Chile en marcha

Chile en marcha

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La instrucción de la Secretaría de Comunicaciones a los ministerios respecto a sacar de la imagen corporativa del gobierno la frase que titula esta columna es uno de los actos más honestos de estos días. Asume que la marcha no es propiedad del gobierno, y por tanto es mejor devolverles el concepto a los ciudadanos. Contrasta con los tuits del Presidente y otros personeros del oficialismo celebrando la megamarcha del viernes. La ridiculez del asunto es más acentuada pues los manifestantes dedicaron buena parte de sus consignas y carteles a criticar ácidamente al Mandatario, con un largo rosario de metáforas y chilenismos.

Pero estos tuits son parte de un fenómeno nuevo de miopía y sordera que afecta a muchos de la clase política. Pareciera que pensaran que el movimiento social no tiene que ver con ellos, sino con otros. De repente ha surgido una corriente de falsa empatía, que, en realidad, como sabiamente advierte la novela “El gatopardo” con relación a la revolución garibaldista, no es más que un intento de apropiarse de la mayor conmoción social de Chile en los últimos 30 años.

La oposición no lo hace mejor. Prueba de ello es esa extraña performance, vestidos con ropa blanca, que protagonizaron varios líderes de centroizquierda en La Moneda. La imagen de un panel televisivo en conjunto con el Presidente, que micrófono en mano, lograban junto con este grupo comprender los problemas de Chile, es parte también de la burla a las personas; y así fue tratado en las mismas redes sociales que buscaron complacer.

Pese al descrédito, los partidos políticos deben jugar su rol con serenidad. El desarreglo que tiene Chile tiene soluciones institucionales que pasan por cambios en cuerpos legislativos que construyan una sociedad más inclusiva. Pasa por dar espacio en el poder a personas que no vengan de los mismos colegios ni de los mismos círculos sociales. Pero no va a ocurrir de manera espontánea ni porque a los poderosos de siempre les bajó una simpatía repentina por las personas que están en la calle. Va a suceder cuando se fortalezcan las instituciones y los ciudadanos comunes y corrientes tengan más acceso a ella y, por tanto, control de lo que hacen sus representantes.

Las personas se sienten abusadas, pero ¿cómo no reclamar si después de una pomposa reforma el Sernac se quedó sin dientes? También sienten que los puestos públicos son para los que tienen redes, ¿cómo no pensar aquello si gobiernos de izquierda y derecha arreglaron los concursos públicos para que quedaran en los puestos los que habían llegado por la ventana? Culpan a los parlamentarios de vivir distinto a las personas. ¿Cómo no creerlo si pocos días antes de las marchas, uno de ellos se arregló con el dinero para arrendar un auto y salvo un sonrojo, no le pasó nada? Las personas reclaman por poca transparencia en los partidos. ¿Cómo no creerles si la elección del PS resultó ser un fraude con militantes fichas y salvo un par de enojados, todo siguió igual?

Son los vilipendiados partidos, los desprestigiados parlamentarios y el golpeado gobierno los que deben construir las soluciones, pasando por renuncias personales difíciles. Es una tarea para el futuro gabinete que asumirá en estos días, después de que el Presidente dio un primer paso al echar abajo el diseño con sus cercanos en La Moneda. Habrá que mejorar los mecanismos para que las personas comunes y corrientes, y no solo los iluminados de blanco, puedan participar de manera vinculante. (La Tercera)

Carlos Correa

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