Ninguneando a la gente

Ninguneando a la gente

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Ojalá las votaciones tuvieran el mismo impacto que las encuestas. Muchos dirigentes se levantan leyendo los sondeos de opinión antes de resolver qué hacer. Pero cuando hay una elección, poco importa lo que la gente dijo con su voto. Ante un sondeo de opinión, reacción inmediata. Frente a un resultado electoral, negacionismo. Si se quiere liderar y representar, el ninguneo a la gente no es una buena opción. Solo con datos reales, y madurez para leerlos, se puede enmendar el rumbo en la derrota y ser consistente en la victoria.

En la oposición, que obtuvo un triunfo histórico, cuando un partido relativamente nuevo aporta cuatro veces los votos de los que le siguen, hay mucho que aprender. El Partido Republicano creció sumando apoyo en personas que no votaban y en comunas populares quitándole votos a la izquierda. Chile Vamos no puede cometer el mismo error del oficialismo posplebiscito, culpando a la ciudadanía por no entender la “sabiduría” de sus decisiones políticas.

En el ámbito constitucional, la voz de la gente debe marcar el trabajo. Apruebo Dignidad y el Partido Socialista escribieron una Constitución a su antojo y fue rechazada por el 62% de los chilenos. No porque la hayan hecho solos, sino especialmente porque la hicieron de espaldas a la ciudadanía. ¿De qué sirve que se abracen los 24 expertos o se tomen de las manos los 51 consejeros si el texto que ofrecen a Chile no le hace sentido a la gente? Los acuerdos entre partidos políticos no necesariamente son respaldados electoralmente. Lo vimos el domingo pasado, en que la colectividad que ganó fue la única que se opuso a seguir el proceso de esta manera. Algunos dirán que la gente quiere acuerdos y saldrán encuestas diciendo lo mismo. Entre “acuerdo o desacuerdo”, ¿quién diría algo diferente? Si la pregunta fuera “cualquier acuerdo”, ya la respuesta cambiaría. Distinto es, por supuesto, la disposición permanente a acoger las buenas ideas, vengan de dónde vinieren.

La tarea, por tanto, es ofrecer a los chilenos un texto que les haga pleno sentido y resguarde las libertades amenazadas por el de la Convención. Será la gente la que en diciembre resuelva si prefiere la Constitución que le propongan o seguir con la actual. Y no hay drama. El debate constituyente volvería al Congreso, desde donde nunca debió salir. Por lo demás, no tiene cierre: va a seguir abierto mientras exista una izquierda refundacional dispuesta a usarlo como herramienta política.

Por último, el Gobierno decidió hacer lo que quiere, porque esto de preguntarle a la gente no les ha funcionado bien. Pareciera que, frustrados por no poder consumar la revolución constitucional, decidieron avanzar sin transar. El oficialismo anunció que empezaría a concretar las promesas y, por ejemplo, a los pocos minutos, estaba defendiendo la destrucción del sistema de salud. Es decir, como la Constitución no va a consagrar un sistema único, optaron por lograr ese mismo objetivo arrasando, de hecho, con lo que hay. Y desde el Partido Socialista pusieron el relato, llamando “al pueblo a unirse para frenar la regresión ultraconservadora”.

¿A qué pueblo?, no se sabe. La última vez que se le preguntó fue hace solo 7 días. Y fue claro su mensaje. Habló fuerte. Pero algunos prefieren seguir en estado de negación electoral, ninguneando la voz de la gente y profundizando la crisis política que atraviesa Chile. (El Mercurio)

Marcela Cubillos