La victoria final de Piñera

La victoria final de Piñera

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Mientras nuestra hermosa bandera tricolor: blanca, azul y roja se izaba a media asta entre una multitud de chilenos, que con respeto, sobriedad y recogimiento conmemoraban al dos veces electo mandatario Sebastián Piñera, a sólo un par de kilómetros, en Plaza Italia, la profanación octubrista del emblema patrio, esa pavorosa bandera negra, se alzaba entre un puñado de exaltados que integraban los últimos, pero por lo mismo, quizás más tóxicos, residuos del octubrismo.

Quienes hicieron gárgaras del concepto dignidad, mostraron su faceta menos humana y digna. Celebrar la muerte de un Presidente, democráticamente electo por el pueblo de Chile, en dos ocasiones.

Así, fuimos testigos de los estertores de la asonada de noviembre. Un sádico y despiadado espectáculo. Un carnaval, sin colores ni luces. Una falsa conmemoración en la que, por cierto, no había nada que celebrar, ni menos, algo que reivindicar.

Mientras Piñera moría con honor, el octubrismo agonizaba en la ignominia.

Las tesis octubristas

Bajo la catarsis de octubre de 2019, entre la violencia irracional, la anomia y confusión, se instalaron tres dañinas tesis que se expandieron de manera acrítica e irracional en un sector importante de la población, a la velocidad de las bocanadas de fuego y gas lacrimógeno que tristemente pasaron a ser la puesta en escena durante aquellos días.

Para que estas tesis calaran en la población, por cierto, que hubo comparecencia de un grupo de políticos que se tomó demasiado en serio esa frase de Max Weber, relativa a que hacer política es de algún modo pactar con el diablo. De este modo, buena parte de los líderes del Frente Amplio y el Partido Comunista, pero también, más de algún socialista democrático nostálgico de su pasado revolucionario, apostaron a hacer caja de resonancia, validando, instalando y expandiendo cada una de estas nocivas tesis.

¿Cuáles fueron estas tesis? i) “No fueron 30 pesos, sino 30 años”, ii) “Piñera, asesino, igual que Pinochet” y iii) “Piñera, violador sistemático de derechos humanos”.

Éstas, pasaron a ser las consignas que no sólo tapizaron las calles en clave de grafitis de baja calidad artística que afearon la ciudad, sino que también anestesiaron a la opinión pública durante días, semanas y meses. Embrujando a más de algún conductor de televisión, artista o celebridad, pero también seduciendo a connotados líderes políticos y de opinión.

La fuerza de los hechos como antítesis

“Cada uno tiene derecho a tener sus propias opiniones, pero no sus propios datos”. La anterior, era una de las frases favoritas del ex Presidente. Quienes fuimos colaboradores de él, lo sabemos.

Uno de los problemas del paréntesis octubrista de nuestra historia reciente fue la primacía de aquello que los griegos denominaron la doxa (la opinión o las creencias que inundan el terreno de las subjetividades), por sobre la episteme (el conocimiento verdadero, fundado en hechos).

Los clásicos también nos enseñaron que una de las funciones principales de la política es la posibilidad de civilizar lo emocional e impedir la instrumentalización de las pasiones, especialmente de las más insondables, como son el rencor, la ira y el odio.

Por cierto, que, durante el estallido de 2019, la política -y especialmente un sector de ella- no fue capaz de cumplir esta función. Hubo mezquindad, mucha mezquindad, también desorientación y confusión.

No importó que durante esos 30 años el PIB per cápita del país se haya sextuplicado, la esperanza de vida al nacer haya pasado de 72 a 80 años, que la pobreza haya pasado de más del 60% a un 8,6%, que el porcentaje de hogares en situación de hacinamiento haya disminuido de 33% a 7%, que el acceso a la educación parvularia haya pasado de 16% a 51% y que la cobertura de acceso a la educación superior de las generaciones se elevara desde 16% a un 55%, entre otros datos.

Por cierto que no todo era miel sobre hojuelas a octubre de 2019, había problemas sociales, como en prácticamente todas las naciones en todas las latitudes. Pero Chile, estaba muy lejos de ser el infierno que el octubrismo describió.

Fue un momento en el que hubo prácticamente nulo espacio para la razón, todo era doxa, no episteme.

La historia absuelve

La dialéctica es un proceso que se configura mediante el surgimiento de tesis, antítesis y una síntesis. Las tesis octubristas han sido completamente refutadas por la antítesis más poderosa: la verdad y los hechos.

En primer lugar, no fue necesario que los voceros de la derecha, el sector político del ex Presidente, fueran quienes hicieran un esfuerzo por reivindicar su prístinas credenciales democráticas. Fue el propio Presidente Boric quien tempranamente se encargó de hacerlo, al señalar que Piñera “fue un demócrata desde la primera hora”. Boric, el otrora diputado y candidato presidencial que, de manera altanera y soberbia, señalara en pleno debate presidencial: “Señor Piñera, está avisado, se le va a perseguir por las graves violaciones a los DD.HH. cometidas bajo su mandato”, reconocía que “como oposición durante su gobierno las querellas y recriminaciones fueron más allá de lo justo y razonable”.

Pero quien mejor se encargaría de responderle al diputado Boric, sería la ex Presidenta Michelle Bachelet, quien en el mismo discurso fúnebre a Sebastián Piñera, recordó que fue precisamente a petición del Ex Presidente que se elaboró un exhaustivo informe de Naciones Unidas para abordar la situación en materia de derechos humanos durante el estallido de octubre.

Así, la historia, el tribunal más severo y concluyente, es la que ha absuelto al Presidente Piñera de dos de las calumnias más ominosas instaladas por el octubrismo. Y quién hubiera pensado que lo haría con los alegatos de los defensores más inesperados: Boric y Bachelet.

Síntesis: Funeral de Estado como momento estelar

Stefan Zweig, autor de uno de los libros predilectos del ex Presidente Momentos estelares de la humanidad, plantea que “La historia no necesita una mano que le dé un empujón”. Es cierto, ésta al final, todo lo equilibra.

El funeral de Estado del Presidente, ha sido un momento estelar. La fotografía de los ex mandatarios Frei, Bachelet y Boric (Ricardo Lagos se ausentó por motivos de salud) escoltando el féretro del ex Presidente Piñera en la guardia de honor, retrata en cuerpo y alma, de manera luminosa, ese ethos y acerbo republicano que, por un instante, la penumbra octubrista puso bajo amenaza.

En este momento estelar de nuestra historia, ha sido Sebastián Piñera quien nuevamente gana. Su nombre, a través de su legado y obras, quedará plasmado en la historia larga, mientras el octubrismo sucumbe ante su propia esencia destructiva, en la historia corta.

Piñera, con su muerte, logró desnudar la peor faceta del que fuera su adversario político reciente más cruento y despiadado, el octubrismo.

Esa fue, su última victoria política. (Ex Ante)

Jorge Ramírez