Puente hacia el progreso y buen uso de recursos públicos
No hay mejor política social que el crecimiento.
Luego, en lo que se refiere a aquella parte de los ingresos de todos los chilenos que el Estado recauda con fines redistributivos (que, en todo caso, en Chile resulta menos efectiva como política social que el progreso), nunca debe perderse de vista que no cabe sino usar esos recursos en forma eficiente, priorizada y con apego al marco jurídico vigente, teniendo como objetivo el interés general y el bien común.
En estos días, un grupo transversal de economistas se abocó a la tarea de deliberar y proponer sustantivas iniciativas para impulsar el crecimiento, la educación, el desarrollo de capital humano, una política social más efectiva y un mejor Estado, al servicio de las personas, a través de “El Puente: Uniendo visiones para retomar la ruta del crecimiento para Chile”.
La iniciativa, impulsada por Rolf Lüders, es muy valiosa, y solo cabe celebrarla, así como la gran vocación de servicio público y disposición de quienes participaron en generar esta propuesta, que solo agrega valor y pone el dedo en la llaga: en el progreso, materia que penosamente dejó de ser prioritaria para el país, desatendiéndose así la principal herramienta de política social con la que contamos.
El documento evidencia lo inevitable: el estancamiento y el deficiente crecimiento económico chileno en la última década. Es importante ser claros en el punto de partida si se quiere cambiar radicalmente el rumbo, pues solo así podremos orientarnos a resolver los problemas estructurales que aquejan a Chile. Las complacencias respecto de avances marginales no ayudan pues terminan por ocultar la mediocre realidad en la que se encuentran los chilenos.
Solo a partir de un diagnóstico sincero podremos aspirar a que las personas tengan una mejor calidad de vida mediante la multiplicación de sus fuentes de ingresos y del ingreso per cápita, que a este ritmo solo lograríamos duplicar recién en 100 años, conforme da cuenta el documento.
Aun cuando el bajo nivel de crecimiento de los países sea un fenómeno global, en el caso chileno el problema se acentúa más pues, conforme da cuenta el trabajo referido, la proyección de reducción crecimiento para nuestro país es superior al de otras naciones, lo que da luces de los severos problemas internos que debemos resolver.
La productividad total de factores y su dinamismo juegan, en el caso chileno, un rol clave, y aparece como una de las variables que potenciaron los países que, alcanzando cierto nivel de desarrollo, lograron saltar hacia un estadio de crecimiento superior o al menos sostenido. Otro tanto ocurre con las tasas de inversión y con la tarea de abocarse a que el empleo formal crezca.
Y para ello se ofrece un camino que comienza por reducir la tasa de impuesto de primera categoría. Hoy la competencia entre países por atraer proyectos de inversión es intensa y Chile no es competitivo tributariamente no solo porque tiene una tasa de impuesto corporativo promedio más alta que la OCDE, sino porque, además, los constantes y profundos cambios a la legislación tributaria chilena no ofrecen certeza a las inversiones de largo plazo.
Una menor tasa contribuye, además, y como bien señala la publicación, a aumentar el ahorro de las empresas, tan necesario para continuar generando inversión adicional que permite modernizar a nuestras industrias y ofrecer más y mejores oportunidades a sus colaboradores. Por cierto, el informe añade medidas de compensación (en aras de la responsabilidad fiscal), pero se trata de iniciativas pensadas de manera inteligente para no alterar el objetivo final, que es retomar la senda del progreso.
El documento también explora propuestas para potenciar la inversión pública y el ahorro privado, instrumentos que resultan especialmente valiosos considerando que el mayor ahorro es otra de las variables potenciadas por las naciones que se mantuvieron en ese estadio superior de crecimiento o dieron un salto aún más grande.
Tras años en que primó un discurso donde el decrecimiento era el invitado estrella, volver a poner el crecimiento en el centro de la discusión pública y mantenerlo es un imperativo moral, así como desterrar la monserga de que el progreso es para unos pocos, como insisten aquellos que vienen con aquello de que la economía es una torta de tamaño fijo.
