Desde la refundación fallida al reformismo socialdemócrata-Claudio Hohmann

Desde la refundación fallida al reformismo socialdemócrata-Claudio Hohmann

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En una entrevista del fin de semana, Evelyn Matthei, alcaldesa de Providencia, declaró lo siguiente: “A mí me pasa que me cuesta creerles a Boric y a los que lo acompañan. ¿Es de verdad el reconocimiento que hacen sobre terrorismo? ¿Realmente cambiaron la creencia sobre la lucha contra la violencia?”. No es menor que semejante afirmación la pronuncie una de las más destacadas figuras políticas de la derecha y la mejor evaluada en las encuestas de opinión pública.

En ninguno de los primeros seis gobiernos desde la recuperación de la democracia –lo que se ha dado en denominar «los 30 años»– la Presidencia de la República fue objeto de una desconfianza tan persistente de parte de sus opositores y también de la opinión pública. Más aún: si acaso esto se dio en algún momento, nunca ocurrió en el inicio de un mandato. ¿A qué se debe semejante estado de cosas? Las causas son varias, pero sobre todo destaca una.

El gobierno de la novel alianza política liderada por el Frente Amplio es el primero en alcanzar el poder no desde el territorio de las ideas acerca del desarrollo y las políticas públicas que lo sustentan –eso que suele ser una ideología política dotada de coherencia y consistencia interna–, sino que desde la calle donde la rebelión y la anomia los impulsaron a las alturas del sistema político.

El tránsito vertiginoso desde las aceras, donde predominaban ánimos inequívocamente destituyentes, al Poder Ejecutivo constituido por esas mismas instituciones que habían sido tenazmente denigradas en la calle y en el discurso, se ha convertido a poco andar en una suerte de travestismo político casi imposible de llevar a cuestas. Lo que operó de maravillas en la segunda vuelta –la fulgurante conversión de Boric desde el candidato de la nueva izquierda rupturista y destituyente a una encarnación socialdemócrata medianamente creíble– no está operando de igual forma para el Boric Presidente.

No es sólo ni principalmente lo que las actuales autoridades hicieron y dijeron cuando todavía no sospechaban siquiera que de pronto ocuparían los sillones de La Moneda y las oficinas ministeriales. Fue la más reciente adhesión entusiasta al proyecto de nueva Constitución propuesto por la Convención, derrotado en toda la línea en el plebiscito de salida, lo que dificulta seriamente la credibilidad del gobernante, que hace apenas unos meses estuvo por la plurinacionalidad, la eliminación del Senado y otras disposiciones de similar tenor refundacional. Hacer campaña por la fallida propuesta constitucional devolvió a Boric a su versión “original”, la de su candidatura de la primera vuelta y la del diputado que no escatimaba en gestos y declaraciones para posicionarse en esa nueva izquierda que se proponía acabar no sólo con el neoliberalismo sino que con algunas de las instituciones más señeras de la República.

El tránsito desde la refundación que se fraguó en la Convención Constitucional –a la que el gobierno se sumó irreflexivamente– al reformismo de corte socialdemócrata que ahora impulsan sus mejores ministros no está resultando una tarea fácil ni mucho menos. Ninguno de los últimos siete gobernantes experimentó una exigencia de estas características, ni siquiera Sebastián Piñera en su segundo gobierno, quizá el más exigido de los presidentes chilenos desde la recuperación de la democracia.

Y es que el travestismo político, o mejor dicho la evolución de un político que deja atrás su posicionamiento inicial para asumir genuinamente otro distinto, nunca ha sido tarea fácil, mucho menos cuando se ocupa la más alta magistratura donde el tiempo transcurre más rápido que en ningún otro lugar del sistema político. Y ese es el problema: la velocidad a la que se despliegan allí los acontecimientos.

La confianza, recuperarla si acaso se ha perdido, requiere de tiempos –y de gestos– de los que un gobernante apenas dispone en el ejercicio de su cargo. Pero después del resultado de septiembre el Presidente Boric no tiene otra alternativa que poner su mejor empeño no sólo en habitar el cargo, algo que viene haciendo con ahínco, sino que en posicionarse como un gobernante confiable de cara a sus gobernados y a la oposición política que lo enfrenta (con la que su gobierno deberá alcanzar algunos de los acuerdos políticos de mayor trascendencia para el futuro del país). Menuda tarea para el joven gobernante en La Moneda, una en la que le debemos desear éxito, como no, para bien del país y de sus habitantes. (El Líbero)

Claudio Hohmann