Saber ganar-Bernardo Fontaine

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La centroderecha ha ido administrando mejor su triunfo. Es un hecho que ganó, aunque no sola, y eso genera la responsabilidad y oportunidad de cerrar bien el tema constitucional, sin resucitar el texto ya rechazado ni reproducir la Convención. Nada de borrón y cuenta nueva como quiere el Gobierno. Acertadamente está exigiendo al Gobierno acciones contra la delincuencia y la inflación, aunque le falta exigirle rehacer sus reformas tributaria y previsional, al tiempo que proponer las propias.

Esta fue una demoledora derrota para el mundo de Boric y su proyecto político. También para el PS, PPD y DC. Los constituyentes PS tenían los votos para completar el tercio que bloqueara las malas propuestas, pero las más de las veces estuvieron por apoyar la fiebre revolucionaria. Incluir en los acuerdos a los sectores radicales del Apruebo será difícil, porque ellos no reconocen errores. Justifican la derrota por las conductas de los convencionales y califican a los votantes de ignorantes engañados.

Está claro que la Constitución de la Convención nació muerta y con ella sus principios. Masivamente ocho millones de chilenos rechazamos la plurinacionalidad y los derechos indígenas desproporcionados, porque no es verdad que seamos múltiples naciones. Rechazamos dividirnos en grupos identitarios, quebrar la igualdad ante la ley, debilitar el sistema político y la justicia y someter todo al poder del Estado y los políticos. Rechazamos debilitar la propiedad privada, el emprendimiento y el mercado y dar derechos a la naturaleza, a la boliviana. Rechazamos perder nuestro derecho a elegir prestaciones sociales y rechazamos no garantizar la propiedad de los ahorros previsionales.

La hoja en blanco hay que evitarla porque amplía las discusiones a cualquier cosa, alarga el proceso y extiende una incertidumbre malsana. Para soslayarla y ponerle límite a la discusión, Chile Vamos propone una buena lista de principios comunes; faltan los temas económicos, eso sí. Eso se intentó y no resultó con la Convención. Necesariamente esos principios serán poco precisos y si la Convención 2.0 los sobrepasa, no tendrá sanción. No basta. Se debe también partir de la Constitución actual como guía. Podrán cambiarla y agregarle, pero si no hay acuerdo, se mantiene lo que hay. Eso favorecerá un buen texto, bien acordado.

Existe un camino más rápido y eficaz para llegar a una nueva propuesta en vez de una convención que a pocos entusiasma. Que el Congreso designe una comisión que redacte una y esta vaya a plebiscito. Si se rechaza, se llamará a una elección de una nueva Convención 2.0. Plantear eso requiere un liderazgo no visto y permitirá que el Congreso recupere prestigio actuando en consonancia con los ciudadanos. Los redactores deben tener experiencia en asuntos públicos, incluyendo los cuatro expresidentes. Los expertos teóricos no convencen. En la Convención hubo expertos constitucionalistas y académicos como miembros y asesores y el resultado fue fatal. Más de 2/3 siguieron ciegamente el guion refundacional definido por esos ideólogos “expertos”.

Si la ciudadanía rechaza la propuesta de la comisión, deberá elegir una Convención 2.0. con voto obligatorio y listas regionales. Sin escaños reservados, por innecesarios. El 80% de los indígenas votaron por constituyentes no originarios, y las zonas indígenas rechazaron avasalladoramente.

Deben ser menos constituyentes, porque 155 dificultan los acuerdos y llevan a elegir candidatos poco representativos con ideas minoritarias e identitarias, lo que también extremó la propuesta. El 70% de los convencionales obtuvo menos de 15 mil votos y el 25%, menos de 5.000 votos. Hay más aspectos, pero no tengo espacio. El desafío es buscar cambios que profundicen una sociedad libre y democrática, no retrocesos, mientras se enfrentan las urgencias ciudadanas. (El Mercurio)

Bernardo Fontaine
Economista, exconstituyente