Trust-Adriana Valdés

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En la lengua cotidiana, significa confianza, confiar. En la de los financistas, fideicomiso, fondo fiduciario. En latín, fide et fiducia es un lema bancario muy utilizado: “fe y confianza”. No sé cómo harán para traducir al castellano el título de “Trust”, novela de Hernán Díaz escrita en inglés. El autor ya se hizo famoso con su novela anterior, “A lo lejos”, finalista del premio Pulitzer. Nacido en Argentina, criado en Suecia, habitante de los Estados Unidos.

Tiene personajes y muy buenos, cierto; pero es sobre todo una novela sobre el dinero, gran personaje, ausente de gran parte de la narrativa norteamericana, dice el autor. Y sobre dar crédito, es decir, creer. Sucede en Nueva York y Suiza, entre los años de 1922 y 1932; en 1981 algo se descubre que hace repensar las historias anteriores. Son en realidad cuatro relatos: una novela, unos apuntes para memorias, la historia de una biografía por encargo y finalmente un documento que dejaré en el misterio para no echarles a perder la lectura. (La lectura de este libro es un placer. Del consumo sofisticado. Alto kitsch. Éxito está siendo, de público y de crítica. Da para conversaciones muy entretenidas.)

La confianza que está en juego es la confianza en los narradores, si les damos o no les damos crédito. Quienes hablan en este libro ficcionan, es decir, mienten. Hay quien lo hace en las convenciones de la novela: la ficción, según Coleridge, “suspende la incredulidad”, es una especie de pacto en que se permite mentir. Otro ficciona intencionadamente en sus memorias. Otra busca verdades sin encontrar por muchos años, y por lo tanto suele estar equivocada. Casi todos los que toman la palabra, quiéranlo o no, mienten en esta novela.

Algo me interesa sobremanera de lo que dice el autor en sus entrevistas (muy recientes) sobre el libro que acaba de aparecer: el dinero, por poderoso que sea, necesita un relato que lo valide. Necesita edificios enormes con el nombre del financista. Necesita museos, necesita actividades altruistas, por no decir de caridad. Necesita una historia coherente con los personajes en su lugar, el que les corresponde. El dinero está necesitado de eso; en algunos aspectos, también es un pordiosero. Me acuerdo de un artista que me rogaba: “fichitas, fichitas”. Se está armando un relato y yo quiero figurar en él, eso es lo que leí en su pedido. En el libro de Hernán Díaz se va más allá: yo quiero figurar en el relato tal como yo quiero figurar, y estoy dispuesto a pagar por eso.

No menos necesitado de relato está el poder político. Aquí están faltando autores. Quién duda de que la historia la escriben los vencedores…. ¿alguien ha vencido, en realidad? Hay una penosa confusión en este momento. Se escribe una constitución. Se supone que no rigen las leyes de “suspensión de la incredulidad”, de la ficción. Esto es realidad, ¿no? Y debe afectar la realidad de nuestras vidas durante un largo tiempo. Me pregunto: ¿acaso la Convención Constitucional ha logrado instalar algún tipo de relato convincente, más allá de chascarros? ¿Acaso, como dice Fernando Atria, han sido muchos los convencionales que no han estado a la altura de su responsabilidad? ¿Acaso los cuatrocientos y tantos artículos son abarcables en un relato capaz de interpretar a la ciudadanía? Tremendas preguntas. Me perdonarán que ni se me ocurra esbozar respuestas. (El Mercurio)

Adriana Valdés

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