Más crecimiento allega, además, más recursos al Fisco, los que pueden ser destinados a la política social. De ahí la importancia de dar buen uso a los recursos de todos los chilenos y que se rinda cuenta de aquello a la ciudadanía.
Por estos días, autoridades que están haciendo su trabajo, se abocan intensamente a la tarea de fiscalizar y monitorear el destino de estos recursos, develando, lamentablemente, una serie de eventuales irregularidades en varios niveles de gobierno.
Penosamente, lo que va saliendo a flote es que mientras los tributos subían y subían, de la mano de un relato de mayor justicia social al que todos se plegaron, y haciendo más exigente y engorroso el cumplimiento tributario, solo bajaban y se aflojaban los estándares y controles respecto del correcto destino de lo recaudado por el aparato público.
El Estado crecía y crecía, mientras la economía y los controles decrecían y se debilitaban. Un mal cocktail que terminó siendo inmanejable, y con una parte no despreciable de los recursos de todos los chilenos, redistribuida, pero no a los más vulnerables, sino a los amigos, cercanos y parientes de autoridades, que vieron crecer su patrimonio sin poseer experiencia alguna en las tareas para los cuales se les transferían cuantiosos dineros y con el privilegio de no competir por ellos con otros interesados.
Por ello modernizar el Estado, hacerlo eficiente y de un tamaño susceptible de ser controlado eficazmente, es una prioridad, tal y como evidencia también la publicación El Puente, de manera muy oportuna.
Ante la disyuntiva de decrecimiento y despilfarro versus progreso y uso eficiente y priorizado de los recursos públicos, sujeto a controles ¡No hay donde perderse! (Ex Ante)
Natalia González
¿Chile en el BRICS? No
BRICS es un grupo de países formado originalmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, quienes dieron origen a su sigla. Por su tamaño y poder, el BRICS está dominado por dos países con regímenes totalitarios: Rusia y China. En esa mesa, ellos mandan. Hoy se denomina como BRICS+ a los dos países mencionados y a 19 países adicionales, que son Estados miembros o asociados, incluyendo a dictaduras (como Irán, Bielorrusia y Cuba), semidemocracias (como Bolivia y Kazajistán) y democracias (como Brasil e India).
El BRICS busca alcanzar posturas diplomáticas y políticas comunes, así como cooperar económicamente entre sus miembros. Sin embargo, su objetivo central es siempre el mismo: presentar un frente común y alternativo respecto de las posiciones de los países desarrollados y democráticos.
Es un grupo utilizado por China y Rusia para hacer frente a las ideas de Occidente y reconstruir el orden internacional. Frecuentemente toman posiciones antieuropeas y antiestadounidenses. El ingreso de Irán como miembro pleno, y de Cuba y Bolivia como Estados asociados, sin duda contribuirá a aquello.
La 17ª Cumbre BRICS se celebrará los días 6 y 7 de julio en Brasil. Acudirá a ella el Presidente Boric, quien ha manifestado su intención de fortalecer el vínculo con el grupo e incluso iniciar el proceso para incorporarnos como Estado miembro o asociado al BRICS.
Integrar a Chile al BRICS sería un grave error diplomático y geopolítico. Equivocaría el rumbo de nuestra política exterior. Es un atentado en contra de los intereses nacionales, porque significaría unirse a un grupo dominado por países que difieren de principios fundamentales de la política exterior chilena, como la democracia y el respeto de los derechos humanos. El norte de Chile ha sido y debería ser siempre los países democráticos del mundo desarrollado y en desarrollo. En particular, Chile debería vincularse cada vez más a las democracias de las Américas, de Europa y de Asia, fortaleciendo nuestros vínculos económicos, políticos y militares con ellos.
Si ello no lo entiende el Presidente Boric, Chile deberá echar marcha atrás bajo el próximo gobierno, a partir del 12 de marzo de 2026. (El Mercurio Cartas)
Benjamín Salas
Klaus Schmidt-Hebbel
La crisis del orden-Álvaro Bellolio
La reciente ola de protestas migratorias en California ha sido interpretada por algunos como una legítima demanda por derechos. Pero cuando el desorden se convierte en herramienta política, el mensaje es otro: si bloqueas las calles o haces suficiente ruido, puedes cambiar las reglas. Es el síntoma de un fenómeno más profundo: la erosión de las instituciones a manos del populismo emocional, sea en migración, comercio o relaciones internacionales.
