Editorial NP: Popularidad, liderazgo y perspectivas

Editorial NP: Popularidad, liderazgo y perspectivas

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La influyente encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) liberada a fines de la semana pasada muestra una serie de resultados a preguntas políticas, económicas y socialmente relevantes que, formuladas a los ciudadanos, suelen utilizarse como una “guía de la ciudad” por parte de las elites encargadas de la administración del Estado en los diversos ámbitos de gestión del poder.

Esta vez, los resultados han arrojado un par de sorpresas. La primera es la revitalización de la buena imagen y popularidad del alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín; y la segunda, la recuperación de simpatías ciudadanas hacia la ex Presidente Michelle Bachelet.

Ocupando los primeros lugares de la lista de personajes evaluados positivamente –habitualmente usada como indiciaria de una posible carrera presidencial-, ambos superan, incluso, a la figura del Presidente, no obstante su alta exposición mediática, probablemente resultado de comparaciones hechas desde la reconstrucción mnémica del pasado, que, como se sabe, tiende a relevar los aspectos agradables de la vida y a relegar los negativos; y porque los dos tampoco han desaparecido totalmente de la tribuna pública, el primero por acciones de atractivo contenido medial, como su prohibición de fumar en parques de la comuna; y la segunda, como encargada de DD.HH. de Naciones Unidas.

Si hace unos meses alguien hubiera adelantado estos resultados, seguramente se le habría tildado de “profundamente alejado de la realidad”. Por lo mismo, estas cifras constituyen una muestra palmaria del conocido refrán de que “en política no hay muertos, hasta que estén bien muertos”, dado que las oscilaciones de popularidad son volubles y aleatorias, otra razón por la cual, además, conducir Gobiernos con arreglo a opiniones ciudadanas coyunturales, expresadas a través de sondeos, surveys o encuestas, no solo es poner los bueyes detrás de la carreta, sino una peligrosa manera de conseguir el aplauso momentáneo, aunque una más que segura “traición social” en el futuro.

Bien han dicho dirigentes políticos y analistas que demasiadas decisiones impopulares o incomprendidas adoptadas por gobernantes, suelen ser reconocidas después de mucho tiempo, cuando aquellas comienzan a dar los frutos que el decisor tenía en mente al momento de aplicarlas. Y es que la razón (o la verdad, como dijera el entonces cardenal J. Ratzinger) no es un mero «asunto de mayorías» –aunque las democracias tienen la obligación de confiar en la inteligencia de aquellas- sino también de la honesta y pausada reflexión de sus dirigentes, aunque, al mismo tiempo, de una firme voluntad de realización de quienes asumen temporalmente el mando del país, autorizados en sus decisiones por esas mayorías, según el programa avalado por el voto de aquellas. Tal vez no sea si no ese tipo de observación la que explique la extendida percepción, incluida en la CEP, de que el Presidente “ha actuado con debilidad respecto de las presiones de instituciones, grupos y personas” y/o que está gobernando “sin destreza ni habilidad”.

Una tercera derivada, aunque menos comentada, es la paradoja perceptiva según la cual los consultados observan mayoritariamente un país económicamente “estancado” (lo que muestra cierto pesimismo ante una de las principales promesas que llevaron al Presidente a La Moneda y que además colisiona con la realidad de un país creciendo al 4%), aunque los mismos encuestados se ven a sí mismos también mayoritariamente “felices” o “muy felices” en su vida familiar y relación con amigos y con mejor situación económica que el resto.

Estos resultados, si bien se ha repetido en ocasiones anteriores, son indiciarios del impacto de los medios de comunicación y las redes sociales en la construcción de “la propia forma de ver el mundo”, a través de la generación de discursos que se masifican y estandarizan, empujando hacia el “paradigma del rebaño”, según el cual el miedo a ser aislado por las propias opiniones, se resuelve por la vía de sumarse a la tendencia general que el individuo estima como tal. Experimentos de laboratorio realizados en prestigiosas universidades demuestran este efecto de modo indubitable.

