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Dudas sobre Jara y el PC

Ocurrió algo impensado en política para el común de los chilenos. Que una militante comunista fuera candidata a la Presidencia, apoyada por una diversidad de partidos, desde la izquierda radical, el socialismo democrático y hasta un centro cristiano.

Jeannette Jara es militante comunista hace 36 años. Partido que, recién fundado, adscribió a la Tercera Internacional Comunista, entidad que entonces dirigía el comunismo partidario en el mundo. Claro que, en la práctica, lo realizaba el PC soviético. A partir de entonces, su par chileno fue estricto en seguir las estrategias dictaminadas por Moscú, máxime durante la llamada Guerra Fría, hasta que la Internacional y aquel régimen se derrumbaron. Su obsecuencia lo caracterizó como el más ortodoxo del orbe; devino dogmático. Incluso aún se reconoce marxista leninista. Verbigracia, no hace mucho su máximo dirigente, en el congreso partidario de este año, reafirmó los pilares centrales de la colectividad: el proyecto político, económico, social y cultural cuyo objetivo final es construir el socialismo en Chile… y la lucha de clases, que reconoce la contradicción capital-trabajo como el motor de los cambios sociales, buscando la emancipación de la clase trabajadora por medio de la propiedad colectiva de los medios de producción y la economía planificada (leer los Informes del XXVII Congreso, de enero y julio).

No obstante, la conducta demostrada por la militante Jara ha sido errática. Inicialmente pretendió renunciar al partido transitoriamente, aunque hacía anuncios en línea con su perfil tradicional, en debates o foros, pero de los cuales se retractó a poco andar, siendo calificado como un error por adherentes. No concuerda en varios aspectos con su camarada Jadue —paladín de la tienda—, dando a entender que lo quiere lejos de su campaña. Eligió un comando variopinto y ningún camarada suyo figura como vocero. Demuestra particular interés por representar al pacto unitario amplio que conformó. Lo considera obra propia. Con ellos delineó un programa de gobierno que llamó, eufemísticamente, “lineamientos programáticos”, que se supone puede estar sujeto a cambios. No parece de izquierda y menos comunista. Tampoco es original. Algunas propuestas figuran en el discurso opositor y otras tienen pinta “concertacionista”. Es una declaración de intenciones y además excesiva, porque no toma en cuenta la situación de las finanzas públicas y el estado de la economía que dejará el Gobierno. Incluso se ha señalado desde el PC que se reestudiará y establecerán las apropiadas.

En fin, el proceso y la actuación de la candidata y su partido generan dudas. ¿Jeannette Jara es auténtica como militante? ¿Sus convicciones asimiladas durante 36 años las licuará o abandonará, mientras asumiría la jefatura de Estado, representando la alianza partidaria? ¿Cuánto pesará realmente el PC y cuánto esta? ¿Por qué militantes comunistas no demuestran entusiasmo por su abanderada? ¿Es una mascarada el demostrarse mutuamente distantes ante los electores? Algo es confuso y hace pensar en artimaña. (Emol)

Álvaro Góngora

Nunca más a primeras líneas y golpes institucionales-Iris Boeninger

El próximo 4 de septiembre se cumplen tres años de aquella epopeya ciudadana en que el 62% de los chilenos dijo “no” a la propuesta constitucional de la Convención. Fue un acto de defensa democrática frente al maximalismo, la superioridad moral y la imposición ideológica: una decisión que trazó la clara línea existente entre la violencia de octubre de 2019 y el proceso constituyente rechazado. Fue un acto de autodefensa democrática que quiso poner fin al ciclo refundacional gestado en la violencia.

Para comprender la magnitud del significado del Rechazo, hay que volver al origen. El 18 de octubre de 2019 Chile sufrió un hecho violento y organizado. No se trató de una protesta espontánea, como insiste la actual candidata presidencial Jeannette Jara, que afirma y señala estar segura que “el estallido no fue organizado”. La evidencia la contradice: siete estaciones de Metro ardieron al mismo tiempo con uso de acelerantes, 18 fueron atacadas parcialmente y casi un centenar quedó con daños graves. Se incendiaron también iglesias y universidades, en lo que la filósofa Lucy Oporto advertía como una violencia dirigida a destruir símbolos de cohesión social, espiritual y cultural del país.

De esa ola emergieron los overoles blancos, encapuchados que se volvieron símbolo de la violencia instalada en liceos emblemáticos. Y lo más inquietante es que no quedaron en el pasado: siguen actuando con impunidad hasta hoy, lanzando bombas molotov en recientes enfrentamientos estudiantiles. ¿Los quieren detener o no? Mientras sigan operando, la educación pública y el orden democrático permanecerán bajo ataque.

La forma de enfrentar el caos de violencia fue a través de la firma del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución el 15 de noviembre de 2019. Contó con el respaldo de la mayoría de los partidos e incluso por Gabriel Boric a título personal. No lo suscribieron el Partido Comunista, Convergencia Social, el FRVS ni el Partido Republicano de Kast, que lo cuestionó por considerarlo una claudicación frente a la violencia. Por su parte, Kast rompió con Piñera declarándose opositor a su gobierno en 2019.

Se corrió un riesgo, es cierto, y el Rechazo salvó al país. ¿Acaso era mejor responder con más violencia? ¿Habría resuelto ejercer más violencia en octubre de 2019 o la hubiera exacerbado? Primó la unidad, el trabajo en equipo y la institucionalidad.

Algunos, durante el violento estallido, prefirieron callar: fueron cómplices silenciosos que relativizaron la destrucción o la justificaron como legítima “expresión social”. Su omisión fue un permiso tácito para que el miedo se instalara como parte del discurso político.

De ese acuerdo nació la Convención Constitucional, que produjo un texto refundacional, sectario y desconectado de la ciudadanía. Fue entonces cuando irrumpió el movimiento Amarillos por Chile, liderado por Cristián Warnken, que junto a 76 figuras relevantes en su primer manifiesto alertaron: “hoy enfrentamos el peligro de lo que alguien ha llamado ‘estallido institucional’”. Amarillos se convirtió en un símbolo de la defensa de la democracia desde lo institucional.

El estallido, una Constitución radical y el intento de derrocar al ex Presidente Piñera fueron la antesala del deseo de la izquierda de un colapso del sistema democrático vía la destitución del entonces presidente. El Rechazo logró detener este colapso.

Paralelamente, quienes defendieron el Apruebo -el oficialismo, la ex candidata Tohá y la actual candidata Jara- atribuyeron el estallido a demandas sociales insatisfechas. Sin embargo, curiosamente, una vez en el gobierno fueron incapaces de resolverlas y, más bien, las profundizaron. En la marcha pacífica del 25 de octubre no había carteles pidiendo una nueva Constitución. Se trató de una negociación democrática para terminar con la violencia.

