Enade: de una pichanga a la Premier League

Enade: de una pichanga a la Premier League

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Fui a la Enade a ver al Presidente Boric. Es simpático, carismático y habla bien. Se presenta humilde pero asertivo y presidencial pero cercano. Su discurso tiene 3 problemas ante esa audiencia (i) no convence, porque mientras su retórica no calce con sus actos la gente cree que sus cambios de opinión son hijos de la conveniencia y no de la convicción; (ii) sus objetivos no guardan correspondencia y armonía con los medios, por la misma razón que no se baja de peso, comiendo más y corriendo menos, el país no va a retomar la senda de desarrollo reduciendo la jornada laboral, subiendo impuestos y aumentando el aparato estatal, y la audiencia lo sabe y (iii) está hablando con personas que huelen de lejos los malos negocios: “Dame tu plata aquí y ahora y te prometo que mañana modernizo el Estado, disminuyo la burocracia y paro el despilfarro”. El quiosco de mi colegio decía “hoy no se fía, mañana tampoco”. Enade no es distinta.

La promesa de primero los impuestos y la inversión y después nos modernizamos y gastamos mejor la vienen haciendo los políticos las últimas 9 reformas tributarias. El royalty nos iba a poner en la vanguardia tecnológica; la desintegración impositiva terminaría las listas de espera en salud; el aumento de la tasa del 10 al 27% del impuesto a las empresas financiaría educación y pensiones; el IVA en la construcción no encarecería las viviendas. Para qué sigo si usted se acuerda y los que estaban en la Casa de Piedra también. El compromiso era que estas alzas nos iban a cohesionar como país sin afectar el crecimiento. Y acá estamos más pobres, sin cohesión y estancados.

El Presidente en su discurso usó la metáfora futbolística, describiendo a la Enade como un partido caliente precedido por declaraciones de ida y vuelta. Tiene razón y siguiendo con la metáfora, el entrenador importa mucho, y todos lo observan. Cuesta creerle a uno que habla de futbol ofensivo, si juega con un “catenaccio” sin pasar la mitad de la cancha. Por la misma razón que no puede alinear a un patadura de volante creativo, no puede poner a una comunista que hace trampa con la jornada laboral y esperar que le crean con la reforma de pensiones. En el gobierno y en el futbol obras son amores y no buenas razones. Así como nadie se ha olvidado del penal de Caszely, tampoco nadie se olvida de que este entrenador era de la barra brava, quería matar la economía libre, basureó a Carabineros, quiso aprobar la Constitución de Rojas Vade y con plata de los presentes le pagó pensiones de gracia a los saqueadores.

Toda persona que hace mal su trabajo dice que si tuviera más presupuesto o más atribuciones haría bien su pega. En la empresa privada esos no duran mucho; en el sector público, se eternizan. Siempre en la vida se trabaja con menos presupuesto y menos facultades de las que uno quisiera. Seguir predicando que terminar las colas en salud se resuelve con más impuestos mientras los funcionarios tienen 33 días de licencia al año y los hospitales no se inauguran por problemas burocráticos, muestra que el entrenador está viendo otro partido y explica el escepticismo de la audiencia.

Si el Presidente quiere de verdad pasar de jugar una pichanga a la Premier League, tiene que hacer cambios en el equipo y en el planteamiento táctico. Los empresarios cuando fracasan en un proyecto toman la pérdida y cambian de idea, no insisten en poner plata buena sobre mala ni gastan tiempo en una idea fracasada. El Estado de Chile tocó fondo con 23 ministerios, inamovilidad laboral, 1 millón de empleados, una permisología que ahoga, un despilfarro e ineficiencia que ofenden y 22 partidos políticos que financian los contribuyentes. O se termina la pichanga o los jugadores van a seguir inmóviles o, peor, se van a ir a otra liga. Nadie quiere jugar en un campeonato donde hay más dirigentes que jugadores, el entrenador ve otro partido, les roban en los camarines, la cancha está embarrada, los agarran a patadas y el árbitro los saquea.

Los representantes del empresariado Karen Thal y Ricardo Mewes estuvieron bien y fueron honestos pero cordiales y críticos pero constructivos. Sus discursos representan la opinión del sector privado y reflejan la evidencia disponible sobre el partido que se está jugando. Enade empezó con un sentido homenaje al expresidente Piñera, un “fuoriclasse” que siempre fue mejor entrenador que relator y lo siguió un respetuoso aplauso a su sucesor que todavía es mejor relatando que entrenando. (El Mercurio)

Gerardo Varela