El mundo al revés-Andrés Benítez

El mundo al revés-Andrés Benítez

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Hace sólo cuatro años, el gobierno inglés tomó la decisión de abandonar la gratuidad universitaria, autorizando a las instituciones de educación superior a cobrar hasta 9.000 libras anuales a todos los estudiantes de pregrado. Para compensar el aumento del costo, estableció un sistema de créditos, los que se pagan de acuerdo al ingreso de los egresados, similar al chileno, pero con un tope de años superior antes de que la deuda se extinga.

La aplicación de la medida fue polémica, pero las razones esgrimidas eran poderosas: el sistema necesitaba más recursos para potenciar su calidad y el Estado no era capaz de seguir asumiendo la totalidad del costo. Con la nueva política, los recursos disponibles para la educación superior crecieron casi al doble por alumno, lo que significó mejoras evidentes de las instituciones y un aumento significativo en el índice de satisfacción de los estudiantes. En la actualidad, un 85% de ellos se muestra satisfecho con la calidad de sus universidades.Estas últimas, por su parte, también aplaudieron la iniciativa, ya que les permitió contar con más ingresos y disminuir su dependencia del gobierno.

En un comienzo, la reforma mantuvo las restricciones de cupos para nuevos alumnos en las distintas instituciones, fijando un máximo de créditos que el gobierno estaba dispuesto a financiar. El año pasado, sin embargo, tomaron la decisión de liberar los cupos para aumentar la oferta universitaria, buscando básicamente tres cosas. Primero, mejorar la competitividad de la economía. Segundo, fortalecer la movilidad social. Tercero, ampliar la base impositiva, en el entendido de que los profesionales, al acceder a mayores ingresos, pagan más impuestos.

La medida de aumentar las vacantes ha sido vista con recelo entre las instituciones existentes. Muchas de ellas señalan que no tienen intención de crecer, porque aquello afectaría la calidad. Frente a esto, el gobierno optó recientemente por liberalizar los requisitos para formar nuevas universidades, de forma de conseguir su objetivo y mejorar de paso la competitividad del sistema.

Pese a las diferencias de opinión que suscita esta última medida, la opinión general es positiva. El Russell Group, entidad privada que aglutina a las 24 mejores universidades del Reino Unido, es claro al señalar que desde la reforma del 2012, el sistema ha incrementado sustancialmente su calidad en docencia e investigación, consiguiendo mejores egresados y una mayor movilidad social.

Los resultados están a la vista. En el último ranking de las mejores universidades del mundo, entre las diez primeras, nueve son de dos países: Estados Unidos e Inglaterra. Ninguno de ellos considera la gratuidad entre sus políticas. Bueno, cada nación tiene sus propias realidades, pero si uno decide nadar contra la corriente de los líderes, como es el caso de Chile en este tema, tiene que saber al menos a lo que se arriesga. El Estado, por sí solo, no es capaz de financiar instituciones de calidad. Si eso ya lo saben naciones ricas como Inglaterra, con más razón lo debieran saber países pobres como Chile.

 

Andrés Benítez

 

Fuente: Edición Original La Tercera

 

Fotografía: La Tercera

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