Esto no solo está asociado al fenómeno migratorio. Daniel Gros lo ha dicho con claridad: la geoeconomía -cuando la lógica del conflicto se mezcla con la gramática del comercio- está siendo malinterpretada por líderes que confunden estrategia con castigo. Aranceles, licencias de exportación, protecciones disfrazadas de moralidad ambiental o social, se están usando como instrumentos de poder, pero sus efectos son ineficaces o incluso contraproducentes. En el fondo, se daña al consumidor nacional, no al adversario externo.
Europa, por su parte, como advierte The Economist, se ha refugiado en su inercia. Incapaz de reformarse a tiempo, posterga decisiones claves, se enreda en debates internos, impone estándares al resto del mundo y vive de regulaciones que no puede financiar. Y, mientras tanto, su defensa tambalea y sus aliados disminuyen. Las élites se aferran a lujos normativos como si aún dominaran el tablero global.
Frente a este escenario, se hace urgente una diplomacia profesional, bien preparada y con sangre fría. No basta con reaccionar al último titular ni construir relaciones internacionales a partir de gestos simbólicos. Los tiempos actuales exigen pragmatismo, claridad estratégica y la capacidad de negociar con firmeza en medio de tensiones crecientes. La emocionalidad podrá ganar clics, pero no acuerdos duraderos.
En América Latina también vivimos algo similar. Se relativiza el cumplimiento de normas -desde el ingreso migratorio hasta el gasto público- mientras se premia el relato por sobre la evidencia. La “flexibilización presupuestaria” que permitió el caso Convenios en Chile, las regularizaciones masivas propuestas en la política migratoria, o la resistencia a expulsar a quienes violan nuestras leyes, son síntomas de una dirigencia sin rumbo.
Snyder advierte que los regímenes autoritarios usan el caos como coartada para el control. En las democracias, el riesgo es otro: que se use la emoción para desarmar el Estado de Derecho desde dentro, y que los liderazgos teman más al hashtag que al vacío institucional.
Ganar el aplauso inmediato a costa de la legalidad puede parecer astuto. Pero como con los aranceles o las licencias de exportación chinas, los costos son internos. Gobernar no es complacer: es sostener el orden, incluso cuando no es popular. (El Líbero)
Álvaro Bellolio
Prometen chimeneas, pero venden humo
La nostalgia por la chimenea encendida y el silbato de la fábrica ha vuelto a contagiar a políticos desde Washington a Nueva Delhi. Prometen que, con aranceles altos o subsidios cuantiosos, las líneas de ensamblaje volverán como antaño a ofrecer empleos seguros y salarios de clase media. La fantasía ignora que la economía cambió de motor y de que hoy la riqueza se genera sobre todo en los servicios, la logística digital, la salud y los oficios vinculados a la transición energética. Incluso si la industria “regresa”, lo haría sin su antiguo ejército de obreros.
En la década de 1970, casi una cuarta parte de los trabajadores estadounidenses llevaba overol; hoy lo hace menos de uno de cada diez, y solo el 4 % pisa físicamente una planta. Alemania, Corea y Japón, exportadores netos de bienes, muestran la misma curva descendente. China, que muchos ven como prueba de lo contrario, perdió más de veinte millones de puestos fabriles entre 2013 y 2023, mientras su producción industrial seguía batiendo récords. Entonces solo se puede concluir que la automatización y la deslocalización son fuerzas universales y que no es algo exclusivo de los Estado Unidos de América.
Quien crea que bastan aranceles para traer de vuelta los buenos empleos ignoran la aritmética. Cerrar por completo el déficit comercial de bienes de EE.UU., de 1,2 billones de dólares, generaría apenas tres millones de nuevos puestos, y solo la mitad estaría realmente en la línea de producción. El sobrecosto anual para los consumidores rondaría los 600 mil millones de dólares, el equivalente a subvencionar cada trabajo “salvado” con unos 200 mil dólares.
