Congresos fragmentados en pugna con el Ejecutivo y que destituyen presidentes, como ocurrió recientemente en Perú; la instalación del multipartidismo tras décadas de reinado de dos colectividades, como sucede hoy en España; una figura mediática que se transforma en el líder de una potencia, es decir, el Estados Unidos de los últimos cuatro años de Donald Trump, y un partido antisistema, el Movimiento 5 Estrellas, que desde 2018 forma parte del gobierno en Italia. Los ejemplos anteriores corresponden a distintas vías para un fenómeno que, con matices, parece replicarse en todo el mundo.
Para los analistas, la razón es clara: la creciente pérdida de influencia de los partidos políticos. Se trata de un diagnóstico que se ha venido observando en décadas recientes y que deriva en peligrosos síntomas, dicen, como la división de las colectividades y el auge de los personalismos.
“En las democracias establecidas del hemisferio norte, muchas personas se están alejando de los fuertes lazos partidistas porque están más informadas y sus intereses trascienden las líneas partidistas. Puede que les gusten las políticas económicas de una colectividad y las políticas medioambientales de otra. Además, las personas son más asertivas y es menos probable que sigan lealmente a un partido en condiciones cambiantes. Estas fuerzas debilitaron los lazos partidistas en las naciones con colectividades bien establecidas”, explica a La Tercera Russell Dalton, académico de la Universidad de California Irvine, donde ha investigado el rol de la política ciudadana en las democracias contemporáneas. Y agrega que aunque en las democracias en desarrollo “los lazos firmes con los partidos no son tan comunes, muchos de estos mismos procesos han impedido que se formen lealtades partidarias, lo que crea una mayor inestabilidad en la votación en las elecciones”.
La debilidad de los partidos y la fragmentación en el Congreso es la razón que explica el constante estado de crisis que vive Perú, que los ha llevado a tener cuatro presidentes en cuatro años. Desde hace dos décadas, Perú posee un sistema de partidos dividido, con alta volatilidad electoral, con un promedio de 25 colectividades compitiendo en cada elección. Estos partidos surgen y desaparecen en cada elección, con excepción del Partido Aprista Peruano (PAP) y Acción Popular (AP).
“Somos un país muy cortesano. Nos es muy difícil construir partidos, pero para construir facciones somos unos genios. Entonces, eso es lo que pasa, no hay instituciones sólidas en Perú. No tienes un partido organizado. Eso genera una democracia muy precaria”, dijo a La Tercera la abogada y periodista Rosa María Palacios.
La también columnista señala como ejemplo que el partido Fuerza Popular (fujimorismo) fue elegido en 2016 con 73 congresistas, de los cuales 11 eran militantes de la colectividad y el resto “invitados”. Por diversas razones, Fuerza Popular tiene ahora 15 escaños. “Los partidos acá se organizan alrededor de un nombre, no hay una discusión ideológica, no es una alianza, acá cada uno tiene su inscripción e invita gente a su lista y esa gente va a pertenecer en esa lista respondiendo a intereses particulares”, añade.
Por otro lado, los analistas concuerdan en que la llegada de nuevos partidos a los Parlamentos de países de Europa Occidental, como el caso de Podemos en España -que desde este año forma parte del gobierno con el PSOE- y colectividades populistas de extrema derecha como Alternativa para Alemania -que lograron representación parlamentaria en 2017 con 94 escaños-, es una situación que se ha venido produciendo desde hace años. Esto, al mismo tiempo que los partidos tradicionales han perdido el respaldo del electorado.
“Ya en la década de los 80 nacieron nuevas colectividades que respondían a problemas del posmaterialismo. Asuntos que van más allá del conflicto entre los trabajadores y los empleadores. Los partidos verdes son uno de estos ejemplos: fueron creados porque había un nuevo electorado posmaterialista que pidió algo diferente de la política. En los países escandinavos ya en los 70 había partidos populistas. Esos partidos fueron creados por las demandas de las personas para tener menos impuestos, menos burocracia y menos Estado”, indicó a La Tercera Diego Garzia, académico del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Lausanne.
A juicio del experto, los sistemas multipartidistas son un fenómeno que ha venido ocurriendo en los países escandinavos y en el norte de Europa, que están acostumbrados a tener dos, tres, cuatro partidos en el gobierno. Sin embargo, en la actualidad se advierte un problema con la creación de nuevas alianzas entre los partidos tradicionales y los nuevos. “Los nuevos partidos vienen de demandas diferentes, que es lo ocurre con Podemos. Lo mismo pasa en Italia con el PD (Partido Demócrata), que es nuestro PSOE, y el Movimiento 5 Estrellas, que entró al Parlamento diciendo que va más allá de la ideología. Para los 5 Estrellas la izquierda y la derecha no importan. Ellos comenzaron el gobierno con la extrema derecha y después de un año hicieron otro gobierno con la izquierda (con el PD). Ciertamente lo hace más complicado para los partidos tradicionales poder llegar a un acuerdo con ellos”, señala Garzia.
En la misma línea, Dalton señala que la irrupción de nuevas colectividades a los sistemas de partidos produce puntos de vista que los grandes partidos establecidos no han representado. “Hay más rotación en los partidos a lo largo del tiempo, más volatilidad. Esto aumenta la representación de diferentes puntos de vista, pero también hace que la competencia entre partidos sea más fluida”, agrega.
La irrupción del empresario y figura televisiva Donald Trump en la campaña presidencial de Estados Unidos en 2016 se posicionó como el máximo exponente del auge de los personalismos en el contexto de la pérdida de influencia de las colectividades. Otro ejemplo es el actual Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que con su llegada al poder en enero de 2019 remeció la política del país. Bolsonaro salió victorioso de las elecciones en 2018 con el apoyo del Partido Social Liberal. En 2010, esta colectividad ganó apenas un escaño en la Cámara Baja y ninguno en el Senado, mientras que en 2018 obtuvo cuatro escaños en la Cámara Alta y 52 en diputados.
“Los líderes reemplazan a los partidos en la mente de los votantes. Lo que vemos claramente es que los ciudadanos en Europa Occidental se han olvidado de los partidos, y no son la razón principal para que ellos voten. La razón principal para que voten es si les gustan o no los líderes de los partidos y eso pasa porque el partido ya no es relevante. Los vínculos del partido se han alejado de la sociedad. El electorado encuentra en la televisión la fuente principal para la información política, la televisión ofrece la cobertura mediante caras e individuos. Las personas han pasado décadas entendiendo la política como una carrera de caballos”, explica Garzia.
En conversación con La Tercera, Gideon Rabat -analista del Israel Democracy Institute y académico de la Hebrew University of Jerusalem- señala que el principal peligro de los personalismos “es que la democracia no se trata de una persona en específico, sino que se trata del estado de derecho y de las instituciones”. “Si pones mucho de tu política en el carisma de un líder específico y lo personalizas mucho, pones a la democracia en peligro”, advierte.
A juicio de Rabat, en general los países deben aspirar a “una condición en la que la política personalizada será adoptada, una vez más, por el bien del grupo, no solo de las personas”. “Creo que no puedes retroceder, no puedes ir a la era cuando los partidos políticos eran los actores dominantes. Antes, había mucho colectivismo, mucho control de los partidos políticos, corrupción, etc. Tenemos que encontrar la forma de dar nuevos incentivos a los individuos para que se unan, para que jueguen juntos. Como los equipos de fútbol, puedes tener estrellas, pero el buen equipo es el que se basa no solo en la estrella, sino que se trata de 11 personas que juegan juntas en un contexto”, concluye. (La Tercera)