Nueva generación en la centroderecha-Isabel Plá

Nueva generación en la centroderecha-Isabel Plá

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Costó mucho que llegara una nueva generación a la primera línea de la centroderecha. Tal vez la espera haya valido la pena.

A diferencia del Frente Amplio —probablemente porque sus líderes observaron el profundo error de hacerlo—, es una generación que no reniega de lo que hicieron sus predecesores: los valora y reivindica.

Han vivido en carne propia el costo de cerrarse al ostensible cambio que ha experimentado Chile, que es muchísimo más que el crecimiento económico y el nacimiento de una gran clase media. Son la convivencia de diversos estilos de vida, la exigencia de libertades y de igualdad de derechos y de trato, la intolerancia a la discriminación de género, la preocupación por la naturaleza, en fin, la realidad de un mundo que está a un clic de distancia para millones de chilenos.

Es una generación que ha entendido que el valor más preciado, el dique de las aventuras politiqueras y de las miserias que campean en casi toda América Latina, es la estabilidad política y social. Que, sin esa condición, la economía y el progreso material no son posibles. Y que para recuperarla se requiere cerrar la grieta constitucional, porque una Constitución no solo debe ser buena (la del 80 sin duda lo es, por eso muchos votamos Rechazo en el año 2020), sino también contar con un amplio respaldo.

Quizás la marca más importante de esta centroderecha, al menos hasta ahora (hay mucho paño que cortar todavía), sea su disposición a diferenciarse en fondo y forma de la otra derecha, de aquella que se marginó desde el principio de un acuerdo constitucional. Y la voluntad de resistir su agresiva embestida, en el intento de apropiarse del resultado del Rechazo.

La disputa no es por las ideas —en lo esencial, compartidas—, sino por la profundidad de la vocación democrática. Esa es la dimensión que obliga a arriesgar popularidad temporal, cuando se ha asumido en plenitud que la política en serio, y no la de los carnavales en Twitter y en los videos de YouTube, es la responsable de lo que ocurra en Chile en las próximas décadas.

Es legítimo que los Republicanos, aun cuando hayan sido parte de la misma campaña del Rechazo que prometía una “Constitución escrita con amor”, decidan hoy no cumplir ese compromiso.

Desde luego, es más fácil quedarse en una esquina que cruzar una cancha sembrada de piedras y barro, para sentarse en una mesa durante 100 días a buscar puntos de encuentro.

Es más popular banalizar el debate, reduciéndolo a la comparación con las principales preocupaciones de los chilenos (“se necesita más seguridad, no una nueva Constitución”), que explicarle al país la importancia de enfrentar ahora la incertidumbre constitucional y no en medio de un próximo estallido.

El acuerdo no es el ideal de nadie; si lo fuera, habría sido fruto de la imposición y no del realismo. Parte de bases constitucionales ya acordadas. Reconoce el rol fundamental del Congreso. Integra a expertos; establece contrapesos.

Precisamente porque es equilibrado y frena la tentación refundacional, desde la otra punta, los alcaldes Jorge Sharp y Daniel Jadue hacen lo suyo, recriminándoles a los partidos oficialistas la entrega a un acuerdo que aleja a la izquierda de su Constitución soñada.

Esta nueva generación de centroderecha tiene por delante la tarea más importante: demostrar que ha tomado el mejor camino; y que, lejos de ser la “derechita cobarde” que se rinde al adversario, tiene la capacidad de reunir el coraje suficiente para conducir lo que está por venir. (El Mercurio)

Isabel Plá