El primer año de Bachelet- Roberto Munita

El primer año de Bachelet- Roberto Munita

Compartir

Hace algunos días, en este mismo medio, Valentina Quiroga intentaba convencernos de que el primer año del segundo gobierno de Michelle Bachelet -su jefa en la fundación Horizonte Ciudadano- fue miel sobre hojuelas, cuando la realidad dista mucho de eso.

A marzo de 2015, Michelle Bachelet enfrentaba una de las peores crisis políticas de las que se tenga memoria. La popularidad de la Presidenta caía estrepitosamente, producto tanto del caso Caval como de las reformas tributaria y educacional que buscó instalar sin pausa ni diálogo, pese a las muchas críticas y temores que se proyectaban, y que terminaron siendo realidad.

Además, el diseño político del Gobierno ya exhibía innegables muestras de fatiga: en sus primeros 12 meses, La Moneda había citado a ocho Consejos de Gabinete para paliar la descoordinación y falta de rumbo, y las presiones por un cambio de Gabinete -muchas veces del oficialismo- inundaban las páginas de los diarios. Pocas semanas después, de hecho, Bachelet les pediría la renuncia a todos sus ministros y reemplazaría el 100% del comité político, un hecho insólito en la historia reciente de Chile.

La gestión del primer año de Bachelet estuvo muy lejos de ser exitosa. Y esto no es solo chauvinismo local. En abril de 2015, la BBC de Londres publicaba un artículo titulado «Por qué se desplomó la popularidad de Bachelet en Chile», y en Washington DC, el Atlantic Council realizaba un seminario titulado «Why is Chile in such a bad mood?». En ambos foros, la tesis era la misma: problemas de expectativas, malos resultados económicos (en 2014 el crecimiento fue de apenas 1,7%, muy lejano al 4% de 2018), y una mediocre agenda legislativa, pese a tener mayoría en ambas cámaras.

Incluso la agenda de educación -único punto destacado por Quiroga en su columna- dejó serias dudas: se le puso freno a los Liceos Bicentenario, curiosamente iniciativa clave del primer período del Presidente Piñera, y la Ley de Inclusión ha necesitado tres leyes posteriores para corregir sus contradictorios efectos.

En contraste, el Presidente Piñera terminó 2018 con una mayor aprobación (40% contra 30% de Bachelet en igual período), pero más importante que eso, con una clara hoja de ruta: seguir poniendo a Chile en marcha, invertir fuertemente en mejorar las cifras de seguridad ciudadana y subrayar la importancia de una agenda social enfocada principalmente en la clase media.

Valentina Quiroga tiene toda la razón cuando dice que no basta administrar bien un país -y valoramos que Quiroga reconozca esa cualidad en el actual Gobierno-, sino que hay que llevar el país hacia un mejor destino. Pues bien, con estas tres prioridades, así como con múltiples otros desafíos que se encuentran abordando los distintos ministerios, estamos convencidos de que podremos entregar un mejor país que el que recibimos. Juzgue usted. (El Mercurio)

Roberto Munita

Dejar una respuesta