Después de la recesión… ¿estancamiento?-Bettina Horst

Después de la recesión… ¿estancamiento?-Bettina Horst

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Es encomiable el optimismo de nuestro ministro de Hacienda cuando afirma que “estamos dando vuelta un partido donde partimos con dos goles en contra”. Pero si miramos lo que se nos anuncia para el próximo año, lamentablemente el partido se ve mal.

En efecto, a fines del año pasado el Banco Central proyectaba para 2022 una expansión de nuestra actividad del 2%. Hoy la ha elevado a un 2,4%, lo que es una buena noticia, pero simultáneamente se ha venido corrigiendo a la baja la proyección de crecimiento para el próximo año, pasando desde una leve expansión de un 0,5% a una contracción de 1,25%. Y para los años siguientes, las cifras también han venido empeorando. El crecimiento del PIB tendencial estimado para el mediano plazo es de un 2,2%, a diferencia del ya bajo 3,2% que se proyectaba hace cinco años o el 2,9% que se proyectaba el año pasado. La dura realidad es que no estamos dando vuelta el partido.

Esto no es igual a lo que nos ha pasado en momentos de crisis previas. Tras dos de ellas —1999, crisis asiática, y 2009, crisis subprime—, tres años después nuestra economía ya se había recuperado, alcanzando niveles 12% y 16%, superiores al año previo a las respectivas crisis. Todo indica que esta vez, tras la crisis viene el estancamiento. Las proyecciones dicen que a tres años de la actual contracción, nuestra economía apenas habrá crecido un 6% en relación con este año, lo que corresponde a una tasa de crecimiento promedio anual menor a 1,5%.

Y todos sabemos que nuestra economía enfrentará este ciclo recesivo en una posición más débil que en los episodios anteriores. Tras los golpes sufridos por el país desde 2019, el empleo sigue en niveles problemáticos. Nuestra tasa de ocupación promedio durante los nueve primeros meses del año es casi tres puntos menor que la registrada en igual período del 2019.

Si bien hay que asumir las proyecciones económicas con un componente de incertidumbre, ese es el escenario planteado a partir de la información que hoy se tiene. Y existen otros elementos que podrían significar complicaciones adicionales. Al menos observo cuatro: persistencia de la inflación, presión por aumentar el gasto fiscal, una agenda de reformas con un marcado efecto antiinversión y las consecuencias del actuar de un gobierno políticamente debilitado.

En materia de inflación, el Banco Central ha venido corrigiendo al alza sus proyecciones para este y el próximo año. Adicionalmente, es imposible descartar hoy que el Congreso no vuelva a impulsar nuevos retiros desde los fondos previsionales, lo que en caso de materializarse será un golpe a las expectativas inflacionarias que probablemente se traduzcan en una mayor persistencia de la misma, con los efectos económicos y sociales que ello trae aparejados.

En cuanto a la disciplina fiscal, si bien la aprobación del presupuesto para el año 2023 para muchos ha sido una señal concreta de compromiso fiscal por parte de este gobierno, existen dos potenciales fuentes de presión fiscal: la caída de la economía del próximo año y las estimaciones equivocadas respecto de la capacidad de la reforma tributaria que se está tramitando de recaudar lo anunciado. La estimación oficial es que se recaudaría casi un 20% más de ingresos tributarios. En caso de aprobarse y aumentar en consecuencia el gasto público en lo que supuestamente se recaudaría, pero que finalmente no será tal, una espiral de divergencia fiscal es inevitable. Porque la realidad en esta materia no deja lugar para engañarnos: si los cálculos finalmente no dan, se requeriría un ajuste fiscal de dimensiones no vistas en nuestra historia económica reciente.

Desde el Congreso, más allá de las presiones por futuros retiros desde los fondos previsionales, también se observan otras mociones, presentadas por parlamentarios de la coalición gobernante, contradictorias con la idea de volver a reactivar nuestra economía. La ideología del decrecimiento, más allá del resultado de septiembre, sigue siendo entusiastamente promovida como herramienta para una “transición socioecológica justa”.

Por último, el bajo apoyo ciudadano hacia este gobierno también es un factor de riesgo. Con un gobierno débil, con dificultades para trabajar con un Congreso tremendamente fragmentado y en el que incluso liderar a los parlamentarios de su propia coalición es un desafío, en un escenario económico adverso… la pulsión por reformas populistas es siempre un peligro.

Un dato que no podemos ignorar es que lamentablemente nuestra historia económica reciente nos enseña que la realidad siempre termina siendo peor a la inicialmente proyectada. Siempre estamos a tiempo de enmendar el rumbo y lo importante es que nuestras autoridades políticas así lo hagan. El 2022 ya es un partido jugado. Lo que viene es decisivo. (El Mercurio)

Bettina Horst