En poco más de dos horas y casi 12.000 palabras, el Presidente Gabriel Boric dio cuenta al país del estado político y administrativo de la nación. En un discurso lleno de referencias históricas, una lista interminable de propuestas y una interpretación sobresaliente de parte de un Presidente que pese a no respetar a la República con el uso de una corbata, derrocha su talento oratorio en esta magna instancia.
Pero el relato y la poesía no son suficientes, sino van acompañados de una buena dosis de realidad. Luego de 82 días de mandato, el gobierno de Gabriel Boric ha mostrado un especial talento para fracasar estrepitosamente. Si analizamos objetivamente las encuestas, este es el peor gobierno de la historia, porque en menos de tres meses ha tocado fondo en aprobación y ha subido radicalmente en la desaprobación popular. Ha fracasado también porque ha logrado frenar la recuperación económica y profundizar la incertidumbre económica y social de inversionistas, empresarios y trabajadores por igual. Ha reprobado también en materia de seguridad, con una crisis de violencia, terrorismo, delincuencia y narcotráfico que se extiende a lo largo y ancho de nuestro país, y cuyos datos más visibles son la quema semanal de un bus del transporte público, el aumento en un 50% de los delitos respecto del año pasado y los ataques y asesinatos, en total impunidad, que se dan en la zona sur y los barrios de nuestro país.
Por lo mismo, la alocución de Gabriel Boric lejos de ser una cuenta pública, que diera a conocer un diagnóstico acertado del país y un camino de soluciones concretas para los problemas más acuciantes de la población, fue verdaderamente un “cuento público”, o una reiteración de las fantasías ideológicas de un mandatario que ha caído en desgracia y cuyo equipo de gobierno carece del liderazgo, capacidades y sentido de urgencia en resolver los problemas prioritarios del país.
De los cinco ejes de propuestas, solo dos abordan esas urgencias, pero los resuelven de manera insatisfactoria. En el eje de justicia y seguridad, hubo muy poca novedad en las 1.300 palabras y 22 anuncios presentados y una evidente ausencia de medidas concretas y condenas enérgicas al alto nivel de violencia que ha destruido la libertad y la paz social en Chile. En el eje de crecimiento inclusivo, el Presidente Boric innovó al plantear metas concretas en materia de productividad, pero el camino para llegar a ellas esta obstaculizado por los anuncios de reformas tributarias e incertidumbres sociales, que solo paralizan y ahuyentan la inversión y la confianza de los emprendedores. Y como grandes propuestas, la Empresa Nacional del Litio y el Plan de Desarrollo Ferroviario son pálidas respuestas para una crisis económica que golpea con fuerza a los más vulnerables.
Si hablamos de ausencias, solo una vez se menciona la inflación en todo el discurso, apenas cuatro veces la palabra empleo y un par de párrafos destinados al trabajo, pero no para generar más. Les preocupa el costo de la vida, pero solo plantean parches que se desprenden rápidamente: no basta con bajar un poco la bencina y el kerosene, o los 6.410 pesos mensuales para enfrentar el aumento de la canasta básica. En todo el discurso no se menciona ninguna sola vez la palabra delincuencia, pese a que el principal problema de los chilenos, ni tampoco el terrorismo, que afecta a miles de chilenos en el país. Partir por decir las cosas por su nombre y no con eufemismos, es el primer paso. Pero ni siquiera ese paso lo dan.
El Presidente tiene todo el derecho a seguir impulsando su política exterior turquesa, la creación de unidades de género en los servicios públicos y las medidas de auxilio a los artistas. También, si quiere, puede dedicarle extensos párrafos a la intervención de los medios de comunicación o darle prioridad a la eutanasia. Pero que tenga claro que la ciudadanía lo seguirá castigando, porque los chilenos esperan que gobierne en prosa y no siga embaucándonos con su poesía. Los chilenos necesitan menos cuento y más cuenta, con medidas concretas para resolver las urgencias sociales que demanda el país. (La Tercera)
Cristián Valenzuela