Ese precio se pagaría, además, por ocupaciones cada vez menos atractivas: el antiguo “premio salarial” de la manufactura ha desaparecido y la sindicalización cayó de uno de cada cuatro obreros en los ochenta a menos de uno de cada diez.
Mientras tanto, los empleos que sí crecen parecen otros. Técnicos de climatización, instaladores de fibra, electricistas solares, mecánicos de precisión. Siete millones de estadounidenses ya trabajan en oficios que pagan en torno a 25 dólares la hora, con tasas de sindicalización superiores al promedio y demanda al alza gracias a la modernización de infraestructuras.
Otros cinco millones ocupan puestos de reparación y mantenimiento con salarios mejores que los de la planta. No son empleos “glamorosos”, pero replican los atributos que hicieron valiosos los trabajos fabriles del pasado con condiciones decentes, estabilidad y accesibilidad para quienes no tienen título universitario.
La inteligencia artificial amplifica este viraje. Casi cualquier ocupación, desde la enfermería a la logística, requiere ya familiaridad con herramientas digitales y capacidad de adaptación rápida. El economista Dani Rodrik apunta que la política industrial debería centrarse en elevar la productividad de estos sectores intensivos en mano de obra (salud, cuidados, logística, servicios climáticos) en lugar de subsidiar cadenas de montaje altamente robotizadas.
Eso implica reformar la formación técnica, eliminar licencias absurdas, facilitar la adopción de IA en pymes y negociar estándares laborales sectoriales que garanticen salarios de clase media.
Algunos defensores de la “reindustrialización” invocan la seguridad nacional, pues los shocks de la pandemia y la guerra en Ucrania demostraron la fragilidad de ciertas cadenas de suministro. Nadie discute la conveniencia de almacenar semiconductores críticos o reforzar la producción de munición. Pero las plantas de drones y de tostadoras no son intercambiables, y confundir autopartes con misiles conduce a subsidios generalizados que poco aportan a la defensa.
De hecho, la experiencia bélica reciente muestra que la innovación y la multiplicación de la producción resultan más de la cooperación entre aliados y la flexibilidad de redes diversas que del encierro tras fronteras aduaneras.
El error de fondo es creer que el desarrollo depende de fabricar objetos tangibles dentro del propio territorio. India ha crecido vigorosamente, aún con una participación manufacturera del PIB diez puntos por debajo de la meta que proclama Nueva Delhi. China, pese a su gigantismo industrial, lucha por recuperar ritmo económico. El valor añadido de la industria sigue importando, pero no requiere emplear a millones de operarios; las plantas de hoy son densas en capital y en software, no en personas.
Queda, por supuesto, la melancolía cultural. En el siglo XX, el humo de la fábrica sustituyó el ideal agrario del siglo XVIII como metáfora del trabajo noble y productivo. Sin embargo, al igual que la mecanización redujo drásticamente los jornales rurales sin extinguir la agricultura, la automatización disminuye la plantilla industrial sin detener la producción. Resistirse a esa dinámica tecnológica es tan estéril como hubiera sido prohibir el tractor para salvar empleos con azadón.
Para un país pequeño y abierto como Chile, la preparación pasa por orientar su capital humano hacia oficios tecnológicos y sostenibles de demanda global: técnicos en electromovilidad, almacenamiento solar y mantenimiento de redes inteligentes; programadores de IA aplicada a la minería; especialistas en logística portuaria de alto valor; instaladores de paneles solares, reparadores de maquinaria médica, cuidadores especializados.
Ello implica ampliar la formación dual, acelerar certificaciones rápidas, aprovechar los tratados de libre comercio para exportar servicios profesionales y respaldar la reconversión laboral con seguros de desempleo portables y convenios empresa-centro de formación que actualicen habilidades en meses, no en décadas. No existe mejor manera de lograr dignidad, salario justo y movilidad social.
El siglo pasado construyó prosperidad alrededor de la fábrica porque era el mejor medio técnico para transformar energía, materiales y esfuerzo humano en bienes valiosos. Hoy esa tarea la cumple, cada vez más, la inteligencia distribuida que conecta servicios, datos e innovación.