El Partido Comunista, y específicamente Lautaro Carmona, volvieron a avivar la idea de una nueva Constitución, incluso después del fracaso del segundo proceso constituyente. En marzo de 2025 dijo que “habría que replantearse agendarla con urgencia”, y en junio afirmó esperar que Jara lo impulse si resulta electa. El argumento del Apruebo era, además, ir contra una Constitución nacida en dictadura sin mencionar que la misma fue reformada sustancialmente durante el gobierno del ex Presidente Ricardo Lagos. El segundo proceso constituyente se hubiese ganado con los acuerdos necesarios que ya estaban. Sin embargo, la superioridad moral de republicanos volvió a jugar su partido en el fracaso de este segundo proceso en 2023.

El octubrismo no murió del todo. En diciembre de 2022, el Presidente Boric indultó a 13 personas: doce involucradas en delitos del estallido y uno al exfrentista Mateluna. Fue un gesto que generó su mayor desaprobación y una señal preocupante: la violencia premiada. Mientras tanto, Jara, promete no abrir un nuevo proceso constituyente, aunque su partido no abandona la idea.

Hoy, varios ex convencionales del proceso fallido son candidatos al Congreso por parte del oficialismo o están en el gobierno o en el comando de Jeannette Jara. No hubo retiro ni autocrítica: hubo reacomodo. Como dice Ruggero Cozzi en su libro, aún se debe volver a rechazar.

Mientras los overoles blancos sigan actuando sin castigo, mientras la violencia sea relativizada o alentada, y mientras se premie a quienes atentaron contra la institucionalidad, el fantasma del octubrismo seguirá activo.

Pero hay esperanza. La experiencia del Rechazo mostró que una ciudadanía unida puede defender la democracia desde la institucionalidad. La tarea pendiente es construir una democracia sólida, que no deje lugar a quienes desean imponer el cambio a través de manipulaciones institucionales y violencia. Solo así podrá cerrarse de una vez por todas el ciclo que partió en octubre de 2019 y que no debe repetirse. No debe avalarse ninguna ni violaciones a los DD.HH. jamás. La advertencia es demoledora: no hay lugar a violencia, ni a overoles blancos, ni a golpes institucionales en Chile.

Como bien dice María José Naudon: “Octubrismo, Estado plurinacional, justicia indígena, ecoconstitución, derechos de la naturaleza, extractivismo, eliminación del Senado, fin de los partidos, entre otros-, conformaron no solo un catálogo, sino un verdadero mapa emocional de un periodo que transformó el clivaje político de nuestro país y que aún condiciona muchas de nuestras decisiones”.

La estabilidad institucional es fundamental para resolver los múltiples problemas que atraviesan los ciudadanos y la seguridad que necesita el país. (El Líbero)

Iris Boeninger

Imacec crece solo 1,8% en julio, bajo expectativas del mercado

La actividad económica en Chile registró un débil desempeño en julio, con una expansión de apenas 1,8% interanual, informó este lunes el Banco Central al publicar el Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec). La cifra se ubicó en la parte baja de las proyecciones del mercado.

En términos desestacionalizados, el indicador aumentó 1,0% respecto de junio y 2,3% en doce meses. El emisor explicó que el resultado se debió al crecimiento de los servicios y el comercio, compensado parcialmente por una menor producción minera.

El Imacec no minero avanzó 2,5% en un año, mientras que ajustado por estacionalidad subió 0,5% en comparación con junio y 3,0% en doce meses.

La producción de bienes retrocedió 0,9% anual, arrastrada por la minería y la generación eléctrica. La menor extracción de cobre, hierro y litio fue determinante, aunque la industria logró crecer gracias a una mayor fabricación de productos metálicos y químicos. En la medición desestacionalizada, los bienes repuntaron 1,4% por efecto de la minería.

El comercio destacó con un alza de 6,6% anual, impulsado por las ventas mayoristas de maquinaria, alimentos y vestuario, junto con el dinamismo del comercio minorista en supermercados, grandes tiendas y plataformas online. El sector automotor también mostró mayores ventas y mantenciones. Ajustado por estacionalidad, el comercio creció 1,4% mensual, apoyado en el desempeño mayorista.

Los servicios aumentaron 2,6% en doce meses, con protagonismo de los servicios empresariales y personales, especialmente los de salud. En la serie desestacionalizada, el alza fue de 0,7% mensual, impulsada por los servicios empresariales.

MINISTRO GRAU

El ministro de Hacienda, Nicolás Grau, comentó esta mañana el resultado del Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) correspondiente a julio, que mostró una expansión de 1,8%, cifra considerada baja respecto a las expectativas. Pese a este desempeño, Grau subrayó varios aspectos positivos en los resultados.

El crecimiento de la actividad no minera, que representa cerca del 90% de la producción nacional, alcanzó un 2,5% respecto a julio del año pasado, lo que el ministro calificó como el dato más relevante. Añadió que, considerando variables como estacionalidad y calendario, el crecimiento desestacionalizado fue de 3% interanual, a pesar de una base de comparación exigente.

Por sectores, el ministro resaltó el impulso del comercio, con un crecimiento de 6,6%, y de los servicios, que aumentaron 2,6%. En cuanto a la minería, si bien su resultado fue mejor que lo previsto en el mes, mostró una caída interanual transitoria, explicada principalmente por el desempeño de algunos actores privados. Precisó que esta baja en minería explica la diferencia entre la expansión del PIB no minero (2,8%) y el resultado total del Imacec en los últimos doce meses (1,8%).

Al comparar los datos desestacionalizados entre junio y julio, Grau observó una aceleración significativa: el total del Imacec subió 1,1% en un mes y la economía no minera lo hizo en 0,5%, cifras que proyectadas anualizadas reflejan una velocidad destacable.

Finalmente, informó que el crecimiento anual móvil hasta julio del Imacec es de 2,7%, manteniendo las proyecciones oficiales para 2025 en el rango de 2,5% de crecimiento, tal como fue adelantado por el Ministerio de Hacienda en su último informe sobre finanzas públicas. (NP-GPT-Perplexity-Emol)

Encuestas sobre eutanasia: la ley del más fuerte-Roberto Astaburuaga

Esta semana, la Comisión de Salud del Senado terminará de escuchar a los expositores sobre el proyecto de ley de eutanasia, para luego votarlo en general. Sus promotores han enfatizado dos argumentos: el largo tiempo que lleva en el Congreso y el alto apoyo ciudadano, según distintas encuestas. Hay que hacer un doble click.

El origen del actual proyecto de ley de eutanasia se remonta a cuatro iniciativas de diputados: una de 2011, otra en 2014 y dos en 2018. Todas ellas fueron refundidas en agosto de 2018, aprobándose por la Cámara y despachándose al Senado en abril de 2021. En cuatro años, el Senado solo ha destinado 10 sesiones para su revisión (cinco en 2021, ninguna en 2022 y 2023, 2 en 2024 y 3 en 2025), lo que totaliza apenas cuatro horas de discusión en los últimos dos años. Que un proyecto lleve varios años en el Congreso no significa que se discutió con profundidad. Es evidente que no ha existido un debate serio y profundo, en comparación con otros temas vitales y profundamente delicados. El Gobierno apura al Senado, buscando legislar a matacaballo.

