El obispo de Rancagua y vice-presidente de la Conferencia Episcopal, Alejandro Goic, propuso un reajuste al salario mínimo a $400.000, desde los $250.000 que rigen en la actualidad. Éste último corresponde -sin corrección monetaria- casi exactamente al salario ético que el mismo obispo sugiriera unos nueve años atrás. La nueva propuesta suscitó diversas reacciones que ilustran que en el debate sobre políticas públicas aún se ignora que éstas requieren, para ser efectivas, tomar en cuenta tanto sus aspectos positivos, como aquellos normativos.
En materia positiva -lo que es- es necesario medir el efecto que un aumento del salario mínimo tiene sobre el empleo. Ramos y Chamorro (2013) recogen los valores que al respecto se han calculado para Chile, como también las estimaciones realizadas para los cambios del empleo frente a variaciones de los salarios y del PIB. Estos trabajos confirman el impacto positivo de los aumentos del PIB sobre el empleo y el efecto negativo de las alzas de las remuneraciones sobre el mismo. En materia de salarios mínimos es evidente el gran impacto de sus variaciones sobre el empleo juvenil.
Es decir, es posible aumentar el salario mínimo sin afectar la tasa de desempleo, pero este aumento será estrictamente limitado y mayor, mientras más elevada sea la tasa de crecimiento del PIB. Además, cualquier aumento en exceso, tendrá repercusiones especialmente negativas sobre el trabajo juvenil.
En materia normativa -lo que deseamos que sea- el cielo es el límite. No obstante, es necesario considerar que en Chile el salario mínimo ya es elevado en relación a aquél mediano vigente en la economía. Más importante, al aumentar el valor del primero, si bien se mejora el nivel de vida de los beneficiados, se dejan sin ingresos autónomos a los que quedan desempleados, especialmente a los jóvenes.
Afortunadamente, es posible compatibilizar – mediante subsidios estatales- un salario mínimo como el actualmente vigente, que se espera claree aproximada y técnicamente el mercado laboral, con un ingreso ético del monto que propone el obispo Goic. Dicho ingreso eliminaría en la práctica la pobreza, tal como se define oficialmente. Siendo realistas, un salario ético de ese valor exige -por el tamaño del impacto fiscal del subsidio- la reorganización drástica de la maraña de programas sociales que tiene el país, posiblemente reemplazándolos en buena parte por un sistema de impuestos negativos sobre el ingreso.
En resumen, un salario mínimo de la magnitud implícita en la propuesta valórica del obispo Goic tendría, desde la perspectiva positiva y si se implementara de inmediato, un impacto muy negativo sobre el empleo, especialmente aquél de los jóvenes. No obstante es posible -mediante subsidios estatales- conjugar la existencia de un salario mínimo que equilibre el mercado laboral con un ingreso ético más elevado, como el propuesto. Por supuesto la solución de fondo a los bajos ingresos laborales consiste en crecer económicamente y aumentar la productividad del trabajo. (La Tercera)
Rolf Luders