La economía del siglo XXI no se atornilla, se programa, se repara y se cuida; no funciona a vapor, sino a ideas; y no depende de muros aduaneros, sino de talento capaz de adaptarse al trabajo que ya está naciendo. Quien prometa un retorno masivo al overol vende nostalgia; quien apueste por talento adaptable y cadenas abiertas invierte en el único recurso que se revaloriza con el tiempo: la capacidad humana. (El Mostrador)
Carlos Mladinic
La potencia del perdón
A propósito de las reacciones a mi carta sobre la potencia del perdón, quisiera comentar y agradecer los comentarios de Jorge Molina, Ana María Stuven y Alicia Ruiz-Tagle. Asimismo, recojo un pronunciamiento de la agrupación de ex prisioneras políticas de la dictadura que critica mi carta en torno al tema.
Todas estas cartas, aunque distintas, coinciden en un punto clave que yo reafirmo: el perdón solo tiene sentido en el ámbito íntimo y personal, no puede ser forzado ni impuesto por ley. También es cierto que otras opciones no son menos válidas moralmente, como la búsqueda de la justicia y la verdad. El punto es que a mi juicio tal búsqueda, necesaria y legítima, habiendo transcurrido varias décadas y habiéndose obtenido resultados tangibles, aunque nunca definitivos, puede prolongar efectos negativos sobre las personas; en efecto, se extiende por décadas y condiciona la vida no solo de las víctimas directas y sus familiares inmediatos, sino también de sus descendientes.
Entonces, tras medio siglo, los dolores siguen vigentes, esta vez encarnados por generaciones posteriores en un círculo eterno de incomprensión y rencor.
Creo importante que la palabra perdón deje de estar censurada en el debate sobre los derechos humanos. Sin embargo, como bien dice el filósofo francés Jacques Derrida, el perdón es una aporía, esto es, una dificultad lógica irresoluble, ya que el perdón que tiene sentido —el que verdaderamente vale— es justamente aquel que se extiende sobre lo imperdonable. Por eso se trata de un acto en extremo gratuito, de suprema capacidad de empatizar con el otro, de soberanía personal e íntima, en cierta forma de liberación, aunque no de olvido.
Algunos han creído ver en mi carta la idea de la amnistía para liberar a los presos del penal de Punta Peuco. Lo digo claramente: no es mi posición. Sí, en cambio, comparto que la justicia debe ser reparadora y compasiva, con las víctimas y con todos los presos enfermos terminales o en edad avanzada, sean estos condenados por crímenes de lesa humanidad o causas penales comunes. (El Mercurio Cartas)
Ricardo Brodsky
Sin Estado, no hay democracia en los barrios
Hoy, en muchos barrios populares de Santiago, la democracia no se vive, se anhela. No se la respira en las plazas vacías, ni en las juntas de vecinos sin asistentes, ni en las noches sin luz. Para muchos pobladores, la democracia ha sido reemplazada por el miedo. Miedo a salir, a hablar, a ser el próximo en la lista del narco. Donde el Estado se ha ido, han entrado las bandas.
Las poblaciones fueron construidas con esfuerzo. Se levantaron con organización, solidaridad y participación. En ellas, la democracia se vivía desde abajo: en las asambleas, en los clubes deportivos, en los centros de madres, en las capillas del barrio. Se compartía el poder, se cuidaban unos a otros, se soñaba en común.
Ese tejido hoy se está rompiendo. El narcotráfico avanza donde el Estado retrocede. Compra, amenaza, coacciona. Arrienda casas, convierte niños en soldados y usa a los dirigentes como escudos. Tiene más recursos que la política, más presencia que el Estado, más fuerza que la policía. Y lo peor: impone el miedo como regla.
Frente a esto, muchas organizaciones barriales han sido silenciadas. Los dirigentes se han ido o han guardado silencio. Las madres no dejan salir a sus hijos. La plaza está vacía. El miedo reina. Y cuando reina el miedo, la democracia se debilita.
¿Dónde está el Estado? ¿Dónde están los recursos que garantizan seguridad, luz, limpieza, respeto? ¿Dónde están las policías efectivas y honestas? ¿Dónde están los fiscales que persiguen a los grandes responsables, no solo a los más pobres? ¿Dónde están los programas sociales que sostienen a las familias y ayudan a organizarse?