El segundo argumento apunta a las encuestas ciudadanas. Partamos reconociendo que los ciudadanos no son infalibles y se pueden equivocar: el nivel de apoyo o rechazo ciudadano a una medida no dice nada sobre su licitud o ilicitud. Hay medidas controvertidas con gran apoyo ciudadano, pero de ello no se sigue que deban legalizarse o apoyarse: 65,7% repondría la pena de muerte (Signos; mar., 2025); 70% prefiere tener seguridad sobre libertad (Criteria; nov. 2022); 88% apoyaba un segundo retiro del 10% (Pulso; nov., 2020).

Además, la opinión puede cambiar, especialmente si se trata de mediciones a largo plazo: ¿un joven sano que apoya la eutanasia a los 18 o 25 años tendrá la misma opinión cuando sea un adulto mayor de 70 años? ¿Acaso no ha cambiado la opinión ciudadana en temas como apoyo a la migración o retiros de AFP, considerando especialmente los efectos que han tenido? Si se aprueba la eutanasia porque hoy tiene apoyo ciudadano, ¿se podrá revertir si la opinión cambia el día de mañana? No es responsable legislar basándose en encuestas.

Los encuestados pueden estar apoyando algo con lo que en realidad no creen y la aprobación real a la eutanasia sea mucho menor. Un estudio canadiense de 2007 mostró que los encuestados confundía la eutanasia con el retiro de tratamientos (66%), con la provisión de analgésicos que alivian el dolor que también aceleraran la muerte (49%) y con la suspensión del tratamiento (38%). Muchas encuestas no definen lo que es la eutanasia ni se explica cuando se ocupan eufemismos como muerte anticipada/digna/asistida solicitar/recibir asistencia médica para morir. Es decir, «si la formulación de qué es eutanasia no es precisa, es más probable que los encuestados confundan términos y declaren apoyar algo en lo que en realidad no creen» (Suazo, Un atajo hacia la muertep. 26).

Por otro lado, en las encuestas no se pregunta por una opción para aliviar el sufrimiento distinta de la eutanasia, sino que lo reducen a apoyar o rechazar la eutanasia, provocando que los encuestados entiendan, como advertía Houellebecq, que se les pregunta si preferirían que les ayudaran a morir o pasar el resto de su vida en un sufrimiento terribleLas encuestas no incluyen la alternativa de los cuidados paliativos. Sea porque ignoren su existencia de los cuidados paliativos o no este en las alternativas de respuesta, la aprobación de la eutanasia, como “salida” al dolor, es mucho más alta de lo real.

¿Quiénes responden las encuestas? ¿Enfermos terminales y/o incurables? Las encuestas no detallan el estado de salud de los encuestados, pero difícilmente serán personas que están en situaciones de enfermedad terminal y con dolores insoportables. Los estudios revelan que los pacientes que entran a unidades de cuidados paliativos solicitando la eutanasia, luego de un tiempo, desisten de esta idea: el dolor se alivia, la soledad se reemplaza por el acompañamiento. Si los sanos deciden por los enfermos Chile retrocede a la ley del más fuerte imponiéndose sobre el más débil.

Además, algunas encuestas revelan que los sectores socioeconómicos más vulnerables y los grupos de mayor edad son los que menos aprueban la legalización de la eutanasia: el sector D-E (68,5%) tiene 10,1 puntos menos que el sector ABC1 (78,6%); los de 51 años o más (57,4%) tienen más de 20 puntos de diferencia con los de 18 a 30 años (84,4%) (Pulso Ciudadano; junio, 2025).

Esto es especialmente relevante, porque las causales de eutanasia del proyecto de ley y de las indicaciones del Ejecutivo (prácticamente, eutanasia libre) están muy lejos de coincidir con los supuestos de las preguntas de las encuestas, y, en el fondo, con las convicciones reales de los chilenos. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga

Necesidad de la inmediatez

Un Nobel para Zelig

Trump asumió hace menos de ocho meses y pareciera una eternidad. No sólo por su incesante afán de estar activo en asuntos domésticos. Apabullante es su caudal de iniciativas, de ideas y de narrativas nuevas respecto a materias internacionales. Es como si quisiera estar jugando contra el tiempo.

Es cierto que la retórica y el histrionismo constituyen el grueso de su protagonismo, pero su intensa presencia física y política en los más diversos focos de conflicto en el mundo es indesmentible. Por lo mismo, no son pocas las veces que desconcierta a sus variados contertulios.

De paso, el torrente de declaraciones da la impresión, a menudo, de contradecir posiciones previas o bien parecieran lejos de cualquier aproximación político-diplomática convencional. Con Trump nunca se sabe. Lo único claro es que pareciera vivir una suerte de elixir confrontando a los políticos más diversos y haciendo propuestas que nunca nadie pudo imaginar.

Ilustrativos son el reclamo de devolución del Canal de Panamá o la anunciada anexión de Groenlandia, la deportación de indeseables centroamericanos a Uganda o la sugerencia de que Canadá se integre formalmente a los EE.UU. como un estado más. En general, se asiste a un conjunto algo extraño de iniciativas. Como si todo fuese una extra-realidad.

Imposible no encontrar en tal comportamiento trazos de Zelig, ese personaje de Woody Allen en un film, situado en las décadas que va de los 20 a 60 del siglo pasado, que logró dos nominaciones a los Óscar. Allen muestra allí un individuo dotado de una extraña, pero embrujante, capacidad de mimetizarse en las situaciones más disímiles. Lo hace incluso físicamente. Por ejemplo, irrumpe en ciertos ambientes hablando un inglés refinado, o bien en otros, hablando de manera tosca. La enorme capacidad de mimetizarse lo lleva a emerger flanqueando a personajes tan distintos como Chaplin, Hitler, Goebbels, Al Capone, John Lennon, John Kennedy, el Papa Pío XI y muchos otros más. Imposible no tener hoy reverberaciones de aquella película ante los sucesivos desplazamientos y declaraciones de Trump.

Es justamente en medio de aquel torbellino, donde se ha hecho audible una iniciativa sugerente, aunque algo controversial. La posibilidad de que le sea otorgado el Premio Nobel de la Paz.

Argumentos a su favor hay una buena cantidad. También políticos relevantes de varios países. El punto controversial radica en que el Nobel es un reconocimiento de alcance mundial que sugiere un mínimo de aval público y de simpatías. Podría decirse que siempre es deseable un cierto consenso en los diversos entornos internacionales. En consecuencia, ahí descansan las opiniones contrarias. De la mano, desde luego, del espectro woke, el cual ya ha empezado a agitarse. Ven el asunto con inevitable amargura.

