¿Dólar, yuan o nuevo peso?: los dolores de cabeza de los K

¿Dólar, yuan o nuevo peso?: los dolores de cabeza de los K

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Una especie de adivinanza se ha instalado respecto al devenir argentino. ¿Será la economía o la política la que depara mayores incertidumbres?. Hay elementos objetivos a favor de uno y de otro. Sin embargo, lo más probable es que asistamos a una especie de sinergia entre ambos.

Dado que es un país con clima privilegiado para la industria agropecuaria y que posee importantes recursos minerales (apetecidos por las grandes potencias), quizás la médula de la incertidumbre esté en la política económico-monetaria que vaya a seguir la administración de Alberto Fernández. Es curioso, triunfo electoral, pero pesimismo.

La verdad es nunca una administración argentina -del signo que sea- ha logrado enderezar el rumbo y aplicar cierta disciplina fiscal. No en vano un tercio de los últimos 70 años los ha pasado en recesión y en 8 oportunidades ha declarado default. Es decir, el fisco ha quebrado. En varias oportunidades también el riesgo-país ha aumentado a niveles de los más paupérrimos países africanos. ¿Cómo es esto posible?

Con 45 millones de habitantes, muchos de los cuales mantienen, comparativamente con el resto de América Latina, un razonable nivel de formación, resulta inexplicable que el país jamás haya logrado establecer una moneda confiable, tanto para agentes económicos como para el común de los mortales. La moneda argentina ha colapsado 12 veces (otros dicen15), generando espirales inflacionarias imposibles de controlar.

Menem, uno de los más extraordinarios líderes populistas latinoamericanos de los últimos tiempos, recibió en 1989 un país en ruinas y, con espíritu muy práctico, tomó una decisión que sorprendió a los mercados y a los habitantes del país: dolarizó la economía. Fue su reacción al colapso monetario de aquel año.

¿Qué podrá hacer ahora Alberto Fernández?. A mediano plazo, las opciones son sólo tres: dolarizar, abrazar otra moneda referencial como el yuan, o cambiar la moneda nacional.

Su referente político, el mundo bolivariano, ha reaccionado de dos maneras frente a los desastres económico-monetarios. Una es la venezolana. Mantener su moneda en señal de soberanía, combinándolo de manera muy amateur con una cripto-moneda. La otra es la citada dolarización, que, sorprendentemente, Rafael Correa mantuvo. Fue extraordinariamente curioso comprobar que en sectores del bolivarianismo, pese a demonizar al imperio, se piense y recurra al dólar estadounidense para sobrevivir. En el caso de Ecuador, éste se deshizo en 2001 de manera definitiva del sucre tras 116 años de vigencia. El Mashi Correa hizo grandes malabares retóricos para fundamentar su decisión.

El gran problema para dolarizar o yuanizar Argentina es el tamaño del país (no sólo de su infraestructura, sino también de sus deudas y sus problemas). La convertibilidad de Menem funcionó sólo los primeros cinco años y luego vino lo inevitable, la recesión, por el aumento de los costos para producir y lo cerrado de su economía. Menem terminó su mandato en medio de un repudio generalizado y asociado a estas llamadas “prácticas neoliberales”; desde entonces, son demonizadas con diversas  intensidades.

Quizás la verdadera encrucijada que se avecina en Argentina, es que nadie sabe cómo reaccionarán los sectores más duros del peronismo ante una medida bastante probable. (NP)

Dr. Ivan Witker, Universidad Central de Chile, ANEPE

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