La economía en las sombras

La economía en las sombras

Compartir

Transitamos por un túnel constitucional. Algunos ven la luz al final. Otros respiran oscuridad. Y aunque no estamos en esa caverna del Libro VII de la República de Platón —no hay cadenas—, brilla un fuego que proyecta sombras. Esa sombra es la economía.

El túnel constitucional nos ha alejado de la realidad de la economía. No es casual que entre los 154 convencionales haya solo un economista. La economía estuvo bien durante muchos años. Tan bien que casi la olvidamos o, mejor dicho, la menospreciamos. Desde una perspectiva más histórica, hay una especie de regresión, una suerte de revancha contra la bandera económica. Tal vez una venganza contra los Chicago Boys, Milton Friedman y la economía neoclásica. Las críticas al neoliberalismo, al lucro y a la actual Constitución han tenido como blanco la hegemonía de la economía. Ahora vivimos bajo una nueva hegemonía constitucional.

En estos tiempos difíciles y polarizados, no será fácil sostener la salud de la economía. El ambiente externo tampoco es favorable. El mandamás de J. P. Morgan, Jamie Dimon, uno de esos gurús de la economía mundial, dijo que todos los días vemos el sol y todo parece bien. Pero anunció que había que prepararse, ya que se estaba incubando un “huracán”. La pregunta es si nos estamos preparando para ese huracán cuya intensidad desconocemos.

La anunciada aparición del fantasma de la inflación ya se manifestó en Chile y en el mundo. En Estados Unidos y Europa supera el 8%. En Chile ya estamos en el 10% y posiblemente alcanzaremos un 12%. Las alzas de precios en alimentos y combustibles no dan tregua. Las tasas de interés suben y las perspectivas de crecimiento para China disminuyen. El panorama externo no es alentador. Y el interno es preocupante.

Nuestra inflación tiene un componente externo, pero también otro interno. Desde David Hume —el padre moderno de la teoría monetaria— sabemos que, si cada ciudadano amanece con más dinero en su bolsillo, subirán los precios y tendremos inflación. Chile enfrentó el covid con los retiros de las pensiones y los ingresos familiares de emergencia (IFE). En total fueron unos 60.000 millones de dólares. Es como si cada chileno hubiera recibido unos 3.000 dólares. Fue una cifra sideral que representa alrededor de un 20% del PIB. Se habló de la fiesta de los retiros. Y toda fiesta, ya lo sabemos, se acaba. Es evidente que viene la resaca. Y no será suave.

Pero en Chile ya no están los tiempos para hablar de “apretarse el cinturón”. Tampoco para ese famoso “paga Moya”. En su discurso, el Presidente Boric anunció nuevos gastos fiscales: la estabilización de los precios de los combustibles, la condonación del CAE, la deuda histórica de los profesores, la Pensión Garantizada Universal, el tren Santiago-Valparaíso y el salario mínimo. Si sumamos, el total alcanzaría unos 30.000 millones de dólares, o sea, un 10% del PIB. Para financiar una parte de este ambicioso plan, pronto se enviará al Congreso una reforma tributaria que incluye impuestos personales, un nuevo impuesto al patrimonio, evasión, elusión, exenciones y aumento del royalty a la minería. Además, el Presidente fijó la meta de incrementar la productividad al 1,5% anual, algo muy difícil de alcanzar.

Y pensando en el futuro, el Gobierno ha amarrado su programa social a la nueva Constitución. Sumándose a la campaña por el Apruebo, el Presidente sostuvo que “la Constitución de 1980 es un obstáculo para algunas de las reformas que nosotros queremos hacer”. Ese programa, que dependería de lo que pase el 4 de septiembre, exigirá otros cuantiosos gastos. Todo esto pondrá aún más presión a las arcas fiscales. Como se ve, la economía estará muy exigida. Y exigida en un contexto de promesas y esperanzas ancladas a un futuro constitucional. Este es el fuego que ilumina la sombra de la economía. (El Mercurio)

Leonidas Montes

Dejar una respuesta