En tanto, los argumentos que acompañan a Trump destacan el trabajo diplomático y de Inteligencia desplegado en estos ocho meses. Han sido intensos. Su meta es morigerar algunos de los conflictos más fuertes. Varios de larga data y que amenazaban con tornarse explosivos.

Por ejemplo, aquel que desangra desde hace décadas a Ruanda y su vecino, el antiguo Congo Belga. Los cancilleres de ambos países asistieron a la Casa Blanca para firmar ante Trump un tratado de paz, aunque nadie puede augurar sea definitivo. También puso su ánimo pacifista sobre el enfrentamiento armado entre India y Pakistán (ambas potencias nucleares y misilísticas) para que des-escalaran a tiempo. Circula la especie que también habría evitado un enfrentamiento entre Serbia y Kosovo, aunque hay escasa información pública. Además, está la llamada “guerra de los 12 días” entre Irán e Israel, concluida con una intervención acotada, pero fulminante de EE.UU., poniendo, aparentemente, punto final al programa nuclear iraní. Por último, está el cese al fuego entre Camboya y Tailandia, finalizado con telefonazos personales de Trump. También se le suma el llamado Acuerdo de Abraham, firmado con el auspicio de la anterior administración Trump y que apaciguó los ánimos entre importantes países árabes e Israel.

El listado es verídico, aunque carece, por ahora, de suficiente fuerza persuasiva en el resto del mundo, especialmente por aquello del músculo fuerte que necesita el Nobel. No debe olvidarse que la Academia sueca debe dirimir una adecuada interpretación de las directrices dejadas por el filántropo Alfred Nobel, donde destaca el “idealismo” que deberían profesar los ganadores del premio.

Sin embargo, aparte de insuficiente, se observan ciertas limitantes estructurales. Los conflictos intra-africanos son, en la práctica, interminables. Tampoco hay razones de peso para que la tensión indio-pakistaní finalice. Lo de Kosovo continuará en stand-by. Por último, si los clérigos iraníes siguen al mando del país, es muy probable que pronto se descubra un resurgimiento del programa de producción de armas de destrucción masiva. Por lo tanto, el itinerario vital que exhibe el mandatario estadounidense en esta materia pudiera no ser suficiente.

Probablemente, conscientes del valor político intrínseco que tiene el Nobel, una pléyade de políticos de varios países aparece convencida de los esfuerzos humanistas de Trump. Hasta ahora, patrocinan la idea el premier israelí, B. Netanyahu, el premier de Pakistán, Sh. Sharif, el gobierno de Camboya (de manera formal), los jefes de gobiernos de Ruanda y Congo, el premier húngaro V. Orban, el presidente de Bielorrusia, A. Lukashenko y el presidente de Gabón, B. Nguema. Y, desde luego, la adhesión inminente de otros líderes de Europa del Este.

De alcanzarlo, Trump se convertiría en el quinto mandatario estadounidense en obtenerlo. Con anterioridad lo han recibido, Th. Roosevelt (1906), W. Wilson (1920), J. Carter (2002, cuando ya había abandonado la Casa Blanca) y Barack Obama (2009). También le fue concedido al entonces secretario de Estado, Henry Kissinger (1973), junto al diplomático de Vietnam del Norte, Le Duc Tho, por haber alcanzado acuerdos que permitieron poner fin al conflicto que tanto preocupaba a la opinión pública occidental aquellos años.

Ese reconocimiento ha sido probablemente el más polémico en la historia de estos premios, otorgados desde 1901 (con excepciones). El problema surgido en torno a Kissinger fue el ruido acusador de haber autorizado a bombardear otras zonas de Indochina, lo que habría roto el espíritu intrínseco del reconocimiento Nobel. Curiosa acusación, pues, mirado en retrospectiva, y teniendo en consideración la próspera relación actual que tienen EE.UU. y Vietnam, fue precisamente el tenor de aquellos acuerdos los que le pusieron la lápida a dicha guerra.

La verdad es que los Nobel, especialmente los adjudicados en Literatura y en este de la Paz, nunca han gozado de unanimidad. Se dice que a veces se premia a figuras de discutibles virtudes. O bien, que se aplicaron criterios muy subjetivos. En el caso del de Literatura se criticó en su tiempo no adjudicárselo a León Tolstoi por razones políticas. En los setenta pasó algo análogo con Borges, contra quien hicieron lobby activistas chilenos y argentinos por suponer que tenía simpatías por los regímenes militares. Y el de la Paz nunca se lo dieron al checo Václav Havel ni a Gandhi ni a la filipina Corazón Aquino, pese al aval con que contaban en la opinión pública mundial.

En suma, las consideraciones políticas han estado siempre presentes, por lo que, si Trump lo recibe, habrá críticas. Muchas, desde luego, obsesivas. Como dice D. Murray, tales críticas pertenecen a aquellos temas que quedan para la psico-historia. (El Líbero)

Iván Witker

Manual para entender el fuego amigo de Lautaro

El hecho es algo histórico, no solo en Chile, sino que a nivel mundial. Descontando los países comunistas que cuentan con líderes autoritarios –donde no existen elecciones libres o, si las hay, constituyen un mero espectáculo–, esta es la primera vez que una militante del PC se encuentra en segundo lugar en las encuestas para definir el próximo Presidente o la próxima Presidenta de Chile. Claro, Daniel Jadue estuvo punteando las encuestas, junto a Joaquín Lavín, durante más de un año, sin embargo, después perdió las primarias a manos de Gabriel Boric. Tal vez la excepción en el mundo es Pushpa Kamal, líder del Partido Comunista de Nepal, quien en 2008 se convirtió en primer ministro del país asiático.

La verdad es que la candidata del oficialismo tuvo una partida espectacular. Luego de ganar holgadamente las primarias del sector, logró enrolar al derrotado Socialismo Democrático en su campaña, incorporar a la DC y, lo más importante, sintonizar rápidamente con la ciudadanía. Llegó incluso a destronar a Kast por unas semanas, reconquistando a los sectores más populares a punta de empatía y mensajes simples, directos, demostrando que Jeannette es una buena candidata.

Pero a poco andar comenzaron los problemas. La audacia y el exceso de participación en espacios en que estaba totalmente desnivelada la cancha –siempre enfrentando a tres candidatos de derecha y con públicos algo hostiles– le pasaron la cuenta cuando la encararon con aspectos contenidos en su programa de las primarias y que ella, desafortunadamente, negó. Y no una, sino dos veces. Eso la proyectó con poca consistencia, pese a los esfuerzos que Jeannette hizo en un comienzo para separar aguas del PC y posicionarse como la líder de un sector más amplio.

A continuación, vinieron los enredos de sus asesores económicos, hasta la decisión de dejar de participar en foros –todas las semanas tenemos dos o tres, cada vez más repetidos y sin agregar valor– para reemplazarlos por “contacto con la gente en la calle”. Una decisión inteligente de su entorno, pero que se percibió más bien como una excusa para evitar meter la pata de nuevo.

