Cuando la zanahoria funciona-Michelle Labbé

Cuando la zanahoria funciona-Michelle Labbé

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El 23 de mayo recién pasado el gobierno anunció un cambio en la estrategia de manejo de la pandemia, evolucionando desde cuarentenas móviles a un “pase de movilidad”, que entrega mayores grados de libertad a las personas que han completado los 14 días desde la segunda dosis de la vacuna contra el covid.

Esto permite que las personas que viven en comunas en fase 1 (cuarentena total) y fase 2 (cuarentena los fines de semana) tengan libertad de movimiento, sin necesidad de pedir permisos en la comisaría virtual, y permite viajes entre regiones para personas que viven en comunas que se encuentran en fase 2.

La respuesta al anuncio oficial de la puesta en marcha del pase de movilidad fue inmediata: la velocidad de vacunación se incrementó en más de 100% al otro día del anuncio y se mantuvo así durante toda la semana pasada.

En efecto, la llegada de las vacunas a Chile fue un importante incentivo, al punto que en promedio se vacunaron diariamente entre 110 mil y 120 mil personas entre febrero y marzo de este año, correspondiendo a mayores de 60 años y con morbilidad. Sin embargo, a medida que la percepción de riesgo de la enfermedad disminuía, ya sea por la inexistencia de comorbilidades o por ser una población más joven, la tasa de vacunación disminuyó, alcanzando entre 40 mil y 55 mil personas promedio diario entre abril y la primera mitad de mayo.

El anuncio del pase de movilidad provocó que el promedio diario de vacunados se incrementara a 128 mil personas diarias entre el 23 y el 30 de mayo. Estas cifras deberían tener no sólo a las autoridades de gobierno y de salud exhultantes de felicidad, sino a todos los chilenos. Pero este no es el caso.

Lo que hemos observado en estos últimos días es que una serie de personeros, en especial representantes de la oposición al gobierno, expresan dudas públicas acerca de la estrategia del pase de movilidad y solicitan la vuelta a las cuarentenas, pese a que es por todos reconocido que éstas hace rato que dejaron de funcionar, que en los últimos meses la gente ya no las respeta y que están lejos de disminuir la movilidad.

La razón de esta reacción tiene que ver con dos efectos que va a generar la relativa vuelta a la normalidad que genera el pase de movilidad. El primero es que, pese a que las cuarentenas no disminuyen efectivamente la movilidad, sí generan pérdidas económicas serias en el comercio y en las empresas. Los trabajadores formales no pueden ir a sus trabajos y los negocios no pueden abrir sus puertas, lo que significó que entre marzo y abril, cuando se incrementaron las cuarentenas en especial en la Región Metropolitana, se perdieron más de 63 mil empleos, rompiendo la tendencia a la recuperación que se había observado en los meses anteriores, cuando el empleo había crecido en 156 mil puestos mensuales adicionales promedio a partir de julio del año pasado.

Lo segundo, es que, en ausencia de cuarentenas, la estrategia social debe enfocarse en la recuperación del empleo y menos en la entrega de ayudas o bonos, pues es el empleo la mejor herramienta para erradicar la pobreza.

El “problema” de una economía que se empieza a recuperar y/o normalizar, donde los individuos comienzan a retomar sus libertades, es que los votantes se vuelven menos sensibles a las estrategias de promesas populistas y más sensibles a la probabilidad de encontrar trabajo y de incrementar sus ingresos.

Bajo esta nueva estrategia, el Estado empieza a dejar atrás su papel paternalista de proveedor y protector; y vuelve a entregar las responsabilidades de la salud y los ingresos a sus ciudadanos. Y los ciudadanos comienzan a recuperar su libertad de elegir, esa libertad que algunos quieren a toda costa erradicar de nuestras vidas.

Todo lo anterior es un balde de agua fría para la izquierda más radical, pues a medida que la vacunación siga avanzando, la economía debería volver a una senda de recuperación, y las elecciones son siempre más duras y difíciles para ellos cuando la economía nos sonríe.

Pero no vayan a creer que esto hará más fácil la convivencia política los próximos meses. Por el contario, el camino será aún más duro, y debemos estar preparados para un período lleno de ataques radicales a la política económica y sanitaria de Chile. El pase de movilidad demostró que, cuando la zanahoria funciona, no es necesario el garrote, pero no olvidemos que los políticos tienen su propia zanahoria esperándolos en noviembre de este año. (El Líbero)

Michelle Labbé

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