Política ficción-Iván Cheuquelaf

Política ficción-Iván Cheuquelaf

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El proceso constituyente está llegando a su fin. Luego de varios años de discusión democrática definimos las reglas que regirán este proceso constituyente, nos pronunciamos si queríamos una nueva Constitución, elegimos a nuestros representantes ante la Convención Constitucional y finalmente, tras un cuestionable trabajo de los convencionales, tenemos una propuesta constitucional.

El mandato del pueblo chileno fue claro y rotundo en el plebiscito de entrada: Chile quiere una nueva Constitución que nos permita iniciar el camino hacia el progreso y el bienestar común con reglas acordadas democráticamente y con la participación de todos los sectores de nuestro país.

Sin embargo, no contábamos con que los convencionales no serían una muestra representativa de la sociedad y en vez de iniciar un camino que nos cohesionara y nos hermanara, desperdiciaron la oportunidad para redactar un texto según el mandato original. Al contrario, y por eso es tan importante el comportamiento de los convencionales, se manifestó abiertamente un ánimo revanchista, que buscaba excluir y borrar del mapa a buena parte de la sociedad que no comulgaba con sus ideas. Esta casa común de la que mucho hemos hablado más bien se transformó en un amago de desalojo forzoso de buena parte de la familia.

Lo anterior explica que el 80% del plebiscito de entrada que se manifestó por la opción Apruebo no guarde relación alguna con los números de todas las encuestas que circulan, pues debemos destacar que en ninguna de ellas el Apruebo en el plebiscito de salida alcanza el 50 % siquiera. Esto es un fracaso absoluto y la historia se encargará de juzgar a los responsables. Sin embargo, la gran mayoría de los chilenos que sí queremos una Constitución que nos una, no podemos pagar el costo por la conducta irreflexiva de algunos pocos.

Es por este motivo, que tal y como lo dijo el Partido Comunista el plebiscito de salida es la «madre de todas las batallas», pero no para que gane una u otra opción por escaso margen, porque lo cierto es que ya sea que gane el Apruebo o el Rechazo, es un hecho que todos ya hemos perdido, pues ni la Constitución vigente ni la propuesta de nueva Constitución nos une, sino que nos separan y generan una odiosidad nunca vistas por las actuales generaciones.

Es cierto, este plebiscito será la “madre de todas las batallas”, pero para los partidos políticos, ya que podrán demostrarle a la ciudadanía que pueden cumplir con su razón de ser. Es su oportunidad para llegar a un acuerdo democrático que viabilice una salida alternativa al más probable de los escenarios: que gane la opción del Rechazo. Es innegable que están todos los incentivos para tener una buena negociación, pues si hay algo que nos une es que la inmensa mayoría de los chilenos queremos una nueva Constitución.

En el caso de la derecha es necesario cambiar la Constitución vigente, por una razón sencilla, ya no da gobernabilidad y prueba de ello fueron los dos últimos años del gobierno de Sebastián Piñera, que estuvo a punto de ser derrocado por vías de hecho y por la indiferencia de una oposición política descarnada. Si la derecha quiere volver a gobernar en un nuevo periodo debe asegurarse de cambiar la actual Constitución por una que garantice una convivencia política pacífica con los contrapesos adecuados.

Por su parte, la izquierda necesita una nueva Constitución porque la actual no es funcional a su proyecto político y tampoco tiene las mayorías necesarias en el Congreso para hacer los cambios que ha prometido, por lo que los costos de que gane el Rechazo son muy altos. Deberían recordar que estas elecciones no son lo mismo que las últimas presidenciales (la votación del candidato de derecha estuvo cercana al 50 % de los votos), pues ahora llegan fraccionados, muchos de ellos votando por el Rechazo y reconociendo que el texto de la propuesta es malo.

Así, si todo sale según lo que es más razonable, el mundo político debería sorprendernos en las próximas semanas con un acuerdo que nos permita darnos la Constitución que todos nos merecemos. (El Líbero)

Iván Cheuquelaf Rodríguez