relativizó la violencia cometida por los manifestantes.

A fines de 2019, la Defensoría de la Niñez difundió, incomprensiblemente para cualquier institución que debe resguardar el estado de derecho, un video que llamaba a los niños a saltarse los torniquetes. Aunque Muñoz insistió en que eso era solo una metáfora, el hecho que el estallido se haya iniciado con las protestas de estudiantes que se saltaban los torniquetes y no pagaban su pasaje del Metro (“evadir, no pagar, otra forma de luchar”, cantaban) hace pensar que la Defensora de la Niñez carece del criterio y madurez para ocupar el cargo de Fiscal Nacional (y también, por cierto, para seguir ejerciendo el de Defensora de la Niñez).

Como debía nominar a una persona que pudiera alcanzar una mayoría de dos tercios de los 50 senadores, el gobierno de Boric optó por nominar a Morales, esperando que un número suficiente de senadores de derecha le diera su apoyo.

Pero, aunque efectivamente varios senadores de derecha votaron a favor, varios senadores de la propia coalición de Boric -que, como el mismo Gobierno lo reconoce todo el tiempo, son en realidad dos coaliciones, el Socialismo Democrático del PS, PPD y PRSD, y la coalición del Frente Amplio y del Partido Comunista-ya sea no estuvieron ese día en el hemiciclo, se abstuvieron e incluso votaron en contra.

La derrota del Gobierno obliga a que Boric deba escoger entre los otros tres nombres que quedan en la lista (uno de los nominados por la Suprema se autoexcluyó del proceso por motivos personales).

El desafío para la Ministra de Justicia es particularmente complejo. La poca y nula experiencia que tiene la socióloga Marcela Ríos en las complejas formas de operar que tiene el Poder Judicial y que practican los abogados en el país no es un buen augurio para las semanas que se vienen.

Aunque tener a la Fiscalía descabezada es un problema mayor (especialmente en el contexto de la ola de delincuencia que azota al país), esta última derrota desnuda un problema todavía más grande. Así como La Moneda nunca tuvo un plan para ayudar a que el proceso constituyente tuviera un final feliz, el gobierno de Boric nunca tuvo un plan para abordar exitosamente el proceso de nominación del nuevo Fiscal Nacional. La improvisación fue la única constante en ambos procesos que terminaron en un fiasco y que representaron duras derrotas para la administración.

Pero si miramos con calma todo lo que ha ocurrido desde que Boric asumió la presidencia, podemos ver que la tónica del gobierno ha sido la ausencia de un plan. En materia económica, las riendas las lleva Mario Marcel. Pero Marcel está avanzando su propio proyecto, no el programa de gobierno de Boric, que proponía una reforma tributaria mucho mayor y pregonaba el fin del modelo neoliberal. Marcel, en cambio, solo quiere recaudar más fondos para financiar la reforma previsional y más gasto social y se siente plenamente cómodo con otros aspectos del modelo, como el libre comercio (cuestión a la que Boric siempre se opuso como legislador).

La ausencia de una hoja de ruta para el Gobierno se empeora cuando queda en evidencia que La Moneda no tiene un líder que marque cuál es el norte. Boric sigue siendo un líder de oposición que gusta más de recitar poemas de Neruda que de forjar un cambio sostenible y plausible. Mientras su Gobierno se resiste a depositar la ratificación del TPP-11, Boric incomprensiblemente declara que quiere que China sea parte de ese tratado al que él siempre se opuso. Aunque dice querer atraer inversión extranjera, el Presidente casualmente admite que Chile es un país lleno de problemas. Su Gobierno se dedica a trabar inversiones más que a facilitarlas, con el consabido costo a la creación de empleos y al crecimiento económico para 2023 y 2024.

Hoy por hoy, el gobierno de las coaliciones no tiene ni hoja de ruta ni líder. Mientras Gabriel Boric no entienda que es hora de ponerse corbata (figurativamente) y de asumir su condición de líder de la coalición, el suyo seguirá siendo un gobierno a la deriva.

Patricio Navia