Y cuando parecía que Jeannette Jara lograba salir de las turbulencias, vinieron los golpes más inexplicables de todos, esos que provienen de los más cercanos, del propio partido en que milita la abanderada del sector.

Aunque indirectamente, la designación de Daniel Jadue como candidato a diputado fue un disparo al mentón de la campaña. El exalcalde de Recoleta no solo está siendo investigado por la Justicia –hoy lunes el Segundo Tribunal Electoral revisará su caso–, lo que ya es una pésima señal frente a la ciudadanía, sino que, además, en este momento se leyó como una provocación.

Jadue fue un duro crítico a la reforma de pensiones, intentando incluso alinear a un grupo de parlamentarios del PC para boicotear el acuerdo político logrado… por Jara.

Sin duda, la elección de un representante del lado más ortodoxo del PC como candidato a diputado fue influida por Lautaro Carmona. Todo indica que el timonel del PC está tratando de balancear una candidatura “más light”, la de Jara –por algo representa a todo el sector, incluida la DC–, con la postura más dura, con la que se identifica. Recordemos que el PC fue la única tienda que se restó del acuerdo político para reformar la Constitución en noviembre de 2019, en un momento en que el país enfrentaba una crisis muy compleja. Una conducta que hizo recordar cuando no apoyaban el plebiscito de 1988.

Esta suerte de esquizofrenia que el PC está enfrentando hoy, pereciera tenerlo caminando en una peligrosa cuerda floja, buscando el difícil balance entre reforzar y desplegar un relato duro ante sus bases y, al mismo tiempo, aceptar la necesidad de su abanderada de ampliarse hacia posiciones más de centro.

En las primeras semanas, la cúpula del Partido Comunista le dio bastante libertad a Jeannette, seguramente con un costo interno alto. Es probable que el buen posicionamiento inicial de la candidata obligara a Carmona a mantener un silencio expectante. Por tanto, no es menor que, justo después que Jara se desmarcara de las propuestas planteadas en el programa, como la nacionalización del cobre, la directiva del partido empezara a sacar la voz. La incomodidad de Lautaro Carmona y otros integrantes de la directiva se hizo evidente.

La premeditada –y torpe– intervención de Carmona en contra del exministro Mario Marcel provocó un remezón fuerte en la candidata y su entorno, y por supuesto en sus aliados. ¿Fue un simple acting o lapsus el del presidente del partido? Difícil. Porque más allá de lo innecesario de sus palabras, de fondo, pareció estar notificando al Gobierno actual –del que forman parte– y al futuro que –en caso de llegar a ganar las elecciones– no abandonarán sus posturas ideológicas duras. Es decir, que el pragmatismo tiene límites para el PC. Justo lo contrario que observamos en la DC hace solo unas semanas.

No comparto la tesis de algunos analistas en relación con que este giro de Carmona y otros dirigentes comunistas se debe a la percepción de que las opciones de triunfo se han achicado, de acuerdo con las encuestas. Sigo convencido de que esta es una elección totalmente abierta y, por tanto, puede ocurrir cualquier cosa.

Jeannette Jara es una buena candidata y el Gobierno mantiene alrededor de 35% de apoyo –casi 10 puntos más que Bachelet II y Piñera II a estas alturas–. Por eso da la impresión de que la intervención de Carmona tiene un objetivo de fondo: tratar de contener al grupo más liberal –si se puede calificar de algún modo– dentro del PC, que corresponde a la generación más joven, que hace rato está tratando de impulsar la modernización de un partido cuya cúpula sigue aferrada a la concepción ideológica de la época de la Guerra Fría, como si el mundo no hubiera cambiado. Antes fue Teillier, hoy son Carmona y Jadue.

En la otra vereda, la patrulla juvenil, encabezada por Cariola, Vallejo, Orellana –que repitió el famoso “por qué no te callas” a Carmona–, y la propia Jara, han tenido un rol protagónico dentro del Gobierno de Boric y hoy impulsan una campaña con altos grados de pragmatismo, flexibilidad ideológica y búsqueda de acuerdos. Y, claro, Lautaro Carmona –que nunca colaboró con este Gobierno– sigue pensando que el PC debe ser fiel a sus principios de los años ochenta.

Una mala señal para el caso hipotético de que ganara Jara, porque si el Partido Comunista es capaz de verbalizar su incomodidad hoy, sin importarle el daño a su propia candidata, imaginemos cómo podría ser en caso de que Jeannette estuviera en La Moneda. Después de todo, no hay peor astilla que la de tu propio palo. (El Mostrador)

Germán Silva Cuadra

 

¡Chile está primero!

Inevitablemente, el mes de septiembre me hace rememorar los altos y bajos, aciertos y errores de las últimas décadas. En 1969, a los 13 años, ingresé a la Juventud Socialista y adquirí conciencia política. Por eso, el núcleo vital de mi memoria histórica interactúa con la brega de la izquierda chilena por la libertad y la democracia… y el recuerdo de los caídos, los luchadores -hombres y mujeres- que fueron arrasados por el fascismo.

Entonces, en el periodo 69-70, Chile vivía una nueva campaña presidencial, las opciones eran Allende por la izquierda, agrupada en la Unidad Popular, y por la centroizquierda Tomic, líder de la Democracia Cristiana. Ambos reunían dos tercios del padrón electoral y la derecha, unida por un férreo conservadurismo antipopular, levantó una vez más a Jorge Alessandri, un empresario de corte nítidamente oligárquico, debilitado por el ascenso del campesinado, las luchas estudiantiles y las movilizaciones obreras, aunque ese sector mantenía el tercio electoral restante. Era el tiempo de los «tres tercios» que marcaban y decidían el curso de la política nacional.

Los partidos eran fuertes organizaciones con raíces profundas en la realidad social de entonces, así fluía el chauvinismo partidario, un factor que distanciaba a la izquierda, agrupada en la Unidad Popular, de la Democracia Cristiana, muchas veces la militancia precoz o sin madurez, se convertía en infecundo sectarismo, no obstante ello, la sindicalización campesina y la reforma agraria constituyeron reformas estructurales que unieron a las fuerzas populares y desataron la ira de la derecha que, desde la independencia nacional, representaba a la oligarquía agraria. Asimismo, Allende y Tomic eran tenaces partidarios de la nacionalización del cobre y las riquezas básicas de Chile.

Esa era la mayoría nacional de entonces. Por eso, cuando Salvador Allende ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el 4 de septiembre de 1970, inmediatamente su triunfo fue reconocido por Radomiro Tomic, el abanderado de la Democracia Cristiana. El país se había pronunciado por el cambio social y esa voluntad debía ser respetada. En ese minuto, la izquierda y el centro en conjunto lograron paralizar el plan desestabilizador de la ultraderecha.