Los pobladores no piden caridad. Exigen lo que les corresponde. No claman favores, sino derechos. El Estado no puede seguir ausente ni aparecer solo en tiempos de elecciones. Debe estar presente siempre. Su tarea es fortalecer la vida comunitaria y garantizar condiciones mínimas para vivir con dignidad.
La demanda es clara: que el Estado vuelva a los territorios. Que escuche, que proteja, que ayude. Que enfrente al narco, no solo con policías, sino también con apoyo real a las organizaciones. La democracia se juega hoy en las poblaciones. Si no se fortalece desde abajo, tarde o temprano se desmoronará.
La gente quiere vivir tranquila. Quiere luz en la calle, juegos para sus hijos, servicios cercanos, policías confiables y dirigentes que no teman hablar. Quiere recuperar su barrio, su calle, su plaza. Quiere volver a vivir en paz.
Esto no es vida.
Esto no es democracia.
Esto no son barrios para vivir.
Y si el Estado no reacciona ahora, mañana será tarde.
No, la solución no es Bukele. No queremos una democracia a costa de los derechos humanos. No queremos niños encarcelados por sospecha. Nos ha costado demasiado entender que la democracia es para todos y se basa en la dignidad humana. Pero, ahora, la estamos perdiendo en su base: el mundo popular.
Es cierto que se necesita más policía. Pero eso no basta. Sin comunidad organizada, sin vida social, sin instituciones barriales activas, no hay recuperación posible. La democracia no se sostiene solo con control policiaco, sino con tejido social.
¿Y las municipalidades? Poco o nada hacen. No basta con administrar. Se necesita presencia en terreno, apoyo real, voluntad política. Y no están a la altura del desafío.
¿Quién debe hacerse cargo?
Casi todos los niveles del Estado. Las municipalidades deben garantizar seguridad local, mantener las plazas, apoyar a las organizaciones y acompañar a las familias. Ministerios principales: Interior, Desarrollo Social, Vivienda, Educación. El Ministerio Público debe perseguir a los verdaderos culpables, y no a los pobres. El Parlamento. Los tribunales. También debe atenderse con cuidado la situación de las mujeres que, por pobreza, son encarceladas por microtráfico. ¿Quién se ocupa de sus hijos, abandonados a las calles? ¿Quién les da una mano para que vuelvan a sus casas con un trabajo digno?
El peor camino es la “bukelización” de las poblaciones: imponer orden a cualquier costo. Eso no es democracia. Y no resuelve nada a largo plazo. Tiene pésimo pronóstico.
La democracia se construye desde abajo. Con organización, con comunidad, con dignidad. Y si no hay democracia en los barrios, no hay democracia en Chile. (El Mostrador)
Jorge Costadoat (sj)
Manuel Pérez
Obrero, dirigente poblacional
La trampa roja
La historia no se repite, pero a veces rima con tragedia. Y la que se está escribiendo en Chile tiene letra roja.
Por primera vez desde el retorno a la democracia, un Partido Comunista sin disfraces ni disimulos se apresta a disputar La Moneda con una candidata propia: Jeannette Jara. La señora de la polera del matapacos, de las marchas con puño en alto y sonrisa de tecnócrata. La ministra que vendieron como moderada, pero que jamás renunció a su carnet ni a su causa. Al contrario: la barnizó, la maquilló de gestión y ahora la ofrece envuelta en papel celofán a una izquierda que ya no es ni democrática ni social. Es simplemente resignada.
¿Moderada? ¿Dialogante? Por favor. Jara es comunista. Y en política, como en la vida, cuando alguien insiste en que “no es como los demás”, es porque es exactamente igual. Cambian las formas, pero el fondo permanece intacto: estatismo, control, odio de clase, persecución a la prensa, culto al resentimiento y una convicción ciega de que la libertad es un problema y el Estado, la solución.
