Auge del Bitcoin refleja el declive de EE.UU.

Auge del Bitcoin refleja el declive de EE.UU.

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Hace poco más de 100 años, hubo una burbuja de activos que subió y bajó enormemente en el transcurso de una década. Las personas que invirtieron en ella habrían perdido el 100% de su dinero en cinco ocasiones diferentes. En varios momentos, habrían hecho grandes fortunas o habrían visto cómo el valor de sus activos quedaba destruido por la hiperinflación.

El activo al que me refiero es el oro cotizado en marcos de la República de Weimar. Si esto te recuerda a Bitcoin, no eres el único. En su boletín Tree Rings, el analista Luke Gromen observó las sorprendentes similitudes entre la volatilidad del oro en la Alemania de Weimar y el Bitcoin de hoy. ¿Su conclusión? Bitcoin no es tanto una burbuja como “la última alarma de incendio operativa”, que nos advierte de algunos cambios geopolíticos muy importantes que se avecinan.

Estoy de acuerdo. Los banqueros centrales durante los últimos 10 años (o las últimas décadas, dependiendo de dónde se coloque el marcador) han sofocado la determinación de precios en mercados con tasas de interés bajas y flexibilización cuantitativa. Ya sea que veas esto como una nivelación bienvenida del ciclo económico o una habilitación disfuncional de las empresas endeudadas, la consecuencia es que ahora es muy difícil tener una idea de la salud de las compañías individuales o, ciertamente, de la economía real en su conjunto basándose en los precios de los activos.

El aumento de la popularidad de las criptomonedas altamente volátiles como el Bitcoin podría verse simplemente como una señal especulativa de esta espuma propiciada por la Reserva Federal estadounidense. Pero sería mejor interpretarlo como una señal temprana de un nuevo orden mundial en el que EEUU y el dólar jugarán un papel menos importante.

Los últimos cuatro años de la presidencia de Donald Trump y su política tóxica han afectado la confianza del mundo en EEUU. También ha disminuido la confianza de algunos sectores en la estabilidad del dólar como moneda de reserva mundial. Este sentimiento alcanzó su punto álgido durante el ataque del 6 de enero al edificio del Capitolio estadounidense.

Trump ciertamente devaluó la Marca USA. Pero también es un síntoma de problemas económicos a más largo plazo en EEUU, problemas que en los últimos años han quedado ocultos por las bajas tasas y la política monetaria, que mantuvieron altos los precios de los activos, pero también alentaron la deuda y el apalancamiento.

El auge del Bitcoin refleja la creencia en algunas partes de la comunidad de inversionistas de que EEUU eventualmente se parecerá de alguna forma a la Alemania de Weimar, conforme la política monetaria de la crisis financiera posterior a 2008 diseñada para estabilizar los mercados cede el paso a la monetización posterior a la pandemia de Covid-19 de las crecientes cargas de deuda estadounidense. Después de todo, sólo hay tres formas de salir de la deuda: crecimiento, austeridad o impresión de dinero. Si el gobierno estadounidense vende tanta deuda que el dólar comienza a devaluarse, entonces es posible que Bitcoin sea un refugio seguro.

La desvalorización de la moneda de Alemania no terminó bien. Esto pone de manifiesto otro aspecto del auge del Bitcoin. Hemos pasado de un mundo unipolar en el que EEUU era la potencia política y económica preeminente, a un mundo posneoliberal donde ya no existe un consenso a favor del libre comercio y el capitalismo sin restricciones. Probablemente tendremos dos o incluso tres polos: EEUU, Europa y China. China ha manifestado su deseo de volverse menos dependiente del sistema financiero estadounidense, comprando menos bonos del Tesoro estadounidense y lanzando su propia moneda digital.

En este mundo, es fácil imaginar que el dólar continuaría siendo la principal moneda de reserva, y que el renminbi y el euro se convertirían gradualmente en depósitos de valor más importantes. Pero también se puede imaginar que las criptomonedas que puedan cruzar fronteras fácilmente tendrían algunas ventajas sobre el dinero fiduciario emitido por los gobiernos. Aunque la migración de personas y bienes puede volverse más limitada, el comercio digital y los flujos de información siguen creciendo.

Los defensores de las criptomonedas —entre ellos líderes del sector de la tecnología como Elon Musk de Tesla, Mark Zuckerberg de Facebook y Jack Dorsey de Twitter— creen que las monedas digitales se adaptan mejor a este mundo más multipolar. No están reguladas en gran parte y, por lo tanto, están menos sujetas a las fuerzas políticas. De la misma forma que las grandes plataformas tecnológicas demostraron recientemente su poder al sacar a Trump de las redes sociales, es posible que el Bitcoin flote por encima de cualquier nacionalismo monetario que pueda resultar del nuevo orden mundial.

¿Se convertirá la criptomoneda en el nuevo oro, una cobertura contra un mundo cambiante? ¿El consenso de las grandes compañías tecnológicas resultará más poderoso que el consenso de Washington o el consenso de Beijing? Quizás. Pero también es posible que los Estados soberanos tomen medidas para regular esta amenaza existencial. En EEUU, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ya ha planteado la cuestión de la futura regulación de las criptomonedas.

Nada de esto me hace querer comprar Bitcoin. Pero tampoco lo veo como una burbuja normal. No estaba claro a principios del siglo XX cuál de los cientos de fabricantes de automóviles ganaría la carrera para sustituir el caballo y el carruaje. Ahora, quién sabe si Bitcoin, Ethereum o Diem, o alguna moneda digital aún por inventar, resultará la ganadora a largo plazo. Por ahora, es mejor ver el auge del Bitcoin como el canario en la mina de carbón. (DF-Financial Times)

Rana Foroohar

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