Sinceridad y política

Sinceridad y política

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Carlos Montes y Cristián Monckeberg han dado muy buenas señales en los últimos días.

Y no son unos cualquieras. Son, respectivamente, el jefe del comité de senadores del PS y el presidente de RN.

Es sorprendente lo que cada uno ha dicho sobre su propio sector. Como no se acostumbra una sinceridad tan manifiesta en políticos de este nivel, es bueno que sepan que se agradece esa claridad, pero también es importante que entiendan que, por cierto, sus palabras los comprometen.

Montes ha hecho una disección completa de la administración Bachelet. Casi falta espacio para consignar el conjunto de sus autocríticas. El senador se ha referido al comportamiento de su gobierno en materias educacionales calificándolo como atrasado, oscuro, no deliberante, poco claro, poco transparente, encerrado, que desprecia la política, que no pone en discusión sus ideas.

Toda esa sincera declaración, aunque referida al específico tema educacional, deja a cualquiera en condiciones de plantearse una disyuntiva más amplia: si un importante senador socialista califica así a su gobierno en un área específica, ¿no corresponderá extender ese diagnóstico a todas y cada una de las actuaciones gubernamentales? ¿Qué especial bacteria habría afectado al Ministerio de Educación que no estuviera contaminando también a toda la administración Bachelet?

Por su parte, el diputado Monckeberg, quien preside RN, ha declarado que la oposición vegeta, que es intrascendente, irrelevante, que apenas existe, que carece de coordinación legislativa y política, que no tiene objetivos claros y comunes, que está en una laguna mental.

En este caso, no hace falta proyectar la extensión de la autocrítica hacia todas las dimensiones de la actuación opositora, porque el propio presidente de RN se ha encargado de generalizar los defectos, sin dejar espacio a la excepción.

¿Cómo podría una oposición así de inepta rearticularse y convertirse en opción de gobierno? ¿No ha llegado acaso el momento de conformar nuevos partidos, nuevas iniciativas sociales?

Al contrario de lo que ha sostenido un analista al afirmar que la torpeza y la omisión no se remedian con sinceridad -y vaya si hay torpezas y omisiones tanto en el Gobierno como en la oposición-, Montes y Monckeberg han comenzado a poner los fundamentos para que los ciudadanos interesados puedan enfrentar con mejores argumentos la situación actual. Porque hasta ahora, desde los políticos, ha habido exceso de complacencias y promoción de oscuridades.

Lo que nadie esperaba es que ese importante columnista le adjudicara falta de valor político a la sinceridad, justamente cuando desde tantos ambientes se clama por verdad y honradez. ¿Habría preferido ese analista, en el nombre de la eficacia que defiende, que nunca se hubiesen conocido tantas faltas a la ética que hoy nos resultan grotescas, que no llegase a haber nunca un reconocimiento sincero por parte de los transgresores de la moral y de la ley?

Se ha sumado en las últimas semanas, además, la sinceridad comunista, que es siempre muy interesante. Ha afirmado el PC que es un hecho de la causa que están en todas las movilizaciones sociales, que tienen dirigentes en todas partes, que están en la calle y también en La Moneda; poco después ha sostenido que no se han planteado irse del Gobierno, pero que tampoco descartan que en algún momento se vean obligados a tomar una determinación como esa.

Nuestro analista nos dice que no se debe confundir la transparencia de los actos públicos y la eficiencia gubernativa con el valor evangélico de la sinceridad.

Sin duda alguna los comunistas no son evangélicos, pero están mostrando sinceramente cómo ser eficaces.

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