El menor dinamismo que ha presentado la economía chilena no sólo ha sido evidente, sino que además mayor a lo esperado. Más allá del crecimiento de 2,4% en enero, destaca la caída en el Imacec no minero y en algunas cifras relacionadas al consumo. En un contexto donde diversos indicadores, tanto externos como locales, anticipan un ciclo que podría ser incluso más débil, es razonable pensar que superar un crecimiento de 3,5% este año es cada día más difícil.
Más allá de las estimaciones puntuales de crecimiento, es innegable que este cuadro pone un desafío adicional a las autoridades, principalmente en cuanto al diseño de un buen mix de políticas para afrontar el menor dinamismo. En este sentido, es fundamental tener en cuenta una serie de elementos más bien estructurales de nuestro marco de políticas en la discusión.
Uno de ellos es que el menor crecimiento, por sí solo, no justifica ajustes en las tasas de interés y/o en el gasto fiscal. El punto de partida para este tipo de decisiones, necesariamente, debe ser una correcta evaluación de las holguras que realmente tiene la economía chilena, tarea que está muy lejos de ser algo trivial. Por un lado, si bien el crecimiento ha caído, debemos reconocer la existencia de información que dificulta el análisis, como la recuperación de algunas medidas de inflación subyacente y datos del mercado laboral. Pero más allá de estas dudas, la información sugiere la persistencia de brechas, lo cual da razones para estar algo más preocupados por el crecimiento que por la inflación. Al menos por ahora.
Un segundo factor es el rol de la política monetaria, que constituye la primera línea de defensa frente al debilitamiento cíclico, y por ende tiende a ajustarse antes que la política fiscal. Dicho esto, no debiese sorprendernos que haya cambios en el escenario del IPoM (que se publicará a fines de este mes) que anticipen un proceso de normalización mucho menos gradual de lo que se esperaba en el informe de diciembre. Si bien por entonces se preveían aumentos de la TPM hacia cerca de 4,0% este año, creo que hoy se puede plantear no más de un alza e incluso mantener la TPM en el corto plazo, permitiendo una política monetaria algo más expansiva.
Adicionalmente, no podemos olvidar las holguras fiscales negativas que posee el país —como consecuencia de los persistentes déficits fiscales—, evidencia de que no hay espacio para aumentar el gasto con el objetivo de mitigar la desaceleración. Ello es aún más válido al considerar el compromiso de mediano plazo del gobierno, que se basa en una reducción gradual del déficit estructural, lo cual no es otra cosa que reconocer que la política fiscal irá siendo más contractiva en el futuro.
Finalmente, no puedo dejar de mencionar que estamos discutiendo si el país crece alrededor de 3,5% (o un poco menos), cifra que se encuentra en línea con nuestra capacidad de crecimiento. Por ello, el mix de política no se debe acotar en la tradicional discusión de tasas de interés y gasto fiscal, sino más bien poner sobre la mesa temas estructurales que afectan la capacidad de crecimiento del país, muchos de ellos relacionados con la necesidad de promover mejoras en áreas clave, como los sistemas tributario y laboral, ente otros.
La complementación de un buen mix macro con mejoras micro es fundamental para enfrentar exitosamente el cuadro actual. (DF)
Rodrigo Aravena