“Burrocracias” públicas y privadas-Ángel Soto

“Burrocracias” públicas y privadas-Ángel Soto

Compartir

A pesar de la pandemia, las restricciones a la movilidad y las recomendaciones sanitarias, las “burrocracias” -sí, con doble r-, sean públicas o privadas, poco ayudan al distanciamiento físico y a quedarnos en nuestras casas. Largas filas en las que no se respeta el metro de distancia, el requerimiento de “papeleos” por triplicado, duplicado, timbrados, firmados con lápiz azul y huella dactilar, en vez de facilitarnos la vida, nos siguen atormentando y malgastando el tiempo de cientos -quizás miles- de ciudadanos que a diario debemos realizar algún tipo de “trámite”.

¿No se le viene a la cabeza la imagen de escritorios llenos de carpetas, ventanillas… muchas cerradas… y funcionarios ordenando y procesando el “papeleo”? Un ejemplo, son las interminables colas que se observan en las Notarías, muchas de ellas para otorgar un poder, cobrar un finiquito o cualquier cosa que a la creatividad burocrática se le ocurra. Cabe recordar que la reforma de las Notarías fue una propuesta de campaña del primer gobierno del Presidente Sebastián Piñera, que aún seguimos esperando.

Otro ejemplo: Por estos días, algunas personas que se excusaron de ser vocales en las elecciones pasadas y recibieron la conformidad de sus respectivas Juntas Calificadoras, han sido citadas a presentarse “con sus medios de prueba para acreditar sus descargos” “bajo apercibimiento de proceder en su rebeldía”. La pregunta natural es: si fueron notificados que se aceptaba su excusa, ¿qué sentido tiene ir al tribunal? No obstante, ni se le ocurra no hacerlo. La “burocracia” no solo funciona así, sino que usted tiene que bailar a su ritmo, a riesgo de ser sancionado.

Hace unos años, un estudio reveló que el Estado chileno gastaba cerca de U$1.000 millones anuales, es decir cerca del 2% de la recaudación tributaria, en “papeleo”. En el discurso, todos los gobiernos hablan de la necesidad de modernización de la gestión pública, pero poco se avanza.

Sin embargo se equivocarían quienes piensen que la cultura del papeleo es una cuestión puramente del aparato público. Sorprende que, como parte del retroceso que ha experimentado Chile en los últimos años, la burocracia privada cada vez consume más horas y energía en verdaderos rituales kafkianos. ¿Le ha tocado ir a una Isapre?

Un conocido que fue despedido hace unos meses de su trabajo, me comentó que acaba de recibir una carta con tono amenazante en que se le increpaba a presentarse a la Isapre pues el sistema había detectado que un tercero estaba pagando el plan. No es un problema de deuda. Se le increpó que al ser despedido era su deber en un plazo de 10 días notificar a la Isapre, cuestión que por supuesto nadie le informó, sobre todo teniendo en cuenta que la misma persona con su finiquito continuó pagando el plan de salud. Pareciera ser que a dichas instituciones no les basta con tener cautivos a quienes tienen enfermedades crónicas, sino que carentes de toda preocupación por la salud de las personas, lo único que ven es un número y un trámite. ¿Ha intentado un reembolso del bono porque el sistema no pudo emitirlo?

En ambos casos, nada más alejado del concepto acuñado por Max Weber que concibió la burocracia como una organización racional que garantiza la eficiencia.

¿Explicaciones? Miles. Incluso, como está de moda echar mano a la historia para dar cuenta de cualquier barbaridad que ocurra, no faltarán los que a esta altura me digan que esas costumbres son heredadas de la conquista española y la administración de los borbones. Es decir, después de 200 años de vida independiente, seguimos culpando a otros de nuestros vicios en un claro síntoma de subdesarrollo mental. ¿Cuál será la estatua que derribaremos?

Como dice el refrán: la burocracia no es más que “el arte de convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil”. (El Líbero)

Ángel Soto

Dejar una respuesta