Mientras Tohá se chamuscaba intentando explicar el desastre de la seguridad, el colapso migratorio y la vergonzosa defensa de Monsalve, acusado de violación de una subordinada, Jara avanzaba sin ruido, como buena comunista: paso corto, lengua larga, cumbia entusiasta y rostro amable. Y con la ayuda entusiasta de una centroderecha sin columna vertebral, logró aprobar las 40 horas, el salario mínimo subsidiado y la antesala de la gran estafa previsional. Todo con votos “transversales”. Todo con aplausos. Todo con la complicidad de los que después alegan que “no lo vieron venir”.
Y mientras eso pasaba, el Frente Amplio puso a Winter como telonero. Una versión “a cuenta” de Boric, diseñado para perder. El candidato bufón que vino a guardarle la silla al Presidente para cuando decida volver en cuatro años más. Porque su rol no era competir: era distraer.
Pero Jara es otra cosa. Es seria, metódica y peligrosa. Porque no viene a administrar lo que hay, sino a completar una obra que el Partido Comunista ha venido redactando hace décadas en sus pasillos. Una obra que siempre empieza con eslóganes bonitos y termina con la libertad por el suelo y la dignidad en fila para conseguir un kilo de arroz. El neocomunismo no llega gritando, llega sonriendo. No entra con uniforme verde olivo, entra con el rostro de una mujer astuta. No arrasa de golpe: avanza sin pausa, hasta que un país entero se despierta preguntando cuándo fue que se le acabó el futuro.
Y no es histeria. Es historia. Pasa en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y puede pasar en Chile si seguimos tratando esto como una extravagancia, un accidente o una rareza de la política. No lo es. Es una trampa. Y no es roja por casualidad.
Frente a la amenaza del comunismo, no bastan los matices ni las buenas intenciones. Sobran los discursos tibios, las “propuestas de consenso” y las candidaturas que piden permiso hasta para respirar. Porque esta elección no será entre matices: será entre libertad y servidumbre. Entre la República y el partido único con poder total. Entre los que creen que cada persona debe ser dueña de su vida y quienes creen que el Estado debe ser dueño de todo, incluidos tus hijos, tu trabajo y tu pensamiento.
Lo que se necesita en noviembre es carácter, convicción y coraje para decir lo que tantos piensan y pocos se atreven a gritar: que Chile no puede seguir por este camino. Que el pueblo —el verdadero pueblo, ese que vive con miedo, que se ahoga con la economía, que ha sido traicionado por años— no quiere más retórica, quiere soluciones. Chile lleva años esperando un cambio radical, real, profundo. Y ha llegado el momento de dárselo. Sin miedo ni complejos. (La Tercera)
Cristián Valenzuela
Dos conscriptos recluidos por asalto en regimiento del Ejército en Valparaíso
Faltaban un par de horas para que amaneciera cuando este miércoles 18 de junio, seis sujetos premunidos de armas blancas interrumpieron la tranquilidad que a esas horas reinaba en el Regimiento N° 2 Maipo, ubicado en Valparaíso.
El grupo ingresó al recinto -de propiedad del Ejército- y emprendió un rápido tránsito hasta dar con dos jóvenes conscriptos que se encontraban haciendo la guardia nocturna. Los tomaron por sorpresa, agredieron y quitaron dos fusiles de guerra. Tras esto huyeron sin dejar rastro.
Los centinelas de inmediato alertaron de lo ocurrido a sus superiores, y estos, a su vez, denunciaron el hecho a Carabineros que realizó las primeras diligencias.
Con posterioridad, se conoció que, en relación con este hecho, dos conscriptos fueron recluidos y trasladados a Santiago.
Respecto de la dinámica de asalto, desde el Ejército indicaron, mediante un comunicado, que “durante la madrugada del día miércoles 18 de junio, un grupo de individuos armados se enfrentaron al personal de guardia, sustrayéndoles el material de guerra que portaban. Producto de esta acción, los soldados conscriptos resultaron con lesiones menores, siendo atendidos de inmediato por personal de la unidad y posteriormente derivados al Hospital Carlos Van Buren”.
Junto con proporcionar los antecedentes tanto al Ministerio Público como a la Fiscalía militar, la institución castrense -de forma paralela- ordenó instruir un sumario “para determinar las posibles responsabilidades que pudieran derivar de este hecho”.