El poder de estandarización de la percepción y comprensión del mundo por parte de los medios de comunicación, o agenda setting, es un fenómeno profusamente estudiado desde hace décadas. La diversidad de medios representativos de los variados intereses en las democracias liberales es el antídoto contra el uso abusivo de ese poder. Pero la emergencia de las nuevas tecnologías de la información nos ha transformado a cada uno en “medios” de comunicación. Hoy, un solo tuitero puede reproducir su mensaje a más de un millón de followers en segundos, no solo mediante textos, sino con fotografías, videos y sonido, superando así a mucha media tradicional en su cobertura e influencia. La instalación en Chile de Chileleaks, una plataforma que posibilita denuncias anónimas al modo de Wikileaks -iniciativa de Ciudadano Inteligente- es otro paso más en el proceso de profundización de la transparencia respecto de la actividad de los poderes que ha caracterizado en los últimos años a nuestro país y que ha puesto en jaque a todas las estructuras e instituciones de la República al develar aspectos malsanos, ilegales o fraudulentos de algunos de sus participantes, otra consecuencia de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Tal situación, acompañada de la extendida falacia de la generalización, en la que un par de de sucesos se transforma, en la mirada ordinaria, en regla general, ha dañado las confianzas ciudadanas en el aparato institucional y normativo, desprestigiando a sus elites y poniendo en duda su autoridad y, por lo tanto, amenazando la estabilidad del modelo de convivencia instalado en el país por más de cuatro décadas. No de otra manera se explica la presencia y buena evaluación de representantes de movimientos alternativos y antisistémicos de reciente aparición en la citada encuesta.

Pero en sociedades democráticas, la libertad de prensa, expresión y opinión, son sustanciales para sostenerlas, no obstante que sociedades democrático-autoritarias están tendiendo a limitarlas, en la medida que, en el caos emocional irreflexivo que circula exponencialmente en las redes sociales ante diversos hechos sociales, emergen relatos que, “viralizados” mediante diversas técnicas (carteles virtuales, microvideos, gift, y similares), suelen tener un impacto transformador en la manifestación de opiniones, generando sensación de mayorías a las que se debe seguir, pero que hacen muy frágiles las opiniones posteriormente vertidas por éstos en las encuestas. De allí la volatilidad de fenómenos como la sorpresiva alza de Lavín y Bachelet, o el de la polarizada evaluación positivo-negativa respecto del Presidente y sus Gobiernos.

No cabe duda, pues, que la combinación de democracia liberal, libertad de información, expresión y opinión, nuevas tecnologías de las comunicaciones y la transparencia que ellas impulsan, empoderando a extensos sectores ciudadanos que han avanzado junto con el progreso nacional y que buscan nuevos canales de expresión de sus intereses, más allá de la estructura partidaria tradicional que pierde paulatinamente poder de representación, participando, en cambio, en diversos movimientos sociales “single issue”, constituyen un desafío para la serenidad de las elites y adelantan un comportamiento de serrucho en las opiniones ciudadanas en materias políticas, económicas, sociales y culturales, lo que, por lo demás, es característica muy lógica de sociedades libres, donde la fidelidad a productos y/o ideas es más bien feble, dada esa búsqueda permanente de bienes, servicios o doctrinas que satisfagan de mejor manera deseos, intereses y necesidades de las personas.

De allí que una más eficaz manera de abordar el previsible vaivén de popularidades políticas coyunturales y aparente desorden social es asumir el liderazgo tomando el timón con mano firme y -sin dejar de atender los oleajes circunstanciales que golpean la nave en mares agitados- mantener el norte de lo doctrinario, programático y prometido, como una brújula siempre a la vista.

El actual estado de inquietud, presiones y problemas emergentes, el lenguaje superlativo de redes y políticos y la incertidumbre propia de la libertad es una crónica de un futuro anunciado. Ya vendrán nuevas encuestas y sondeos, al tiempo que otros cambios de opiniones y percepciones que pueden resultar tan sorprendentes como algunas de la última CEP. Lo peor, empero, sería que, por debilidades en la mantención de la ruta -que en la encuesta reitera la voluntad popular de diciembre de 2017 en lo económico, previsión, seguridad, salud y educación- se sigan perdiendo confianzas y destruyendo expectativas en un país que, después de todo y no obstante su permanente alegato en contra de las elites, se declara mayoritariamente feliz.  (NP)

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