Pero la derecha oligárquica ya conspiraba con el apoyo de los Estados Unidos, y un comando de jóvenes provenientes de la más rancia oligarquía recibió de la CIA armas y logística para atacar al general René Schneider, comandante en jefe del Ejército, desencadenando el asesinato de la máxima autoridad institucional castrense. El brutal crimen de Schneider aisló a la derecha golpista y el Congreso Pleno, con los votos de la Unidad Popular y la Democracia Cristiana, proclamó a Salvador Allende como Presidente de Chile, mandato que asumió el 3 de noviembre, iniciándose una nueva etapa en la historia de la nación chilena.

El pueblo vibró profundamente con los logros alcanzados por el gobierno popular, sin embargo, la acción desestabilizadora orquestada por el capital foráneo, así como graves errores en la economía, fueron debilitando las bases de sustentación del proceso de transformaciones, hasta que el fascismo entró a actuar abiertamente. Así, finalmente el 11 de septiembre de 1973 se desató la barbarie golpista que derrocó a Salvador Allende, derrumbando el régimen democrático del país.

El 11 de septiembre no solo cayó el gobierno, también a Chile le fue arrebatada la democracia para implantar la regresión social y económica con el dogma neoliberal como base ideológica. Para conseguirlo la dictadura persiguió implacablemente a los partidos y organizaciones del movimiento popular. Los derechos humanos fueron aplastados. El drama de los detenidos desaparecidos permanece sin que la verdad y la justicia puedan esclarecerlo. Sin embargo, la unidad social y política del pueblo derrotó a la dictadura en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, abriéndose el camino para la reimplantación de la democracia. La transición chilena avanzó mucho más lento que en otras experiencias, pero no cabe duda, que el restablecimiento de la democracia se logró efectivamente.

A las ideas más radicalizadas en la izquierda les ha fastidiado la lentitud de los cambios, como si fuera cosa de pedir y hacer, les desagrada la tarea de construir las mayorías necesarias, indispensables para avanzar tanto social como institucionalmente.

Con otra mirada estratégica, la tarea del socialismo chileno ha sido bregar por mantener vigente a la izquierda como fuerza de gobierno. Así, desde 1990 con Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, aun cuando los hechos históricos generaron escenarios imprevistos, estuvimos donde debíamos estar: en la tarea esencial de afianzar el régimen democrático, y también, desde el 2022 con el Presidente Boric, aceptando la invitación que él nos formulara, ensanchando la base de sustentación de su gobierno para asegurar la gobernabilidad democrática, después del estallido social y la pandemia.

Esa decisión estratégica, de bregar y ocupar los espacios conquistados, ha sido una tarea de coherente responsabilidad política desde que se recuperó el gobierno civil en Chile, con vistas a doblegar la oposición de las clases dominantes al ejercicio pleno del pluralismo. El derecho de las clases populares a gobernar en democracia es irrenunciable. Sin ese esfuerzo se habrían incrementado y facilitado las presiones para excluir a la izquierda.

La derecha pretende eludir que la dictadura fue un régimen cruel, implacable, sobretodo lo niegan aquellos que hicieron enormes fortunas bajo ese régimen despótico, ahora bien, hoy lo más preocupante es que la ultraderecha ha crecido electoralmente y su objetivo es la regresión al modelo original, impuesto por Pinochet.

En América Latina, hay casos en que la ultraderecha llego a la presidencia ganando elecciones, pero luego burlo la institucionalidad instalando, con respaldo castrense, dictaduras de triste recuerdo como la de Bordaberry en Uruguay o la de Fujimori en Perú. Hay pinochetistas en Chile que observan la situación política con esa perspectiva. Ese es el peligro que, nuevamente, el pueblo chileno unido debe ser capaz de derrotar.

Ante ello, hay que evitar pugnas estériles o divisiones injustificadas, hay que trabajar por el bien de Chile y poner lo que nos une por sobre lo que nos separa. También ejercer y respetar la diversidad en nuestra alternativa es fundamental. La unidad por Chile. Esa es la prueba de madurez que debemos dar en esta campaña electoral. (Cooperativa)

Camilo Escalona

Vietnam y Hồ Chí Minh poco conocidos: relaciones con Chile

En coherencia con parte del título de estas notas, chilenos y chilenas de generaciones de los años ’60 y ’70 del siglo XX aún recordarán las primeras noticias y conocimientos que tuvieron de Vietnam, y sobre su aguerrido, luchador e incansable pueblo. Estos los llevarían a solidarizar con él, y marchar masivamente con ese «No a la guerra», en contra de la agresión belicista y criminal de los Estados Unidos de esos años.

Un muy sólido antecedente histórico, inescapable para conocer, y entender el comienzo del desarrollo de las actuales relaciones con Chile, es aquella visita a Vietnam del presidente del Senado de Chile, Salvador Allende, junto a Eduardo Paredes, miembro del Comité Central del Partido Socialista, durante dos intensas semanas en mayo de 1969, aun estando en esa cruel y plena guerra de agresión química y tóxica yankee. Remarcable es el registro imborrable e innegable, a destacar y recordar, de la entrevista de Allende con Hồ Chí Minh, en el Palacio Presidencial el 23 de mayo de 1969, siendo el último dirigente extranjero en reunirse con el gran líder vietnamita, quien ya se encontraba afectado en su salud. A pesar de lo anterior, pero conservando su gran vitalidad, le remarcó a Allende la importancia del sentido del humor oportuno en la actividad política, como un elemento coadyuvante, muy iluminador, para convencer y sumar. Ya sabemos que él falleció el 2 de septiembre de ese 1969.

Junto con la relevante significación de ese encuentro entre grandes líderes políticos, se sabe de aquello simbólico ocurrido en esa notable ocasión: Hồ Chí Minh expresó algunas palabras en español al comienzo, para sorpresa total del ilustre visitante. Se trataba de que aquel líder insigne vietnamita, cuando joven y buscando la superación de su precariedad económica, se había embarcado en grandes navíos que viajaban a Buenos Aires, laborando en tareas de cocinería y, forzado a comunicarse, fue aprendiendo el idioma, y lo recordaba.

Situaciones posteriores, algo más conocidas, pero por pocos, sirven para revisar y entender la relación bilateral chileno-vietnamita, retomada desde 1990 y reforzada desde 2003. Ahora sigue la puntualización de algunos hitos, junto con unos hechos muy relevantes, de cómo Vietnam se fue insertando en la arena internacional, a pesar de sus muy duros pesares.

