Cuestiones de rumbo-David Gallagher

Cuestiones de rumbo-David Gallagher

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No es una buena semana para escribir una columna, por lo menos para mí. La Sarita, mi mujer, me ha prohibido escribir otra sobre Dostoyevski, y me ha dicho que ya es hora de que sea positivo, que solo los viejos se pasan quejándose. La verdad es que me encantaría serlo, así como me encantaría que al Gobierno le fuera bien, porque si le va bien, le va bien al país. Pero es difícil encontrar algo positivo que decir por el momento.

Llevamos 17 meses de una administración que partió con buenos objetivos, como los de hacer que Chile fuera un país más justo, con más igualdad de oportunidades. Pero le dio por idear malas políticas públicas para llevarlos a cabo. Estas las fraguó un equipo de ministros demasiado mixto: algunos eran de segunda división. Y si bien fueron ideadas en nombre de toda la ciudadanía, en el fondo estaban diseñadas para complacer a ciertos grupos corporativos, como lo son las dirigencias estudiantiles y sindicales. Muchas ya están convertidas en leyes, y el daño ya está hecho. Por ejemplo la buena idea de darles a los niños una educación de calidad va a tener que esperar: ojalá se la pueda algún gobierno futuro. El actual no quiso focalizarse en la educación pública, donde más carencias tenemos, prefiriendo darle prioridad al objetivo ideológico -y caro-de eliminar el copago y el lucro, y hacer que sea gratuita para todos la universidad. En materia de carrera docente, al Gobierno le iba bien hasta que, hace muy poco, cedió a intereses corporativos allí también. Los niños de Chile, si han de aprender algo, es a ser pacientes. Una lástima, porque se es niño por poco tiempo y por solo una vez.

Desgraciadamente este gobierno ha sido demasiado de izquierda para el Chile de hoy, y esa es una de las razones del rechazo que despierta. A la gente en cualquier país le gusta que haya movimientos de péndulo entre izquierda y derecha -por algo vota para que ocurran-, pero no que sean tan agudos. Sabe que cuando lo son, hacen daño, porque las bondades de las reformas -si las tienen- son opacadas por la incertidumbre. En general, los gobiernos que se radicalizan demasiado no han leído bien a sus votantes. O como en Chile, se han dejado llevar por el ruido de grupos corporativos.

¿Ahora qué? Felizmente hay buenos ejemplos de gobiernos socialistas que han dado golpes de timón hacia el centro, con muy buenos resultados. Un caso notable fue el de Mitterrand. Elegido en 1981, y gobernando con el PC, partió con nada menos que «110 Proposiciones para Francia», un programa fundamentalista que provocó estragos en la economía. Solo 22 meses más tarde, efectuó un profundo cambio de rumbo. De allí gobernó con éxito, y fue reelecto en 1988. Algo parecido ocurre con François Hollande, cuyo giro al centro ha sido aún más veloz.

Claro que es más fácil un cambio de rumbo en un sistema semipresidencial, como el de Francia, porque un nuevo Primer Ministro lo puede realizar sin dañar la credibilidad del Presidente. Pero Bill Clinton no tuvo empacho en girar al centro cuando sucumbió el plan de salud que implementaba su señora, Hillary. En ese momento, Clinton, para usar una frase reciente del Presidente Lagos, se puso «colorado una vez, no de a poquito». Evitó la mala estrategia de dar señales zigzagueantes y contradictorias. También están los gobiernos socialistas que desde el comienzo fueron moderados y modernos, a la vez que exitosos: entre ellos, los de Felipe González, Gerhard Schroeder, Tony Blair, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Por lo cual para enmendar rumbo no hay que innovar mucho, sobre todo ahora que los ministros de segunda división han sido reemplazados por unos de primera. Si esperarlo es wishful thinking , no me arrepiento, porque no pienso perder la esperanza.

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