La disyuntiva electoral

La disyuntiva electoral

Compartir

La disyuntiva en la segunda vuelta presidencial no es impulsar o no reformas. Chile las necesita para ser un país moderno y desarrollado. Las requiere, por ejemplo, para acelerar el crecimiento, reducir la desigualdad, aumentar las pensiones, mejorar la salud y la educación, generar empleos y modernizar el Estado. La disyuntiva es qué candidato puede hacerlas mejor, atendiendo el bienestar general de la población, sobre la base de políticas bien diseñadas, sólidos equipos técnicos, acuerdos políticos y una implementación gradual que asegure buenos resultados.

Los contenidos de los programas de gobierno y las promesas electorales importan porque denotan intenciones, pero no son decisivas. Son cartas de navegación que se deben ajustar según los problemas que se presenten en el camino, la opinión de la gente y los acuerdos en el Congreso; en ningún caso derroteros a seguir contra viento y marea.

Más relevantes son los lineamientos que orientarán la acción del gobierno. Necesitamos un ambiente de libertad que estimule la creatividad, la innovación y el emprendimiento, premie el esfuerzo y castigue los abusos. Requerimos construir un país tolerante y solidario que privilegie la inclusión y la diversidad y no discrimine por género, nacionalidad, raza, origen social, creencias o inclinación sexual. Anhelamos seguridad y acceso igualitario a la justicia, en las ciudades y en el campo. Queremos más crecimiento, productividad, ciencia y tecnología, cultura, fin de la pobreza y cuidado del medio ambiente. Exigimos descentralización de verdad. Debemos insertarnos en la cuarta revolución industrial, facilitando los cambios y protegiendo a los afectados.

Ninguna candidatura recoge plenamente estos conceptos, pero la responsabilidad política obliga a elegir, recordando que no estamos escogiendo al empresario o periodista modelo -ninguno lo es- sino al presidente para los próximos cuatro años. Mi voto será para Piñera. No es decisión trivial porque siempre voté por la Concertación y, en la última elección, por Bachelet, creyendo que continuaría la positiva senda de los gobiernos precedentes, incluyendo el suyo. Estoy decepcionado porque el desempeño de su gobierno ha sido mediocre, renegando de las políticas que posicionaron a Chile en un papel de liderazgo.Celebro los avances en la agencia valórica, incluyendo la aprobación de las causales de aborto, pues resuelve un problema real, pero, con escasas excepciones -como energía- hay poco que celebrar en materias económicas y sociales. Tenemos una economía estancada y endeudada, reformas tributaria, laboral y educacional mal hechas e implementadas; el desafío de la calidad educativa aún pendiente, proyectos de salud retrasados por razones ideológicas, el espíritu emprendedor sometido a sospecha por la demonización del lucro y un ambiente de desconfianza y división acentuado por la lógica de la retroexcavadora.

Frente a esta evidencia y una candidatura de Guillier que pretende acentuar la obra del actual gobierno, sin mayor experiencia y con un equipo menguado por el desprecio a sus figuras más señeras, prefiero una opción que da más confianza, tiene cuerpos afiatados, rescata el espíritu de la Concertación que tanto aportó a nuestro desarrollo y, en todo caso, favorece la alternancia de los equipos de gobierno. No comparto todas sus propuestas o visiones, pero espero que si sale elegido, Piñera acoja los planteamientos que represento y reemplace la figura de la retroexcavadora por una camioneta doble tracción, que avance superando obstáculos y con doble cabina, para que quepan todos. Y cual sea el resultado de la elección, llamo a restablecer el clima de conciliación y acuerdo requerido para transitar al desarrollo. Chile se merece nada menos. (La Tercera)

Alejandro Jadresic

Dejar una respuesta