  • Establecimiento de relaciones diplomáticas de Chile con la República Democrática de Vietnam, 25 de marzo de 1971
  • Visita de una delegación comercial de Vietnam, encabezada por Doan Van, del 17 al 29 de marzo de 1971
  • Encuentro Latinoamericano de Juventudes en Solidaridad con Vietnam, Laos y Camboya. Santiago, del 31 de agosto al 4 de septiembre de 1971
  • Establecimiento de relaciones comerciales de Chile con la República Democrática de Vietnam, 1 de junio de 1972
  • Establecimiento de relaciones diplomáticas de Chile con el gobierno revolucionario provisional de la República de Sud-Vietnam, 8 de septiembre de 1972
  • El 2 de julio de 1976, Vietnam pasó a ser la República Socialista de Vietnam, tras la reunificación de Vietnam del Norte y Vietnam del Sur
  • En 1986, en el VI Congreso del Partido Comunista de Vietnam, se adoptan amplias reformas económicas y políticas, sintetizadas en la formulación política de «Ɖổi Mới» («Renovación»), abriéndose a ser una economía de mercado, junto con una amplia autocrítica política
  • En 1987 se aprobó una nueva Ley de Inversiones, dando garantías al capital extranjero, y en 1988 se redujeron o eliminaron muchas barreras a toda la actividad económica
  • Un resultado considerable fue la reducción de la pobreza en Vietnam, cuyo porcentaje en 1975, era de casi 80%. Ya en 1990, se había reducido a 58%, y en 2010, a 20,7%
  • Debemos recordar que, en la década de los ’80 del siglo XX, Vietnam permaneció como uno de los países más pobres del mundo. Hacia fines de esa década, y comienzos de los años ’90, la pobreza comenzaría a disminuir fuertemente
  • En 2001, Acuerdo Comercial (BTA) con su enemigo de guerra, Estados Unidos
  • En 2007, ingreso a la Organización Mundial de Comercio (OMC)
  • En 2025, se firma nuevo Acuerdo Comercial marco con Estados Unidos
  • Así, de 1990 al 2022, el PIB per cápita de Vietnam se multiplicó en más de cinco veces, pasando de USD 2.100 a USD 11.400 (dólares de 2017). Actualmente es de USD 15.470, con una población de 101.340.000 habitantes, en 2024

Además, podemos agregar que la República Socialista de Vietnam tiene actualmente una economía de mercado multisectorial, de orientación socialista, bajo el manejo del Estado, pero con amplios emprendimientos de sectores privados; y altas autoridades gubernamentales y partidarias combaten férreamente la corrupción. Ahora, les selecciono algunas cifras, datos e indicadores, cuya fuente principal es el Banco Asiático de Desarrollo, en su Report ADB.ERCI. Basic Statistics. April 25, 2025, para suplir parcialmente aludido desconocimiento.

  • Crecimiento del PIB en 2024 fue de 7,1%, y la inflación fue de solo 3,6%
  • Crecimiento anual de la población fue de 1% entre 2019 y 2024
  • Reservas internacionales brutas alcanzaron los USD 133.844 millones, en 2024
  • Densidad poblacional era de 306 personas por km2 de superficie, en 2024
  • Pobreza en 2023 alcanzaba solo 3,4%. Proporción de población con ingreso por debajo de USD 2,15 de paridad de poder adquisitivo al día fue 1% en 2022. En notas anteriores, precisé como una precandidata presidencial, derrotada en elección primaria de junio 2025, afirmó errada que el Partido Comunista «dónde ha gobernado en el mundo los países se han estancado socialmente y ha cundido la pobreza». Partido Comunista «gobernante» en Vietnam la desmentiría claramente, en este caso, por su completo y curioso desconocimiento
  • Tasa de crecimiento anual del PIB real por persona ocupada fue de 5,2%, en 2023
  • Tasa de desempleo, ambos sexos (total) fue de 1,6%, en 2023
  • Comercio Exterior a junio de 2025: 514,7 mil millones USD y crecimiento interanual 14,8%

Ojalá estas cifras y hechos ayuden para un comprehensivo conocimiento de la República Socialista de Vietnam, como país del sudeste asiático que, es miembro de la APEC y de la ASEAN, y desde este 2025 es país socio BRICS, desempeñando, discreta y estratégicamente, un valioso rol en la arena internacional y regional con su diplomacia no estridente y prudente. En junio de 2024 fue la nueva visita de Estado del presidente de Rusia, Vladímir Putin, recibido al más alto nivel y con gran gratitud histórica por cardinal y vital ayuda y solidaridad de la Unión Soviética, hasta la actual Asociación Estratégica Integral.

Sobre las relaciones bilaterales de Chile con Vietnam, ya en este siglo XXI, tengamos en consideración algunas referencias significativas, a partir de lo concreto y lo histórico: las visitas de los presidentes Ricardo Lagos, en octubre de 2003; Michelle Bachelet, en noviembre de 2006 y 2017; y Sebastián Piñera, en marzo de 2012; tuvieron una gran significación política y, al ser encuentros entre altas autoridades de países muy distantes geográficamente y con sistemas sociales y políticos diferentes, en una adecuada comprensión de las relaciones internacionales contemporáneas, interestatales e intergubernamentales, basadas en principios de Política Exterior. A la vez, en noviembre de 2024 el presidente Lu’o’ng Cu’ờng visitó Chile, después de 15 años de última visita de un mandatario vietnamita: Nguyễn Minh Triết, en septiembre de 2009.

Ambas representaciones diplomáticas han aumentado sus dotaciones, según necesidades concretas y específicas respectivas, en el contexto de lo bilateral: Vietnam ha inaugurado su agregaduría de Defensa, con dos profesionales residentes, con conocimiento del español; y Chile abrió una agregaduría agrícola, con funcionario a cargo, en Hanói, en el año 2024.

El embajador en Chile, Nguyen Viet Cuong, afirmó a Prensa Latina en julio de 2025 que su país es el principal socio comercial de Chile entre los 10 Estados miembros de la ASEAN. El intercambio comercial fue de 1.522,8 M/USD fob, en 2024, según Banco Central; y además un hecho concreto respaldaba al diplomático, dado que Vietnam participaba justamente en esos días, por primera vez, en la ExpoCafé 2025 en Espacio Riesco. Debiera tenerse muy presente que Vietnam es el segundo productor y exportador de café a nivel mundial, después de Brasil.

Así, se abren caminos y oportunidades para emprendedores, exportadores, importadores, inversores, y medianas y pequeñas empresas, hacia un amplio mercado de gran población consumidora; y en lo logístico y transporte con mejores rutas en costos, distancias y tiempos. En la gestión, contactando unas contrapartes bien dispuestas y no burocratizadoras. En lo crediticio-financiero, expeditos y solventes servicios bancarios y mejores medios de pago.

El Tratado de Libre Comercio con Vietnam se firmó en noviembre de 2011, se promulgó en diciembre de 2013 y entró en vigor en febrero de 2014. Existe activa la Cámara de Comercio Chile-Vietnam. Las esferas científicas, cognitivas, educacionales superiores, IA, innovadoras y tecnológicas de punta, ya debieran abordarse, superando barreras culturales y/o lingüísticas, desconocimientos y/o prejuicios. En lo estatal y gubernamental y en el mundo empresarial privado, las relaciones bilaterales chileno-vietnamitas tienen amplias e iluminadas avenidas promisorias. En próximo gobierno de Chile se podrán ir recorriendo más, en ambos sentidos, con beneficio mutuo a mediano y largo plazos. Y con memoria de Hồ Chí Minh, cada 2 de septiembre, celebrando el Día de la Independencia Nacional, proclamada en esa fecha de 1945, entonces República Democrática de Vietnam. Ahora ya en su 80° aniversario, en 2025, como República Socialista de Vietnam. (Cooperativa)

Jorge Vera Castillo

Editorial NP: Democracia: ¿más razón o emoción?

