Explicaciones de la crisis chilena

Explicaciones de la crisis chilena

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Pienso que la crisis de hoy en Chile revela un malestar no sólo con la política ni menos sólo con la economía. Puede ser en parte un modo de vida entero el que está haciendo crisis. El modo de vida individualista, competitivo y consumista que estamos llevando, en que creemos que con más cosas seremos más felices o, al menos, estaremos mucho mejor. Veamos.

Nos apuramos mucho en atribuir determinados motivos para lo que lleva a la gente a volverse violenta o a salir a la calle a protestar. Esto es comprensible porque parece que los humanos nos sentimos muy mal cuando ocurren cosas inesperadas y no tenemos una explicación para ellas. Entonces aparecen los políticos o los opinólogos a darnos explicaciones y al final nos compramos una que nos calce con nuestra tradición familiar, nuestro grupo de amigos, nuestra profesión, partido político, etcétera, y le atribuimos el carácter de certeza, lo verdadero: “El Estallido Social de Octubre se debe a la mala distribución del ingreso. Punto”. Y  todos empezamos a repetir lo mismo. ¿Acaso el que todos lo repitamos la hace “verdadera”?

Y no objeto que consideremos que la distribución de ingresos es injusta en Chile o que sea prioritario hacerla más igualitaria. Lo que objeto es atribuirla tan simplistamente como la causa de todos los descontentos sociales, las marchas y el desbarajuste de Chile en octubre. Además andamos detrás y nos quedamos con una única causa, o una que decimos que es la principal. No vemos el conjunto o el sistema: a esa causa unida o apoyada y expandida gracias a otra u otras causas que están detrás o al lado, apoyándose mutuamente.

Estimo que una de las características más distintivas de las manifestaciones masivas en las calles de Chile ha sido la diversidad de causas que motivaban a las personas y el contexto por el que pasamos. Los elementos comunes parecen ser más emociones que propósitos específicos (como “No más AFPs”) o reacciones a hechos (como el alza de la tarifa del Metro en $30). Creo que lo más común era, por un lado rabia, molestia, hastío, al principio. Hacia el final, en la marcha festiva del viernes, la ilusión de cambios, de nuevas posibilidades.

Me parece que las explicaciones principales que se han dado de las causas del Estallido de Octubre, han sido expresiones de hipótesis o ideologías previas de cada uno de quienes ofrece esa explicación. Los políticos de izquierda en general dicen que es la mala distribución de ingresos y el modelo económico neoliberal. Los de derecha dicen que es la erosión de la autoridad, el relativismo moral, la cultura de derechos en vez de obligaciones. Otros dicen que es la corrupción, la mala calidad de los políticos y la política, la debilidad de las instituciones. Casi todos dicen lo mismo que decían antes, como si lo que ocurrió no trajera nada nuevo para ellos.

Para mí lo más nuevo que requiere incorporarse en nuestras respuestas es, primero, la interpretación que dio automáticamente la gente de que esta era una oportunidad de protestar ante la audacia de los estudiantes de romper los torniquetes del metro y el incendio de las estaciones. Personalmente estimo que estos incendios fueron un atentado terrorista planificado cuyos autores todavía no conocemos. La interrogante para mí es si los terroristas actuaron convencidos de que la gente actuaría espontáneamente o inconscientemente con la violencia que lo hizo, o esto también se diseñó. Lo segundo más sorprendente ha sido el grado de malestar o rabia de mucha gente que la llevó a expresarse de formas tan violentas y a pasar a los saqueos. Esto último es lo que más me preocupa y me interesaría estudiar y comprender. Esto que se da en el dominio de las emociones, área sobre la cual sabemos poco, especialmente sobre las relaciones de las emociones de distintos individuos y cómo se contagian, se aplacan o expanden mutuamente, se encauzan o se gestionan.

Mi postulado es que estamos viviendo desde hace muchos años  en una sociedad de personas  casi permanentemente en estados emocionales de elevada ansiedad, intensidad, aceleración, agobio, exigencia, susto, competencia, frustración y así varias otras emociones muy negativas y dañinas para nuestras relaciones de unos con otros. Y ahora nos damos cuenta que había también mucha gente con una gran rabia oculta que explotó. Tal vez harto resentimiento. Nos dábamos cuenta algunas veces, como en la forma en que manejamos en las calles, que pasamos por encima de otros en el supermercado o en la fila de la caja. Pero mirábamos esto como no muy importante e inevitable. Que es así no más.  No hay nada que hacerle. Ahora algunos empezamos a  ver que si seguimos así esto puede tener consecuencias mucho más graves de las que pensábamos hasta septiembre. Tal vez por eso a mí al menos me ha pasado, y también lo veo en otros, que empezamos a ser un poco más amables con la gente con quien nos cruzamos en el ascensor, la calle, etc.

Así, unos con más rabia y otros con más miedo, nos vamos dando cuenta que formamos una sociedad frágil y polarizada. Una que se hace la ilusión de que los políticos o economistas encontrarán el cambio que necesitamos. Pero tal vez ellos son más parte del problema que de la solución; son tan víctimas como nosotros. Tal vez encontremos la salida que buscamos cuando dejemos de atribuirles a ellos todas las culpas y, además, capacidades que no tienen. Tal vez el cambio que necesitamos es más del modo de vida personal que cada uno de nosotros ha estado siguiendo. Que nos volvamos a nosotros mismos para decidir vivir cada uno de un modo más humano. (El Líbero)

Ernesto Tironi

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