FISCALÍA TRAS LOS RESPONSABLES
Las primeras pesquisas estuvieron a cargo del Ministerio Público. El fiscal Andrés Gallardo fue el encargado de dar más detalles del hecho: “A las 5 de la mañana seis sujetos ingresaron al regimiento, se abalanzaron sobre dos centinelas que patrullaban el recinto militar. Los atacaron con arma blanca, los golpearon y les sustrajeron sus dos fusiles de guerra y sus municiones para luego huir del lugar”. Fueron las únicas armas que se llevaron.
La investigación, que fue declarada bajo reserva, quedó en manos del OS-9 y el Labocar de Carabineros, que durante la tarde realizaron pericias al interior del recinto. Dichas pesquisas se extendieron a los inmuebles colindantes con el recinto marcial para determinar por dónde ingresaron los sujetos y cuál fue la dinámica del asalto.
Por la tarde, el fiscal Sergio Moya señaló que durante la jornada la fiscalía SACFI y ECOH realizaron varias diligencias, como la toma de declaraciones, una reconstitución de escena, obtención de cámaras y seguimientos fuera y dentro de la región.
Los fusiles, dijo, tienen municiones de salva y real. “Tienen diversos sellos y piezas. Son propios del Ejército, no corresponden a ninguna otra institución y tienen un alto poder de fuego”.
Moya agregó que la fiscalía militar ya tomó “algunas resoluciones” en virtud a delitos propios del Código de Justicia Militar. Fuentes conocedoras de los hechos señalaron que dos conscriptos fueron recluidos y trasladados hasta Santiago. Este viernes se entregarán más detalles de las diligencias, dijo el persecutor.
MINISTRA PIDE MÁS ATENCIÓN
La ministra de Defensa, Adriana Delpiano, quien este miércoles participó de la ceremonia de asunción del nuevo comandante en jefe de la Armada, Fernando Cabrera, se enteró del hecho por un reporte del comandante en jefe del Ejército, Javier Iturriaga.
Tras la ceremonia, se refirió al asalto e indicó que en los próximos días se reunirá con los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas para pedirles poner “más atención” en el resguardo de estos recintos.
Al interior del gobierno reconocen una preocupación por incidentes de este tipo en recintos marciales y más aún donde no media el uso de armas para hacerse de fusiles de guerra.
“Estamos viendo día y hora para juntarnos no solo con el Ejército, sino con todas las ramas de las Fuerzas Armadas para ver cuál es la situación de custodia de cada uno de los lugares. En Chile hay muchísimos puestos militares, tenemos desde gobernaciones marítimas, regimientos, puestos de distinta naturaleza, etc. No estamos exentos de vivir una situación como esta. Nos preocupa y creemos que hay que poner muchísima más atención a la custodia, sobre todo de un recinto militar”, dijo Delpiano.

Consultada si los conscriptos podían utilizar sus armas de fuego para repeler el asalto, respondió: “Sí, quiero decirlo enfáticamente. Adentro de un regimiento, si se mete alguien a robar, la persona tiene su arma de servicio y puede hacer uso de su arma de servicio. Eso no tiene restricción alguna, después se investigará, pero la persona tiene esa facultad. Por algo lo dejan con esa tarea de custodiar”.
“Aquí no se hizo uso (de sus armas). Hay que ver. Eso lo investigará la policía, cómo se dieron las circunstancias”, agregó sobre este punto.
Por su lado, el delegado presidencial de la Región de Valparaíso, Yanino Riquelme, manifestó: “La osadía que tienen los delincuentes no la teníamos en otros momentos, no había habido este nivel de atrevimiento. Frente a los nuevos delitos hay que tomar nuevas acciones”.
En febrero de este año se registró un hecho similar en el Centro de Entrenamiento de la Armada Almirante Bascuñán (CEAB) de Fuerte Aguayo, en Concón. Ese hecho también ocurrió de madrugada y un grupo de cuatro sujetos robó un fusil de asalto y dos cargadores. En marzo, dos sujetos fueron detenidos por estos hechos. (La Tercera)