La irrupción de las tecnologías de la información y las redes sociales ha transformado radicalmente la manera en que las sociedades procesan la realidad. El acceso ilimitado y la velocidad de circulación de la información prometían, en su origen, consolidar democracias más participativas y ciudadanos más informados. Sin embargo, la evidencia empírica de la última década plantea una pregunta inquietante: ¿estamos avanzando hacia una democracia más densa, sustentada en el debate racional y sincero en busca de mayor bienestar para los ciudadanos; o estamos yendo hacia modelos políticos cada vez más vulnerables a la manipulación, el populismo y la polarización, motivados especialmente por la toma del poder para beneficio de la propia tribu de intereses?

O dicho de otro modo: ¿Ha permitido la abundancia de información intervenir la realidad con decisiones de políticas públicas más eficaces, eficientes y más justas para el bien común o, por el contrario, ha incrementado nuestra incertidumbre, estimulando el miedo y con ello la emergencia de liderazgos políticos «salvadores» y «dictadores» que actúan por ruda convicción o, al decir de Unamuno, con fe del carbonero, más que sustentados en razonamientos basados en los avances de la ciencia y técnica?

En el marco del liberalismo clásico se asumía que el progreso intelectual y emocional de las personas sería más o menos homogéneo y que, con educación y acceso a la información, la deliberación pública evolucionaría hacia niveles de mayor racionalidad, elevando así el estándar de vida y la felicidad de los pueblos. Hoy, sin embargo, tras la victoriosa instalación de la democracia liberal y el Estado de Derecho en extensas áreas del globo, observamos un fenómeno paradójico: dicha abundancia informativa no siempre se traduce en mejor discernimiento y, por el contrario, la inmediatez y lógica algorítmica de las plataformas digitales tienden a privilegiar la emoción por sobre la reflexión, lo instantáneo, por sobre lo analítico.

Los efectos de este proceso son visibles. En distintas latitudes, candidaturas con propuestas simples y efectistas, aunque carismáticas, desplazan a proyectos políticos más complejos y de largo plazo. La convicción de sus líderes, su determinación, carácter y voluntad, más que un buen programa o alto nivel de conocimiento y experiencia que aquellos muestran, infunde renovada confianza en seguidores presionados tanto por una explosión de información casi indigerible por su complejidad, como por nuevos entornos socio-económicos convulsionados por el estallido -promovido o espontáneo- de demandas ciudadanas por mejor vida.

La circulación de noticias falsas, fragmentación de audiencias y el uso de algoritmos que refuerzan sesgos, por otro lado, confirman que la muy participativa, integradoras y plural democracia liberal puede transformarse en conflictuado rehén de la emotividad colectiva y ser llevada hacia mutaciones orgánicas en las que los avances en participación ciudadana tengan un retroceso hacia nuevas formas de elitismo, si bien organizados formalmente con división de poderes, imperio de la ley y libertad de mercados, muy parecidas a las monarquías hereditarias.

Tanto la desconfianza hacia el lenguaje y acción de la política y las elites en general, como las especiales características de las nuevas fuerzas productivas aplicadas al ámbito de la interacción comunicacional pueden llegar a ser un terreno fértil para autoritarismos y populismos de izquierda y/o derecha, donde la promesa de soluciones rápidas y la apelación a emociones como la envidia, rabia o miedo tienden a desplazar la deliberación seria sobre políticas públicas. Por lo demás, ejemplos en tal sentido ya hemos podido ver en la actual campaña presidencial en la que no han faltado conflictos públicos y desates emocionales, tanto entre candidaturas rivales, como en aquellas que se suponen de un mismo sector ideológico.

Frente a tal escenario, la ciudadanía que cultiva la democracia como su modo de vida enfrenta un desafío histórico. No basta con exigir a los dirigentes mayor participación y mayor transparencia en la gestión de las instituciones democráticas: se requiere de un esfuerzo consciente de aquellos por reconstruir un espacio público basado en la veracidad, la discusión informada y una mayor responsabilidad cívica, es decir, un tipo de acción política apuntado a la resolución de la demandas sociales ordenadas según urgencias de sentido común y basadas en data, ciencia y tecnología. Esto implica promover y no restringir la alfabetización digital como un derecho y necesidad, en especial entre los jóvenes que están edificando su visión de mundo sobre la nueva infraestructura en desarrollo. También exigir a los medios de comunicación debates abiertos pero fundados que permitan a los ciudadanos evaluar la viabilidad de las propuestas. Finalmente diseñar mecanismos institucionales que amplíen la democracia participativa, más allá del voto periódico.

Es decir, el tránsito hacia una democracia más densa, participativa, transparente y menos marcada por la mera lucha por el poder, depende menos de la disponibilidad de información —ya prácticamente infinita— que de la capacidad de cada ciudadano para procesarla e integrarla a un propio modelo de percepción de mundo, que junto con ser consistente, también debe ser crítico. Sin ese salto cualitativo, la democracia liberal corre el riesgo de diluirse en una sucesión de pulsiones emocionales tribales que, aunque legítimas, no conducen necesariamente a decisiones nacionales sostenibles y más bien, en su ineficacia, abren las puertas a «salvadores» de toda especie.

Luego, si la era digital ha fragmentado y debilitado los marcos de referencia compartidos por las sociedades capitalista y socialista que compitieron por el dominio mundial durante buena parte del siglo XX, corresponde hoy a la sociedad civil, a sus liderazgos democráticos y a la educación familiar y social buscar y proponer nuevos anclajes de cohesión afincados en el enorme conocimiento científico-técnico acumulado, así como en la relectura de la cuantiosa tradición espiritual judeo-cristiana y la ético legal de Grecia y Roma. Solo así será posible que la promesa de una democracia abierta, transparente, participativa y pluralista no se deslice durante su transición hacia su contracara: un escenario en el que ganen terreno populismos autoritarios disfrazados de respuestas inmediatas, sea tanto bajo el paraguas de convicciones políticas de «izquierdas» como de «derechas».

El futuro de la democracia depende, en definitiva, de nuestra propia capacidad de transformar el ruido emocional de la tribu aullando slogans a toda voz tras la consigna del líder, en un diálogo y deliberación racional y sincero, fundado en hechos comprobables y comprobados, en que amigos y adversarios pueden converger como criterios de realidad, más allá de las legitimas opiniones sobre la cualidad de aquellos. Al mismo tiempo depende de nuestra propia capacidad de mutar la enorme fuerza y energía motivadora de la emoción en mayor responsabilidad y acción política en beneficio de millones de personas que si bien no parecieran interesados en política, saben bien que en ese espacio se juega parte relevante de su propio bienestar personal.(NP)